domingo, 4 de abril de 2010

13. ¿ES POSIBLE EL BIBLIOTECARIO CREATIVO?

Durante mis 30 años de ser bibliotecario, he tenido la oportunidad de conocer a colegas que han logrado impresionarme con los problemas que se han propuesto resolver, así como por las soluciones que han intentado. Cuando aún era estudiante, conocí a don Joaquín Fernández Baillet, quien era bibliotecario de una institución bancaria. Recuerdo la preocupación que sentía porque la clasificación decimal de Dewey pudiera simplificarse en su presentación a los usuarios, y que de esa manera fuera más fácil de usar para ellos. Él andaba obsesionado con una solución que se le había ocurrido, que consistía en utilizar un código de colores, que incluiría degradaciones de color para los temas más específicos. Es de notar que en esos años en las salas infantiles de las bibliotecas públicas se utilizaba un código de flores de colores para distinguir las diez clases principales de esta clasificación.
Impresiones parecidas me produjeron los problemas que identificaron Jorge Luis Nieves Saavedra (el usuario desconocido), Francisco Javier González Quiñones (la carencia de colecciones locales en las bibliotecas públicas), Federico Hernández Esparza (la desorganización de los acervos musicales) y Rosa María Fernández de Zamora (la falta de registro de los acervos antiguos), por nombrar algunos de los varios que he tenido la oportunidad de conocer y tratar. Sin embargo, aún me impresionan más los derroteros de las soluciones propuestas, pues no han pasado de fracasos, medianías o abandonos, que la mayoría de las veces siguieron rutas trazadas en el extranjero desarrollado, y venidas a tropicalizar en estas tierras, o se extraviaron en vértigos y críticas absurdas.
Todo esto me ha llevado a pensar sobre si es posible que los bibliotecarios seamos creativos. Este es un tema que ha interesado a los bibliotecarios iberoamericanos desde hace casi cinco lustros, como muestra Moriya de Freundorfer (1984), quien señaló que “el bibliotecario puede reflexionar e identificar problemas existentes en las distintas actividades de la biblioteca… y concebir ideas nuevas y originales, investigar y explorar las posibilidades que ofrecen y mejorar y solucionar los problemas” (p. 20). Sin embargo, esto parece más una creencia, junto con un llamado a investigar más sobre la materia.
Chávez Villa (1992) convocó a los bibliotecarios para que dejen de ser “personas que esperan a que los que están arriba tomen las decisiones” y se vuelvan “agentes de cambio”. Para ello, consideraba que entre todos los cambios en las bibliotecas se debe dar más importancia a los nuevos tipos de información y a los nuevos niveles de acceso (p. 158). En esto último coincide con Capó (1995), quien agregó que el bibliotecario debe dar primacía a la planeación, de acuerdo con situaciones específicas, reales y concretas, como agente del cambio (p. 63).
Esta última autora también se refirió a las barreras que encuentran los bibliotecarios para ser creativos: Escasez de posibilidades, carencia de apoyo, desengaño, chatura en el trabajo y, sobre todo, falta de motivación. Concluyó afirmando que “pareciera que en nuestro medio la capacidad de inventiva fuera muy discreta”, para luego aseverar la imperiosa necesidad de que el bibliotecario logre la autoridad moral para intentar un mayor apoyo institucional, a través de la calidad de su trabajo y del liderazgo en la defensa del derecho a la información (p. 64).
Para Villanueva (2006), la motivación es el motor impulsor de la creatividad profesional y ambas son proporcionales, lo que le llevó a asegurar que “siempre que los bibliotecólogos estén motivados, esto se reflejará en su entorno físico laboral de inmediato, provocándose un clima de ánimo y participación general” (pp. 25, 28). Sin embargo, la motivación tiene impedimentos en la profesión bibliotecológica, que según esta autora son los siguientes:
(a) No percibir las consecuencias y los resultados positivos de la labor bibliotecaria.
(b) Problemas del medio bibliotecario, debidos al poco aprecio por la profesión bibliotecológica, por el descuido en que se tiene el rol social del profesional, y por el encasillamiento al que se ve sometida la profesión.
(c) Percepción de que el trabajo es repetitivo y rutinario, así como tensiones acumuladas.
(d) No experimentar el aprendizaje en forma enriquecedora (pp. 26-27).
Estos problemas fueron condensados por Gonçalves y Silva (2009) en dos clases: Los problemas de clima organizacional y los de jerarquía. En el primer grupo encontramos la falta de motivación, la desconfianza, el miedo a equivocarse y a la crítica, y sobre todo el conformismo. Los principales problemas de trabajar en una estructura jerárquica, burocrática, inflexible y crítica son el fallo del flujo de la comunicación y la discriminación, a los que se asocian diversos prejuicios, por ejemplo al asumir como gastos lo que se invierte en los servicios. Proponen maneras para comenzar a fomentar la creatividad de los bibliotecarios en su lugar de trabajo, y también recomiendan que se haga más investigación en la materia (pp. 422-425).
Algunos de estos autores proponen abordar el asunto de la creatividad bibliotecaria desde la formación profesional, mientras otros mencionan su urgente atención en el espacio laboral, como una manera de enfrentar los cambios, emprender mejoras, o meramente garantizar la permanencia de la biblioteca. Cuando se promueve la creatividad en el sitio de trabajo, recomiendan involucrar a todo el personal, o sólo a los funcionarios, y en algunos casos escuchar a los usuarios.
Es interesante notar que cuando estos autores quieren ejemplificar casos de creatividad, se refieren a la contribución de Dewey, el mismo cuyo sistema de clasificación quería simplificar con colores para los usuarios don Joaquín Fernández Baillet. Y es que en los tiempos que corren parece que veremos el final de la historia de este sistema de clasificación, en caso de que cunda la situación que me platicó Camila Alire, la presidenta de la American Library Association (ALA), en las pasadas Jornadas Mexicanas de Biblioteconomía, realizadas el año pasado en Acapulco. En esa ocasión, ella me dijo sobre dos bibliotecas públicas de su país que retiraron la clasificación decimal de Dewey de sus colecciones, luego de preguntar a sus usuarios qué podían cambiar para que se sintieran mejor en sus instalaciones. En este sentido, podemos seguir considerando novedosa la solución dada por Dewey a un problema de distribución y organización del acervo, aunque al parecer ha resultado históricamente dolorosa para los usuarios de las bibliotecas, e incluso pudo haber fomentado que hubiera no-usuarios. ¿Cuántos ejemplos como éste tendremos con los demás componentes de nuestras bibliotecas? Quizá deberíamos aplicar estudios para conocer la satisfacción de nuestros usuarios, y no sólo si están conformes con lo que les ofrece la biblioteca. También podríamos aplicar los conceptos del análisis de dominio de Birger Hjørland.
Si algo podemos tener claro en nuestra revisión bibliográfica es que todos los autores apuestan a responder afirmativamente a la pregunta con la que iniciamos esta reflexión, aunque luego no saben si aseverar que es el bibliotecario mismo, o las organizaciones que lo forman o las que lo emplean las que imposibilitan que éste sea efectivamente creativo, por lo que concluyen pidiendo, desde hace 25 años, que se realice más investigación sobre este asunto. Sin embargo, parece que estamos en la rifa del tigre: A ver cómo se lo lleva a su casa y lo mantiene quien lo gane. Por lo pronto, debemos seguir abordando este tema que puede dar tanto a la materia de este blog.

Bibliografía
Capó, M.R. (1995). ¿Lo que falta es creatividad? Informatio: Revista de la Escuela de Bibliotecología y Ciencias Afines, 1(1), 63-65.
Chávez Villa, M. (1992). Creatividad: Reto para el bibliotecario. Trabajo presentado en las XXIII Jornadas Mexicanas de Biblioteconomía, Septiembre, Mérida, Yuc.
Gonçalves, P. de C., Silva, N.P. (Jul. 2009). A Criatividade nas unidades de informação. Revista ACB: Biblioteconomia em Santa Catarina, Florianópolis, 14(2), 407-428.
Moriya de Freundorfer, Y. (Mar. 1984). La creatividad en el bibliotecario. Boletín Sistema Nacional de Información Científica y Tecnológica, 3(2), 19-20.
Villanueva, L. (2006). Motivación y creatividad para la bibliotecología de hoy. Buenos Aires: Alfagrama.

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