martes, 20 de diciembre de 2011

36. INTERACCIONES EN LA BIBLIOTECA

En las entradas 2 y 32 me he referido a la naturaleza de los problemas en el ámbito bibliotecario. Cuando recorro de nuevo lo que ahí he escrito, encuentro que esos problemas se pueden describir mejor mediante tres componentes taxonómicos que nos pueden ayudar a alcanzar una mejor comprensión.
Al continuar mis indagaciones y revisar de nuevo esos apuntes para ahondar más en la naturaleza de los problemas, detecto que entre los que son de operación están varios que resultan de relaciones difíciles o conflictivas en las que pueden estar implicados los usuarios, los bibliotecarios o las autoridades administrativas y decisorias para asuntos de las bibliotecas. Estos son problemas de interacciones, mismos que a decir de Anderson (1981) tienden a hacer su aparición en la mayoría de los problemas de gestión bibliotecaria, incluso en aquellos que a primera vista parecen sólo convenir a la planeación, la organización o el control.
Los problemas de interacciones pueden aparecer en cualquier momento. Así, tenemos que Hickey (1972) menciona que algunos problemas resultan del error en el reconocimiento del impacto de la personalidad del catalogador entre sus colegas y hacia el público de la biblioteca. Para que entendamos mejor esta aseveración, y con las cautelas necesarias, estaríamos considerando por analogía este impacto del catalogador como parecido al del chef de un restaurante, quien prepara los platillos que van a degustar los comensales y se los hace llegar a través de un servicio de meseros. Al igual que en la cocina, en el área de catalogación -cuando no solamente se reproducen recetas- se da un trabajo altamente creativo para conseguir la descripción más adecuada de los documentos, lo que lleva a que surjan acuerdos y discrepancias en torno a las soluciones. Los rasgos personales del catalogador, y en particular la manera como se comunica con los otros, influyen en buena medida sobre todos los otros componentes de la biblioteca.
Abundan los casos en que personas ajenas a la biblioteca -porque generalmente no la utilizan-, e incluso algunos usuarios manifiestan su oposición a que ciertos recursos estén disponibles en los acervos o como mera exposición temporal. En este sentido, recuerdo que un conocido mío, quien trabajaba como bibliotecario en una facultad de la UNAM, me comentó en una ocasión que había comprado para su biblioteca un paquete interactivo muy importante y costoso, del que pensaba que iba a tener gran impacto cuando lo difundiera entre los alumnos y los profesores. Tiempo después, me platicó que tuvo que poner a resguardo ese material por una discrepancia que había surgido con un profesor, quien le había pedido que el paquete interactivo sólo fuera de uso exclusivo para él, ya que trataba de asuntos que competían a su clase, y con el argumento siguiente: Debido a que los temas se verían en su materia, entonces no era necesario que los alumnos conocieran la fuente directa en la biblioteca. Mi seguimiento de este caso llegó al punto en que el material se había prestado por tiempo indefinido al mencionado profesor, quien lo retenía en su cubículo dentro de la institución.
En otro tenor, Umapathy (1984) realizó apuntes sobre diversos contratiempos que surgen cuando los bibliotecarios deben comunicar a las autoridades administrativas y/o decisorias al respecto de los asuntos operativos o financieros de sus bibliotecas. En estos casos, es frecuente que ocurran malos entendidos, que surjan suspicacias o que se pidan más aclaraciones, sobre todo cuando las autoridades quieren hacer reducciones presupuestales o de espacio a las bibliotecas. La actualidad de este tipo de problemas se nos aclara si consideramos el caso de los reclamos que aún persisten para que las bibliotecas hagan más con menos, o cuando tomamos conocimiento de las amenazas que se hacen a las bibliotecas en referencia a su eventual reemplazo por computadoras con conectividad a la red.
Así como estos, podemos encontrar múltiples casos de problemas de interacciones que fueron recogidos en libros publicados entre los años 70 y 80, cuando al parecer hubo en el mundo anglosajón un gran interés por educar a sus bibliotecarios con una sustento más cercano al trabajo de campo.
El problema de las interacciones es tan amplio que nos lleva a pensar en la forma como muchas de sus manifestaciones son ocasionadas por la estructura y el funcionamiento del propio sistema de la biblioteca. En este sentido, y retomando los ejemplos antes mencionados, tenemos lo siguiente:
(1) Cuando en la biblioteca se mantienen políticas que sólo buscan el logro de metas de productividad o calidad en el trabajo del catalogador, esto impacta de maneras distintas a los trabajadores de este ramo.
(2) Cuando hay políticas que mantienen una situación de privilegio para los profesores, o cuando no se les considera en las políticas dejando todo a discreción de las partes involucradas, es frecuente que se pueda dar una escalada de privilegios e incluso abusos de esos profesores, aunque el servicio bibliotecario se vea afectado.
(3) Cuando no hay un entendimiento claro sobre el propósito y la utilidad de la biblioteca para las organizaciones y quienes las constituyen, o cuando han cambiado ese propósito o la percepción de utilidad sin que lo note la biblioteca, es común que las autoridades administrativas y/o decisorias quieran proceder por su propia mano, para lo que piden a la biblioteca que presente cuentas y reportes sólo para reforzar sus decisiones.
Con estas reflexiones no resolvemos los problemas que usamos como ejemplo, sino que meramente matizamos asuntos que pueden estar influyendo en su manifestación. De hecho, estos problemas de interacciones requieren para su mejor comprensión y atención de la concurrencia de la comunicación organizacional, de la psicología social y también podría ser necesaria una reingeniería del sistema de la biblioteca.
Es muy interesante que ninguna de las carreras que forman bibliotecarios en nuestro país considera llevar materias de relaciones humanas, relaciones públicas, gestión de conflictos, o algunas de las indicadas antes como necesarias para la comprensión y atención de esta clase de problemas. Es más, hace muy poco una profesora de bibliotecología de la UNAM rechazaba que se impartan a los bibliotecarios materias relacionadas. Quizá lo que ocurre es que las escuelas de bibliotecarios también son parte del problema, por lo que se nos antoja que estos problemas de interacciones son más complejos de lo que hasta ahora avistamos. Por esta razón, deberemos seguir considerándolos más adelante.

Bibliografía

Anderson, A.J. (1981). Problems in library management. Littleton, CO: Libraries Unlimited.
Hickey, D.J. (1972). Problems in organizing library collections. New York: R.R. Bowker.
Umapathy, K.S. (1984). Problems in library management. 2nd. rev. ed. New Delhi: Vikas.

domingo, 30 de octubre de 2011

35. LA NEUTRALIDAD DE LA BIBLIOTECA

Un elemento central de las tradiciones bibliotecarias contemporáneas es la insistencia sobre la neutralidad de la biblioteca -de sus recursos, sus servicios y su conducción- como un requisito de la objetividad y como una guía práctica. Es así que encontramos enunciados de los servicios bibliotecarios que prescriben su aplicación en igualdad de condición sin distinción, o sea, de manera ajena a cualquier forma de discriminación, indicando luego -a modo de explicación- a cuáles formas de distinción se refieren: Raza, nacionalidad, edad, sexo, religión, idioma, discapacidad, condición económica y laboral, y nivel de escolaridad (Gill, 2007, p. 26).
¿Por qué esta insistencia? ¿Es una aspiración o condición para otra cosa? ¿Se aplica por igual a todo tipo de bibliotecas? ¿También es de observancia en la investigación bibliotecológica y en los estudios de la información?
Además, ¿esta idea de la neutralidad se opone a las más recientes nociones de servicio multicultural, servicio intercultural y diversidad o infordiversidad? Esta aparente oposición deviene de que estas nuevas nociones conllevan a diferenciaciones en los recursos, los servicios y la conducción de las bibliotecas.
Es de notar que por su misma naturaleza las bibliotecas establecen exclusiones entre las personas. La primera de ellas es la que define la organización de adscripción de la propia biblioteca, desde el momento en que indica quiénes deben ser considerados usuarios potenciales de esa biblioteca. Dicho de otro modo, la escuela, la universidad, el municipio, el gobierno estatal o federal establecen a cuáles personas van a atender ciertas bibliotecas desde su creación, y eventualmente modifican la noción de la comunidad usuaria potencial en el transcurso de su existencia y desarrollo.
La biblioteca es la que determina quiénes son sus usuarios, y en particular corresponde a los bibliotecarios funcionar como filtros que permiten o impiden el acceso a las personas que antes fueron señaladas como usuarios potenciales. Lo anterior lo realizan esos bibliotecarios por omisión o comisión, pero a resueltas funciona de igual modo. A veces, los usuarios potenciales resisten los embates de los bibliotecarios, y a pesar de ellos utilizan las bibliotecas.
Tanto la biblioteca como la organización a la que está adscrita definen quiénes son los no usuarios de los servicios bibliotecarios, aunque lo hacen de diferente forma: Una en las prácticas y la otra en los discursos.
Los modos como se realizan esas exclusiones pueden ser, conforme indicamos, por omisión o por comisión, además de que pueden manifestarse en modalidades que van de lo sutil a la violencia explícita a través de limitaciones, vigilancia o censuras que se exhiben abiertamente.
Con estas aclaraciones, debemos notar otras segregaciones que realizan las bibliotecas y sus bibliotecarios, de entre las cuales algunas son consideradas legítimas (las prohibiciones y las sanciones) y otras simplemente se dan: Restricciones para usar las computadoras, o para usarlas con otros fines diferentes de los prescritos; para usar ciertas obras por no considerarlas apropiadas para la edad, el género o la religión; para entrar a la biblioteca con cierta vestimenta u olor; para leer en posiciones del cuerpo distintas de las previstas en el mobiliario; para ser atendido en un idioma preponderante en la región, pero no considerado por la biblioteca; o mediante los privilegios de servicio para ciertos grupos de la comunidad (profesores, visitantes recomendados, amigos del director de la biblioteca, etc.).
Es importante señalar que este concepto de neutralidad de la biblioteca no ha existido siempre, pues en las nociones de la antigüedad había claras exclusiones que tienden a olvidar los historiadores de estos asuntos, por ejemplo, cuando nos hablan de las bibliotecas "públicas" del pasado, como en el caso de la Biblioteca Palafoxiana (Palou Pérez, 2011).
Por supuesto, la condición de la supuesta neutralidad, o los añadidos de multiculturalidad, interculturalidad e infodiversidad, tienen una definición pretendidamente clara cuando emprendemos indagaciones sobre la biblioteca, la información, los usuarios, la gestión bibliotecaria/de la información, etc. La medida en que pueda pesar esa presunta neutralidad en los estudios bibliotecarios y de la información es algo que aún desconocemos, aunque en muchos cases es rastreable en los supuestos no declarados de esas indagaciones.
De esta manera, nos asomamos a otro campo problemático que pareciera simple por tratarse de meros conceptos, pero dado que están imbricados en las prácticas -y muy probablemente resultan de ellas- podemos avizorar una complejidad vasta que deberemos abordar en otra ocasión.

Bibliografía

Gill, P. (2007). Directrices IFLA/Unesco para el desarrollo del servicio de bibliotecas públicas. México: IFLA; Unesco; Conaculta.
Palou Pérez, P.A. (2011). Sopla del espíritu humano: Primera biblioteca pública (1646). El bibliotecario, 10(82), supl. 8 p.

lunes, 10 de octubre de 2011

34. LABORATORIOS DE ORGANIZACIÓN DE INFORMACIÓN Y CONOCIMIENTO

Cada vez nos resulta más evidente que las personas tienden a requerir información y conocimiento sin las fronteras o barreras que se imponen a los documentos. De esta manera, no es gratuito que en las bibliotecas académicas de los Estados Unidos se tenga como un problema la competencia que resulta de una de las ilusiones de Google: Tener todo al alcance de la mano (todo lo que hay en la web, de la academia, de blogs, imágenes, etc.) casi al instante.
Dicho de otra manera, la disponibilidad, la accesibilidad y la oportunidad semejan estar operando en la Internet. O sea, el manejo de los distintos documentos en la red parece que los hace ser ubicuos, lo cual por supuesto indica que el factor disponibilidad muestra una significativa mejora.
La variable acceso también parece estar cubierta, pues cuando nos referimos metafóricamente a que algo está al "alcance de la mano" queremos decir que se han reducido las barreras de la interfaz al punto de lo que significa literalmente la expresión metafórica. Asimismo, la oportunidad es casi instantánea, de modo que si existe en la red y no tiene candados, seguramente será recuperable, e incluso descargable, cuando se requiera.
Con esto, se antoja muy difícil la competencia para la biblioteca, sobre todo si los instrumentos normativos se siguen asumiendo para instalar la normalización por encima de los requerimientos más imperiosos de los usuarios. Esto es algo que se sabe hace mucho en los centros de producción de las principales normativas técnicas internacionales, pero curiosamente no ha trascendido a otras latitudes, en donde se piensa que a rajatabla tienen que aplicarse esas normas técnicas aunque la realidad se muestre renuente, refractaria o impermeable a ellas.
No obstante esta verdad de Perogrullo -que bien se pudiera justificar recurriendo al argumento de que somos tecnológicamente dependientes, o que somos tercermundistas, o de plano que es consecuencia de que aún estamos subdesarrolados-, en México tenemos la oportunidad de ensayar soluciones diversas de organización de la información y el conocimiento, aunque esto que decimos está muy alejado de las escuelas de formación de bibliotecarios o de los centros de investigación bibliotecológica.
A lo que nos referimos, es a la situación de las bibliotecas privadas -algunas de organizaciones y otras personales-, en donde aún podemos encontrar resquicios de formas de organización pretéritas o diversas de lo que ahora es la tónica común en las bibliotecas institucionales de corte público o privado-público.
Es así que en algunas bibliotecas privadas encontramos que sus dueños han creado sistemas de clasificación para ubicar físicamente los materiales, a veces inspirados en las clasificaciones bibliográficas en boga (Dewey o LC) y otras veces con órdenes que se antojan caprichosos, pero que tienen un sentido que les confiere un carácter único. Algunos ejemplos de esa heterogeneidad vienen al caso:
  • Orden por idioma-país del autor-nombre del autor-título.
  • Orden cronológico (iniciando con un libro sagrado)-pueblo, reino o país del autor-tema (filosofía, literatura e historia)-nombre del autor-título.
  • Orden por tamaño (conforme escala)-tema (clases definidas por el dueño)-nombre del autor-título.
Hay muchos otros casos, pero estos bastan para mostrarnos que la diversidad es uno de los aspectos de estos laboratorios de ensayo de otras formas de organización.
A todo esto, podemos agregar que los dueños, cuando tienen curiosidad o interés en la investigación, suelen reunir volúmenes que tratan de distintas materias en sus escritorios de trabajo o en estantes de almacenamiento provisional, esto es, mientras realizan sus indagaciones. Sobre este particular, notamos que muchas veces, al ser de largo aliento sus afanes, dejan los montones de obras reunidas en casi cualquier sitio, formando "islas" dentro del todo que es la biblioteca. Cuando alguien extraño no sabe cuál fue el interés por hacer esta reunión, es común que se piense que esos montones son evidencias de desorden.
En las bibliotecas personales también puede haber criterios que no admitiría una biblioteca institucional de carácter público, por ejemplo para la reunión de las colecciones de referencia, pues en este apartado suelen definir los dueños un uso parecido a lo que denominamos con ese apelativo, pero con otros enfoques más acordes a las prácticas que realizan con los documentos.
De esta manera, se antoja pensar que todos los bibliotecarios que se encuentran en formación deberían aprender a pensar formas de organización diversas de la información y los documentos antes de que se les presente la normativa intitucionalizada. Siguiendo esta práctica, esos aprendices podrían aprender a usar estas herramientas de una forma menos preceptiva y más abierta a su adecuación a las necesidades de las comunidades.
Parece sencilla esta fórmula, pero no tiene nada de simple, pues en su aplicación deben confluir además de las voluntades muchos cambios de distinta envergadura. No obstante, el problema que esto plantea es tan cautivador que deberemos seguir abordándolo en otra entrega.

viernes, 7 de octubre de 2011

33. ¿SON PARA TODOS LAS BIBLIOTECAS?

La historia de las bibliotecas ha puesto en evidencia que estos repositorios se originaron muy cerca de quienes detentaban el poder político, ideológico o económico en las sociedades del pasado. De esta manera, antaño encontramos que las bibliotecas eran entidades definidas dentro de las estructuras de gobierno, en las instituciones religiosas, o en las organizaciones imbricadas en las funciones de la economía, tanto las de índole privada como en la esfera pública.
Incluso las prototípicas bibliotecas públicas de la antigüedad existían en sociedades estratificadas, en las que la mayoría de la población era analfabeta y no se le permitía el privilegio de aprender, pues el conocimiento se reservaba para una clase, casta u otro grupo. Esta regla no obsta para que hayan existido esclavos y mujeres -dos de los grupos generalmente excluidos del sistema educativo- que vivieron en condiciones que permitieron que accedieran al conocimiento que sólo se reservaba para los privilegiados.
Sólo en tanto que los movimientos sociales enabolaron la bandera de la igualdad para cobijar a todos los seres humanos es cuando se comenzó a pensar en el valor de las bibliotecas para la convivencia dentro del espacio público. Sin embargo, el concepto de "igualdad" sólo tuvo sentido para algunas situaciones de cambios locales, regionales o nacionales, de modo que cuando se le quizo aplicar a muchas otras latitudes distintas resultó evidente que las diferencias culturales resultaban impermeables o refractarias, por lo que imposibilitaban o retrasaban su aplicación.
Las distintas naciones que se autodefinieron como igualitarias, aunque en los hechos manifiestaban grandes diferencias poblacionales ligadas a situaciones de desigualdad y patrones culturales de gran arraigo, pretendieron impulsar distintos programas sociales suponiendo una homologación irreal. En esta situación se encuentra la Red Nacional de Bibliotecas Públicas de México, misma que desde 1983 inició de modo impositivo la aplicación de un discurso modernizador que asumió la biblioteca como el arriete para establecer un cambio desarrollista.
Empero, la realidad es testaruda y muestra que a más de 25 años que inició la construcción de esta Red, sólo han podido arraigar algunas bibliotecas en poblaciones más permeables al cambio, aunque incluso en estos casos se puede notar un pobre involucramiento de los agentes de poder locales, así como el mínimo aprecio de la población hacia la biblioteca pública, casi siempre incrustada en la categoría de apoyo a la educación básica.
Son contados los casos en que el cierre de una biblioteca pública provoca la protesta de la comunidad a la que sirve, lo cual ha llevado a que algunos funcionarios públicos asuman con ligereza que esta institución está en vías de extinción, pues al fin y al cabo podrá encontrarse toda la información en la Internet. Lo anterior además revela que la información pública (tanto la gubernamental como la de interés social) no son un asunto relevante para los funcionarios de gobierno que manifiestan estas opiniones, ni les requiere para tomar decisiones y realizar acciones en la materia.
La situación que narramos se vuelve más compleja cuando se le exige a la biblioteca pública que justifique su existencia, así como la parca erogación que se le asigna para su mantenimiento, a través de los beneficios que aporta o por las estadísticas de la población atendida. Es como si le dijeramos a un hospital que justifique su permanencia ante el hecho real de que sigue la gente enfermándose y porque muchas personas se automedican o porque recurren a la medicina alternativa. Quizá por eso languidecen a la par las bibliotecas y los hospitales públicos, y en el mismo camino encontramos a las escuelas públicas.
Para colmo de la paradoja, se dedican cantidades millonarias a la estructura pública dedicada a administrar los asuntos de las bibliotecas, los hospitales y las escuelas en este país, a pesar de que las cifras sobre el estado de la infraestructura física de cada una sea raquítica, amén de que es frecuente que escuchemos que se destinan los presupuestos a compras que a resueltas son señaladas por la corrupción de que son objeto.
Con estos breves antecedentes, nos surgen importantes dudas sobre si la población -la mayoría de la población- requiere bibliotecas, o bien, si deberían las bibliotecas optimizarse y reservarse como un tipo específico de organización que exista sólo por demanda (BxD = biblioteca por demanda). De esta forma, también se reconsideraría la historia de muchas bibliotecas que se generaron por el interés coleccionista de algunas personas o grupos.
Así, ante el modelo de la biblioteca como servicio público -alineada a los otros servicios públicos que podría recibir cualquier ciudadano- podríamos pensar en el modelo de la biblioteca como existente por demanda. Al respecto, debemos aclarar que cualquiera de estos modelos puede ser concebido como de interés social, y que meramente cambia el enfoque para la instalación, el desarrollo, el mantenimiento y el crecimiento de la biblioteca según su potencial arraigo en la población a la que sirva.
Es preciso recordar que la biblioteca pública, como la entendemos hoy, es una construcción de la cultura occidental capitalista, que surgió con la industrialización de las sociedades y a la que se le encargó el claro objetivo de elevar la capacidad de la población para apuntalar la competitividad de la empresa.
De todo esto resulta que los bibliotecarios podemos diseñar nuevos modelos de bibliotecas, pero para ello debemos reconceptuar el sentido de estas instituciones. El gran interés en este problema es algo que nos motiva a seguir tratándolo en otras entregas.

sábado, 17 de septiembre de 2011

32. NATURALEZA DE LOS PROBLEMAS

Cuando inicié este blog hace dos años, hice un planteamiento sobre la naturaleza de los problemas en la bibliotecología (Entrada 2), en el que afirmé que parece prevalecer la atención hacia los problemas creados por los bibliotecarios, más que hacia los problemas que se les presentan. La primera categoría de problemas consiste en aquellos que son planteados por los investigadores, y en menor medida por quienes desean emprender cambios en las bibliotecas. En la segunda categoría entran todos los problemas que se presentan en la práctica bibliotecaria, o algunos que ésta propone para su atención a la investigación.
Es de notar que los medios de difusión usados por los bibliotecarios están muy dirigidos a privilegiar los contenidos académicos, por lo que casi no conocemos sobre los problemas creados o que se presentan en el ámbito profesional.
Entonces, tenemos que los problemas pueden ser de la investigación o de la práctica, o bien generados por los bibliotecarios, o que se les presentan sin que ellos influyan en su aparición.
Abundando un poco más en la naturaleza de los problemas, pero ahora por el sendero de la práctica bibliotecaria, encontramos una nueva bifurcación en dos rutas paralelas, muy interrelacionadas, pero con una marcada difierencia que permite su análisis por separado. Se trata de los problemas de la biblioteca considerada como sistema y de los problemas de la operación bibliotecaria.
El primer tipo de problemas se refiere al diseño de la biblioteca, su propósito, sus componentes internos y sus interrelaciones. Además, en esta categoría de problemas se determinan las características del entorno que influyen en el sistema-biblioteca o que se relacionan de alguna forma con él. Al respecto, la biblioteca es un sistema abierto, por lo que debe mantenerse continuamente actualizada sobre los factores del entorno que más la pueden impactar. Asimismo, se espera que la biblioteca produzca beneficios en su entorno, tanto en materia de educación y economía, como en lo social, lo cultural y de orden político.
Los problemas de operación son muy diversos, pues además de los asuntos administrativos de toda laya, hay dificultades en las relaciones con el público, con el personal bibliotecario y con las autoridades administrativas o decisorias de las que depende la biblioteca.
De esta manera, una taxonomía de los problemas bibliotecarios se podría realizar a partir de las categorías que se muestran en el siguiente gráfico:

No obstante, esto sólo nos exhibe un aspecto de la complejidad de los problemas, pues si por ejemplo tuviéramos un problema de la práctica bibliotecaria, que fuera generado (quizá un cambio que se quiere emprender) y de la operación, aún podrían haber otras condiciones que no estuvieran contempladas y que fueran características de este problema.
Tenemos hasta ahora que estas categorías taxonómicas nos pueden auxiliar en la determinación de los componentes del problema, e incluso podrían servir para ahondar en su mejor entendimiento, de manera que podría llegarse a un mejor planteamiento del mismo como base para la búsqueda de alternativas de solución.
Por el carácter aparentemente fructífero de esta veta, nos proponemos seguir tratando el tema en las siguientes entregas.

sábado, 27 de agosto de 2011

31. BIBLIOTECARIOS A BORDO

Desde que empezamos a estudiar la carrera de biblioteconomía tuvimos la sensación de que algo anda mal con la educación que recibimos los bibliotecarios. En esos días, lo primero que podíamos notar eran varios problemas que entonces juzgábamos como singularidades de la propia disciplina, pero que a poco distanciamiento comenzaron a parecernos severas taras de nuestra currícula profesional.

Es así que se enseñan desvinculados los varios tipos de bibliotecas: Públicas, escolares, etc. Asimismo, cualquier tema sobre los usuarios se trata como si ellos no fueran personas con una vida ajena a la biblioteca, y de forma que sólo existieran dentro de esta institución o en relación a la misma. Tenemos además que a los no usuarios ni se les menciona, como si fueran un tema tabú o algo inefable.
Además, al abordar los servicios al público y los procesos técnicos parece que no tienen nada que ver entre sí. A todo esto, podemos agregar que estudiamos muchas materias de administración, aunque nunca vimos noción alguna de la administración pública.
Hay aspectos más preocupantes en este tipo de educación, pues al cursar las materias referidas al conocimiento y manejo de las normativas, se nos inculca que no podemos interpretarlas para modificarlas, ni siquiera para adaptarlas a situaciones distintas de aquellas que les dieron sustento. Resulta entonces que no importa si las reglas de catalogación son anglo-americanas y que estemos catalogando en México, pues al fin y al cabo -se dice- esta normativa fue realizada y consensada entre muchísimas bibliotecas del mundo, y alguna tendría que coincidir con la situación de nuestra biblioteca paisana.
Agreguemos que nos decían que ante todo se debe preservar la normalización en el orden de la biblioteca. Sin embargo, cuando hoy consultamos los catálogos Worldcat y el de la Biblioteca Digital Mundial -entre muchos otros que podrían tomarse como ejemplos- podemos notar cuán poco valor tiene la normalización, puesto que es más importante difundir rápido un registro que esperar a su descripción detallada y precisa. Así, tenemos que la normalización fue un cuento que se tragaron nuestros profesores y nos lo dosificaron en los años de nuestra formación.
A estas singularidades, debemos añadir el continuo desfase de la educación bibliotecaria con respecto al ámbito laboral, cosa que es harto conocida de todo el mundo y a veces alguna escuela profesional emprende estudios del mercado laboral para tratar de remediar algo, aunque rara vez logran cambiar las mentalidades de sus profesores, por lo que todo queda en buenas intenciones y habiendo cumplido el requisito de conocer lo que pasa allá afuera.
Con estas singularidades y desfases, se viene hablando ahora de la próxima muerte de las bibliotecas, y con ellas también se menciona el inminente fin de la profesión bibliotecaria. No obstante, estas afirmaciones más bien parecen ser consecuencia de muchas confusiones sobre lo que hacemos los bibliotecarios. Pasemos a aclarar un poco esta situación.
1) Los bibliotecarios, ¿son los que estudian biblioteconomía o los que trabajan en las bibliotecas? Para no entrar en la discusión sobre si los llamados "bibliotecarios empíricos" son merecedores de ser equiparados con los bibliotecarios profesionales, sólo nos queremos referir a los egresados de las escuelas de biblioteconomía que no trabajan en las bibliotecas. En este sentido, parece que nos formamos en una profesión que nos ata a una institución desde la escuela; pero, ¿qué ocurre con los bibliotecarios profesionales que no trabajan dentro de bibliotecas? Por ejemplo, tenemos a los investigadores, los consultores, los que se desempeñan en empresas, los profesores de las escuelas de biblioteconomía y otros muchos más que pueden estar en cualquier suerte de empleo.
2) Hubo hace tiempo una discusión en la que se afirmó que lo que nos hace profesionales a los bibliotecarios son los procesos técnicos: La catalogación, la clasificación, el análisis temático, la indización y la elaboración de resúmenes. En aquel debate, particularmente hubo referencia a la catalogación y la clasificación. ¿Es esto cierto? Al respecto, recordamos que hubo mucho antagonismo, sobre todo por parte de quienes confesaron detestar los procesos técnicos y tener vocación declarada por los servicios de información y el manejo de bases de datos.
3) Los bibliotecarios, ¿tienen vocación de servicio a los usuarios? Ciertamente no podemos generalizar, pues sobre este particular conocemos muchos bibliotecarios que prefieren dedicarse a tareas de organización, procesamiento y gestión antes que tener que atender directamente a los usuarios. Algunos incluso manifiestan detestar el trato con el público y prefieren la soledad de sus rutinas.
Con estos tres planteamientos, podemos ver con facilidad que al hablar de los bibliotecarios tenemos que aclarar a cuáles de entre ellos, en toda su diversidad, nos estamos refiriendo. Además de esta evidencia, debemos retomar una idea esbozada antes, sobre que han ocurrido desplazamientos laborales de los bibliotecarios, lo cual ilustramos en el siguiente gráfico.
Notamos aquí que alrededor del trabajo bibliotecario se han dado mudanzas de algunos de sus artífices hacia el trabajo en solitario: En unos casos hacia la consultoría y a veces pasando por la experiencia empresarial. En otras ocasiones, los recorridos han sido hacia la gestión de servicios de información soportados por los diversos recursos tecnológicos a la disposición.
Hoy también, contemplamos los casos de bibliotecas que establecen y mantienen bibliotecas digitales y servicios ambulatorios, además de que se insertan en las redes sociales. Existen asimismo casos de bibliotecas que están buscando mudarse a la opción de "todo digital", pasando por las etapas intermedias de biblioteca híbrida y de espacio común de información (information commons, en inglés).
De esta forma y por impreciso que parezca, podemos identificar y señalar al bibliotecario cada vez que alguien requiere un navegante o piloto de la información; esto es, alguien que sea capaz de brindar consultoría, de desarrollarse en una empresa en materia de información, de trabajar en una biblioteca, de administrar una biblioteca digital o servicios de información ambulatorios, o de insertarse y desempeñarse en las redes sociales a través de la detección de necesidades de información y brindando alternativas para su atención.
Aclaramos que esta afirmación metafórica del quehacer del bibliotecario como navegante o piloto requiere mucha reflexión a fin de que pueda servir para precisar un futuro para la profesión. Empero, las dificultades que entraña no son labor de uno solo, por lo que invitamos a nuestros colegas a pensar juntos este asunto y dejamos para mejor ocasión este tema.

jueves, 25 de agosto de 2011

30. EVALUACIÓN DE BIBLIOTECAS

Con las crisis económicas que vivieron las bibliotecas en varias partes del mundo en la década de los años 80, se manifestó la necesidad de evaluar sus recursos y servicios. La idea no resultó extraña, pues en algunas de ellas ya se llevaban evaluaciones internas de forma habitual, por lo que pensar en extender el alcance de la evaluación a toda la biblioteca se vió como algo natural.
No obstante, la manera como se enfocaba la evaluación se prestaba más bien a justificar lo que hacían esas bibliotecas y menos para resolver sus problemas, o para servirles de guía para determinar el camino que debían seguir o las transformaciones que podían impulsar, o menos aún para conocer mejor a sus usuarios o a sus usuarios potenciales.
Además, en esa década se aplicaron medidas administrativas adelgazadoras, reordenadoras y se ensayaron modelos de excelencia y calidad. También surgieron los movimientos nacionales de protección a los consumidores, que vinieron a alterar las relaciones de éstos con los productores y proveedores de bienes y servicios.
En consecuencia, cuando un producto o servicio no parecía cumplir los requerimientos de los clientes, en caso de existir otras alternativas en el mercado esos clientes dejaban de consumir el mencionado producto o servicio por considerarlo innecesario o indeseable.
En el mismo tono, tenemos que cuando las bibliotecas eran la única opción que tenía una comunidad usuaria para obtener información y documentos, o para tener acceso a servicios de referencia, reprografía o consulta a bases de datos, no le quedaba a esa comunidad más que aceptar lo que se le ofrecía. A esta conformidad del usuario con la biblioteca se le denominó "satisfacción".
No obstante, resulta claro que ahora las bibliotecas son una de tantas opciones que tienen las personas para buscar información, y que aunque en esas bibliotecas estén muchos documentos que aún no se hallan disponibles por otras vías, muchos usuarios no van a invertir su tiempo en buscar en tales instituciones.
A lo anterior podemos agregar que los intereses de la gran mayoría de los usuarios no parecen coincidir con los propósitos de las bibliotecas, lo que ha llevado incluso a pensar en el fin de estas instituciones, e incluso algunas se han cerrado o están cambiando su perfil hacia una modalidad más tecnológica en su concepción.
¿Ha cambiado por ello la noción de evaluación en las bibliotecas? Creemos que no. Por este motivo, nos parece que la evaluación de los servicios bibliotecarios y de información es un problema vigente y nos interesa plantearlo para su consideración posterior.

lunes, 15 de agosto de 2011

29. EL USUARIO ¿(IR)REAL?

Hace más de una década escuchamos y leemos a los voceros de la extinción de la biblioteca, quienes reiteradamente, y sobre todo cuando sale una novedad tecnológica al mercado, vienen a recordarnos que los días de esta vetusta institución están contados.
Para justificarse, apelan al pasado para señalar los relevos de soportes y formatos de información de los que tenemos memoria: El papiro, el códex, el pergamino, el papel, la película fotográfica, las memorias de computadora y la Internet, por mencionar los más traídos a cuento. Lo que no recuerdan en estos vuelos a lo añejo, es que a pesar de esos cambios siempre hubo bibliotecas, y aunque no eran como las conocemos ahora respondían a una necesidad de coleccionismo.
Esa actividad de coleccionismo siempre ha sido costosa y por ello sólo algunos pocos pueden darse a realizarla, o bien la hacen las organizaciones de diversa catadura que destinan sus esfuerzos a la reunión de los recursos de información que desean o necesitan.
Nuestros visionarios no se contentan con sólo abarcar el pasado en sus argumentos, sino que también miran al presente y encuentran un panorama de bibliotecas que se van quedando sin usuarios debido a sus problemas organizativos y presupuestales, así como por la continua agresión de los medios de comunicación, particularmente a través de la publicidad, que exaltan y promueven una visión hedonista y de simplificación minimalista direccionada a vivir al filo de la navaja hasta para beber agua..., siempre que sea de la marca de moda.
No importa que veamos incrementarse en nuestro entorno la paradoja de la banalización y la estupidización en nombre de una red que dice estarse socializando constantemente, aunque resulta claro que eso es pura mercadotecnia e ideología. Lo que importa, aquello que es lo de hoy es dejarse seducir por la novedad tecnológica, aunque otros decidan las necesidades que debemos satisfacer con ellas y nos veamos obligados a cambiar para adaptarnos.
El asalto al futuro por los visionarios parece introducirnos a un determinismo del que no podremos escapar, como si estuviéramos presos dentro de un relato de ciencia ficción del tipo Brave new world de Huxley, donde el tiempo hubiera desaparecido y el sólo transcurrir tuviera la forma de una banda de Moebius, sin inicio y sin fin. No es aceptable negarse a este futuro que nos golpea, pues en caso de hacerlo estaremos en minusvalía y seremos esclavos de quienes sí optaron por la carrera de relevos en la que está comprometiéndose nuestra sociedad.
Pareciera hasta aquí que estamos en contra del cambio tecnológico sin sentido en el que nos encontramos inmersos, pero no es del todo así, pues esos mismos visionarios nos permiten darnos cuenta de la maleabilidad de los usuarios potenciales de la información. De este modo, podemos notar que esos usuarios potenciales, además de estar interesados/desinteresados en materia de información, y de que aplican el mínimo esfuerzo/son obsesivos a la hora de buscar información, presentan entre otras las siguientes características:
  • Cuando buscan información, lo hacen por el valor de la información por si misma/para lograr otro objetivo. Al respecto, nuestros visionarios enfatizan que la información necesaria para tomar cualquier decisión/hacer cualquier acción seguramente está(rá) en el recurso tecnológico.
  • Cuando buscan información, la quieren rápido como sea/aunque sea retrasada pero exacta. En este sentido, no importa lo adecuada, actual o relevante que sea la información mientras su entrega sea casi inmediata, a la vez que se da por supuesto que el usuario potencial tiene habilidades para reconocerla, evaluarla y usarla al momento.
  • Cuando usan la información, no les/les importa que las interfases siempre se ajusten o no se ajusten a las necesidades. Sobre este particular, los visionarios dicen que cualquier anomalía es una etapa de un desarrollo que promete ser mejor, por lo que las inadecuaciones actuales deben ser omitidas por el usuario potencial. Además, ahora observamos como un componente de interfaz muy valorado el carácter ambulatorio de los dispositivos, pues permite la ubicuidad en las acciones.
Hasta este punto, observamos que las oposiciones antes señaladas distinguen entre los usuarios las siguientes características:
  1. Interés/Desinterés en materia de información.
  2. Mínimo esfuerzo/Obsesión en las búsquedas.
  3. Buscan la información por sí misma/para lograr otro objetivo.
  4. Rapidez como sea/Retraso con exactitud en los resultados de las búsquedas.
  5. No les/les importa que las interfases que usan se ajusten o no se ajusten a sus necesidades.
Las 32 combinaciones que resultan de estas cinco características nos acercan un poco a la complejidad del usuario. Nótese lo interesante que es la combinación de los propios visionarios para determinar su usuario potencial ideal: Interesado en materia de información-Aplica el mínimo esfuerzo en las búsquedas-Busca información para lograr un objetivo-Quiere rapidez como sea en los resultados de las búsquedas-Le importa usar interfases que se ajusten a sus necesidades, por lo que las mismas han sido definidas por los mercadólogos y seguirán mejorándose.
No debemos desechar a la ligera esta combinación por considerarla ilusoria, pues ha funcionado bastante bien para la publicidad que vende tecnologías. Más bien, deberíamos reflexionar sobre qué tanto nuestras bibliotecas consideran un usuario con esas características.
Por consiguiente, valdría la pena tomar en cuenta también las otras 31 combinaciones para definir las estrategias a seguir. Por ejemplo, muchos estudiantes que acuden a una biblioteca son desinteresados, aplican el mínimo esfuerzo en las búsquedas, quieren encontrar información para lograr un objetivo (hacer su tarea), quieren rapidez como sea en los resultados de las búsquedas y prefieren usar interfases tecnológicas, por considerarlas más adecuadas a sus necesidades.
Asimismo, viene bien recordar que nos referimos a usuarios potenciales, esto es, a personas que no únicamente se mueven en un mundo de información, sino que participan en otros subsistemas del gran universo social. En este sentido, no debemos dejarnos engañar por la pretensión de la publicidad que vende tecnologías para convencernos de que la socialización de la red está supliendo la vida en sociedad. Además, las 32 configuraciones no agotan las posibilidades de la naturaleza humana, ya que las mínimas variaciones de estas cinco categorías elevan casi al infinito las posibilidades.
¿Cómo debe ser una biblioteca para atender a sus usuarios? Empecemos con las 32 combinaciones de usuarios, probemos la existencia de esas configuraciones en el mundo real y pensemos los modelos de bibliotecas que se deban adecuar para atenderlos. De esta manera, el pasado y el presente de nuestras instituciones tendrán asegurado un devenir. Este interesante problema debemos continuarlo en otra ocasión.

lunes, 16 de mayo de 2011

28. SOBRE FALLOS Y ERRORES

Cuando buscamos información sobre errores o fallos en el trabajo bibliotecario, es interesante encontrar que lo que se ha documentado se refiere principalmente a problemas de desarrollo de colecciones o de la organización documental. De esta manera, se han detectado fallos en las disponibilidad de los documentos que los usuarios desean tener en el acervo, además de que se han cuantificado casos de no localización de documentos porque no se tienen o porque no pueden encontrarse.
Son bien sabidos los estudios que muestran que los usuarios son refractarios a los sistemas de clasificación, que los catálogos tienen muchos datos que nunca se utilizan, que ocurren usualmente errores en la descripción catalográfica, o que la comunicación con los usuarios para conocer sus requerimientos de información y documentos está muy lejos de ser medianamente buena.
Estos tipos de fallos y errores apuntan a que se tienen problemas que se originan en nuestro desconocimiento sobre cómo se relacionan las personas con la información y los documentos, o sea, se trata de errores de concepción en la elección de las soluciones a los problemas de información sin considerar el factor humano que los vehicula.
A manera de ejemplo, tenemos que en general parece que hay dos maneras de concebir la imposición del orden en las bibliotecas. Una de ellas busca instaurar arreglos ordenadores a la información y los documentos, con el fin de llegar a un estado de orden. El otro abordaje, pretende eliminar el desorden a través de la imposición de un orden. La diferencia entre ambas concepciones es de medios y fines: En el primer caso, el acento se pone en los medios que sirven para llegar al fin (los arreglos), en tanto que en segundo se enfatiza el fin (el orden final).
Los arreglos ordenadores de la información y los documentos pueden ser realizados a partir de las indagaciones sobre las relaciones de las personas con la información, pero esto no es posible cuando sólo nos interesa el orden.
Esto es parecido, pero no igual a los enfoques basados en los procesos del sistema-biblioteca o en lo que buscan las personas-usuarios. La diferencia estriba en que el enfoque de medios-fines se centra en los procesos para la imposición del orden.
De esta manera, el problema de comprender los fallos y errores que se han realizado en los diseños para atender los requerimientos y los problemas de información es un terreno muy vasto que se abre ante nosotros, por lo que lo seguiremos abordando.

lunes, 25 de abril de 2011

27. VOLVER AL PRINCIPIO

Desde que inició el presente año, he estado pensando sobre los problemas de nuestra profesión que como bibliotecarios debemos enfrentar; esto es, los problemas internos de organización y administración, así como los de origen externo, como son la formación de bibliotecarios, los que son efecto del cambio tecnológico y los que se dan por otras muchas transformaciones culturales, sociales, económicas y políticas que impactan las bibliotecas y a los bibliotecarios.
Muchos de estos problemas se antojan de gran complejidad debido a la gran cantidad de elementos, flujos y relaciones que involucra su consideración, así como por las múltiples facetas que exhiben esos elementos y sus vínculos. Es común que se busquen soluciones a partir de las experiencias y por recomendaciones, o en las normativas, o consultando literatura de otras disciplinas, aunque varias veces las soluciones también se realizan porque tienen que darse, sin pensarlo mucho y al entender de cada quien.
La vida laboral y profesional de los bibliotecarios por lo común ha transcurrido en las bibliotecas, que pueden ser vistas desde varias perspectivas para entender su razón de ser y su operación. De esta manera, las bibliotecas pueden mirarse como templos del saber o instituciones de servicio, si es que sólo nos centramos en la figura de una organización creada con una intención (saber o servicio). Asimismo podemos verla como repositorio o como una totalidad de símbolos, que se disponen de manera ordenada para una doble finalidad de control y uso.
Una posible manera de conocer y comprender más los problemas de las bibliotecas es indagando su misión (entrada 21), su legitimidad (entrada 24), los valores que las soportan (entrada 25) o los equilibrios implicados de su funcionamiento (entrada 26). Pero hay otros modos de comprender la naturaleza de la biblioteca y, con ello, lo que hacemos los bibliotecarios que hemos crecido a su sombra.
¿Qué pasaría si pensamos en el origen de la biblioteca para buscar nuevas maneras de enfocar sus problemas? Tendríamos primero que indagar qué hubo antes de la biblioteca, y de inmediato nos encontramos con una conducta de coleccionismo en las personas y los grupos, que estaba motivada por una búsqueda de erudición, poder, investidura de nobleza, satisfacción personal, un ímpetu de poseer la belleza o para hacer un negocio.
En el coleccionismo se pueden manifestar el gusto, la curiosidad, la afición, la constancia y la intuición, aunque también pueden darse el acaparamiento, el rito, la manía, el fetichismo o la perversión. Según Osborn (1953), la afición de coleccionar tiende a construir conocimiento y a entrenar el juicio; sin embargo, el coleccionismo generalmente no estimula la imaginación y por tanto es dudoso que sirva para promover la creatividad.
La práctica psiquiátrica asocia el coleccionismo con algunos trastornos de la personalidad obsesiva y maníaca, aunque en sí el coleccionismo es un efecto más que una causa de estas conductas. De este modo, en el DSM-IV no aparece el coleccionismo como componente del diagnóstico del trastorno obsesivo-compulsivo de la personalidad, aunque sí se considera como indicador la incapacidad de tirar los objetos gastados o inútiles, incluso cuando no tienen un valor sentimental (Pichot, 2001). Asimismo, se ha observado que en la esquizofrenia se recurre al coleccionismo como un medio para defender la propia existencia ante una situación crítica (Kikuchi, 2003).
El modelo de la conducta de coleccionismo se caracteriza por realizar los siguientes cinco procesos (Kikuchi, 2003):
1. Posesión o cambio alternativos a la propiedad final.
2. Incremento del deseo.
3. Adquisición.
4. Apreciación.
5. Administración del almacenamiento.
Es de notar que muchas bibliotecas públicas y académicas tuvieron sus orígenes en esfuerzos de individuos o grupos que de manera particular se dedicaron al coleccionismo como parte de esquemas de comunicación del conocimiento y de intercambio de la información, tanto en la enseñanza como en la investigación. De esta manera, hubo profesores que juntaron sus bibliotecas personales, o que poco a poco fueron adquiriendo libros para tener a disposición las fuentes de información que requerían. Lo mismo pasó y sigue ocurriendo con grupos de investigadores, sólo que se da cada vez más en entornos digitales.
Cuando las bibliotecas particulares dejaron de serlo y se integraron a las bibliotecas de las organizaciones (ciudad, municipio, escuela o universidad), ocurrieron algunos cambios en la percepción de los profesores, los investigadores y los alumnos que conformaron esas bibliotecas particulares, que se debieron a que se despersonalizó el coleccionismo que venían realizando, además de que cambió el estado de derecho sobre la colección, al dejar de ser su propiedad y sólo dárseles la posibilidad del uso.
Los individuos o grupos primero vieron con buenos ojos que las organizaciones se hicieran cargo de las bibliotecas particulares, sobre todo cuando ya no podían mantenerlas o administrarlas. Sin embargo, al pasar el tiempo en muchos casos notaron que con los cambios de administraciones se aplicaban políticas y normativas como imposiciones, que a veces sentían como claras barreras a la disponibilidad y al acceso a las colecciones.
¿Será acaso que se ha perdido el encanto del hobbie? ¿O que las bibliotecas de las organizaciones se han extraviado contemplando sólo sus problemas internos? Lo cierto es que un retorno a los orígenes nos podría revelar que el coleccionismo sigue vivo en los profesores e investigadores que ni pagándoles asisten a las bibliotecas escolares o académicas, lo que nos resulta claro cuando vemos que recomiendan a sus alumnos bibliografía que no tienen esas bibliotecas.
¿Y si por un momento dejáramos jugar a los usuarios a que pueden transgredir nuestras clasificaciones y formar islas de conocimiento para su solaz? ¿Y si convirtiéramos las bibliotecas en lugares para enseñar el coleccionismo? ¿Para enseñarse a disfrutarlo?
Volver a los orígenes es un asunto que no está exento de problemas, pues el coleccionismo no ha existido aislado, sino que ha coincidido con el fenómeno de la descripción y, más recientemente, con la noción poco clara del servicio. Además, todas estas ideas se hayan atravesadas por el concepto del orden, que también se necesita aclarar para entender por qué el orden, en algunas de sus manifestaciones, resulta repulsivo a las personas.
Al lector no ingenuo le quedará claro que con estas bases podemos fincar lo que es una biblioteca, y no únicamente ella, sino muchas otras posibles alternativas para la atención de los requerimientos de información y conocimiento. Empero, esta clarificación parece ser un terreno virgen en nuestra disciplina, y por lo tanto su abordaje es de encuentro y descubrimiento, por lo que lo seguiremos tratando en otras entradas.

Bibliografía
Kikuchi, S. (2003). Aspects of collecting behavior. Japanese journal of phychopathology, 24(3), 205-225. Texto en japonés, resumen del autor en ingles. Recuperado: 16 abr. 2011. En: http://sciencelinks.jp/j-east/article/200406/000020040604A0091577.php.
Osborn, A.F. (1953). Applied imagination: Principles and procedures of creative thinking. New York: Charles Scribner’s Sons.
Pichot, P. (Coord.) (2001). DSM-IV breviario: Criterios diagnósticos. Barcelona: Masson.

sábado, 19 de marzo de 2011

26. SOBRE LOS EQUILIBRIOS DEL SISTEMA BIBLIOTECARIO

Desde siempre, el trabajo bibliotecario se ha venido realizando en el sistema llamado "biblioteca". La primera evidencia de que la biblioteca es un sistema es por el juego de equilibrios que se deben mantener para hacer posible su funcionamiento. De este modo, desde que nos responsabilizamos de alguna tarea bibliotecaria encontramos que nuestro rol de intermediarios tiene que ver con el mantenimiento de los equilibrios.
Es de esta forma que en el desarrollo de colecciones se busca equilibrar la calidad con la demanda, y el presupuesto con la demanda, entre otros.
En la administración, se busca el balance entre la misión institucional y las necesidades de los usuarios, o entre la productividad y la calidad.
En la catalogación, se busca alcanzar la objetividad en la representación para atender la subjetividad de los usuarios.
Así, tenemos que toda la biblioteca es un organismo compuesto por elementos que se oponen y se tienen que equilibrar. Los elementos no sólo se relacionan en parejas, pues uno mismo puede tener vínculos con varios otros, como por ejemplo el presupuesto, que impacta casi todos los otros elementos del sistema.
Piénsese por un momento como impacta la catalogación el servicio de préstamo, o como la automatización ha venido a alterar la catalogación, etc.
Con este planteamiento, nos podemos preguntar si existen equilibrios ideales, así como si estos equilibrios sólo son internos, o si también debe la biblioteca estar equilibrada con los factores exteriores que le impactan. Nos podemos anticipar respondiendo la última cuestión, indicando que por supuesto las condiciones exteriores pueden motivar cambios en los equilibrios internos. Sin embargo, los factores externos son ajenos a la biblioteca, o sea, ella no los puede controlar.
Es preciso notar el peso de la organización y el control en el mantenimiento de los equilibrios, pues la primera puede establecer y asegurar un estado equilibrado, en tanto que el segundo permite regularse y adaptarse ante los cambios. Tenemos entonces que la biblioteca puede controlar los elementos internos, pero no los factores externos. No obstante, si puede organizarse para buscar conocer sobre las conductas de los factores externos que mayormente le impactan en forma de crisis, alzas de precios, preferencias de los usuarios, etc.
Como puede apreciarse, el mantenimiento de los equilibrios requiere que conozcamos bien nuestra biblioteca y que estemos organizados para conocer y atender los factores externos que nos impactan. Sin embargo, en estos tiempos de gobalización, cambios y aparente desinterés en crecendo sobre lo que hacen las bibliotecas, se ha vuelto algo complejo el problema de mantener los equilibrios, por lo que es un asunto de gran interés que deberemos seguir abordando.