viernes, 31 de julio de 2015

64. EL ARTE DE LA BIBLIOTECONOMÍA

Hace un par de años, hicimos un Seminario de Fuentes Históricas de la Bibliotecología en México, en donde saltaron a la vista distintos aspectos olvidados o poco conocidos de la conformación de esta ciencia.
Entre los hallazgos que nos parecieron más notables encontramos los tres siguientes:
1. La Biblioteconomía se conformó en México por la adición de varias prácticas y nociones distintas, que se reunieron para echar a andar proyectos de gran envergadura en materia de organización bibliográfica en bibliotecas de acceso público. Así, a la Bibliografía se le agregaron la Bibliología, la Catalografía, la Clasificación, además de nociones de Economía y Administración, así como conocimientos de idiomas. La Biblioteconomía nació de esta amalgama.
2. La Biblioteconomía fue concebida como arte y como ciencia, esto es, el arte de hacer las bibliotecas y hacer con las bibliotecas, junto con el conocimiento de los libros, la historia de las bibliotecas, los procesos de selección, catalogación y clasificación, así como la buena lectura y otros asuntos relacionados.
3. La Bibliotecología se planteó como la ciencia resultante del establecimiento de bases teóricas firmes desde la Biblioteconomía, con la concurrencia de desarrollos más amplios de la Bibliografía y la Bibliología. Al respecto, es de señalar la importancia de la Bibliografía para la generación de conocimientos.
Así, la Biblioteconomía aportaría a la construcción de la Bibliotecología, y ésta llegaría a conformarse como ciencia cuando pudiera desarrollarse sin la necesaria presencia de su antecesora.
Este planteamiento nos lleva a preguntar sobre la naturaleza de la Biblioteconomía como arte. ¿De qué se trata?
Hace un par de días, charlaba con el pianista Marcelo Reyes sobre la naturaleza del Arte (con inicial mayúscula) y coincidimos en que se trata de un proceso en el que un sujeto (el artista) se esfuerza para someter su instrumento a su voluntad, pues lo debe dominar, al tiempo que es sometido por un imperativo superior a él, el cual admira porque le hace sentir inspirado y al que aspira a abrazar para llevar a sus últimos extremos su propia condición de sometido. Así, el dominio del instrumento le sirve al artista para lograr su sometimiento al imperativo que sabe y siente que es superior a él.
Si partimos de estas reflexiones, y notamos que la Biblioteca es el instrumento del bibliotecario -la máquina que proyectó Gabriel Naudé-, tendremos que él es quien debe someterla, lo cual realiza a través del proceso de esa Biblioteca que resulta en colecciones y servicios. A partir de este dominio, el arte del bibliotecario ocurre en el momento en que se somete a un imperativo superior, parte del cual está expresado en la misión organizacional que acepta (véanse las entradas 21 y 56) y otro tanto en su intención de servir y apegarse a valores superiores como el Bien, la Justicia, la Belleza, el Conocimiento o un concepto de divinidad.
El siguiente gráfico ilustra lo que estamos comentando, a la vez que muestra cómo a partir de los requerimientos, los intereses y los deseos, el bibliotecario como artista crea orden, servicios y discursos.
El arte de la Biblioteconomía como proceso.
El gráfico también evidencia que el sometimiento de la Biblioteca lo realiza el bibliotecario a partir de una filosofía o diversas teorías, utilizando asimismo una o más normativas para concretar su acción sometedora.
Relacionado con este tema, notamos que el economista estadounidense Herbert Simon apuntó en su obra Las ciencias de lo artificial (1969) que antes de que la Bibliotecología entrara a la arena de la academización para obtener reconocimiento en los ámbitos de la educación superior, era una disciplina dada al diseño de soluciones para atender distintas situaciones y/o problemas. Sin embargo, el diseño se fue eclipsando y abandonando para dar paso a contenidos teóricos que fueron llenando el currículo.
En esta observación de Simon podemos buscar el carácter de arte de la Biblioteconomía: Ese saber hacer que caracterizó a varios bibliotecarios de antes, y que también se manifestó en su valoración crítica de las normativas extranjeras para aplicarlas en el propio país.
No obstante, esta reflexión no debe llevarnos a pensar que proponemos hacer un mero viaje al pasado para conocer la historia, sino que más bien debe servirnos para darnos cuenta de que lo verdaderamente enriquecedor en estos momentos sería lograr actualizar ese arte de la Biblioteconomía para que sirva ahora, con renovados bríos, para resolver los problemas bibliotecarios, documentales y de información, así como para mejorar la situación de muchas bibliotecas. Y ni se diga lo que ayudaría para resolver el entuerto en que anda la educación bibliotecaria.(véase la entrada 57).
De esta manera, es mucho lo que podría aportar una problematización de la Biblioteconomía como arte. No obstante, el tema es tan vasto y complejo que lo seguiremos tratando en sucesivas entregas.

Bibliografía

Simon, H.A. (2006). Las ciencias de lo artificial. Traducción de Marta Poblet y otros. Granada: Editorial Comares.