lunes, 23 de agosto de 2010

22. SER Y PARECER DEL BIBLIOTECARIO

Hace un mes, fui invitado a dar una conferencia en Guadalajara, que debía tratar sobre la esencia del bibliotecario. El tema fue sugerido porque se habría de celebrar el Día Nacional del Bibliotecario el 20 de julio.
Una parte de mi exposición la dediqué a mencionar cómo nos ven las personas a los bibliotecarios. Para iniciar el tema, recurrí a cuatro imaginarios sociales:
a) El bibliotecario como ratón o cucaracha de la biblioteca.
b) El bibliotecario como alguien cuadrado.
c) El bibliotecario como colocador de libros.
d) El bibliotecario como alguien que lee mucho.
La primera imagen está muy bien expresada por Rimbaud en el poema Los Sentados (1871), y en un soneto de Albertos Tenorio, que se llama El Bibliotecario (1949). Este último describió al bibliotecario como sigue:
Este bibliotecario de la figura enteca,
de ojos adormilados y ridícula facha,
que con lecturas clásicas su cacumen empacha,
solemne y taciturno vive en la biblioteca.
Su faz descolorida parece una hoja seca,
que sólo se enrojece en cuanto se emborracha,
y andando entre los libros como una cucaracha,
se ha quedado ya el pobre con la cabeza hueca.
Marcha por las aceras con andares pausados,
saludando a las gentes con gestos estudiados,
que son un fiel trasunto de su pedantería,
y a veces, ante un grupo sentado en una banca,
en actitud de dómine, de improviso se arranca
con una perorata sobre filosofía.
Cuando he preguntado a las personas sobre lo que significa para ellos que un bibliotecario sea alguien cuadrado, me dicen que se trata de una persona poco flexible, a la que no le es fácil comunicarse, y con quien es difícil ponerse de acuerdo, pues no puede salirse de sus normas y reglas. El mejor ejemplo de esta imagen del bibliotecario es el segmento de película llamado Conan el bibliotecario (1989), donde se muestra la pasión bibliotecaria por la clasificación y el reglamento en detrimento de los usuarios.
Hay varios ejemplos de la imagen del bibliotecario como colocador de libros. Uno de ellos es la película Party girl (1995) que se exhibió en las Jornadas Mexicanas de Biblioteconomía, cuando fueron en Chihuahua (2008). Las personas ven así al bibliotecario y deducen que el trabajo de la biblioteca lo puede hacer cualquiera que conozca la clasificación bibliográfica. Otro ejemplo lo encontramos en el poema El Bibliotecario de la nada de José María de Juan Alonso (2009), que dice en un fragmento:
A los bibliotecarios de la nada
también podéis decirles tal vez cómo es un árbol
pero no les digáis cómo es la dignidad.
La dignidad es este guardar los libros cada día
después de haber luchado hasta la última sangre,
la dignidad es guardar los libros
con el mismo celo de los diamantes de sangre,
los libros donde se guardan las palabras
que se escribieron sólo una vez sobre el viento…
Otra imagen que las personas tienen del bibliotecario es la de alguien que lee mucho. De esta forma, la lectura en abundancia es una de sus principales características, a ojos de muchas personas, de modo que el bibliotecario no parece dedicarse en la biblioteca a otra cosa que a leer. Esta percepción también alude a la facilidad para trabajar en una biblioteca siempre que se domine la lectura. Un ejemplo lo tenemos en Jorge de Burgos, el bibliotecario de la abadía benedictina en la que transcurre la trama de la novela El Nombre de la rosa, de Umberto Eco (1982). En contraparte, un sarcasmo del bibliotecario no lector viene citado en el ensayo Cómo hablar de los libros que no se han leído, de Bayard (2008).
La idea de un bibliotecario lector, y posiblemente erudito, fue señalada por Shera (1990) como opuesta a la idea del bibliotecario dedicado al servicio. De esta manera, este autor enfatizó que en el equilibrio entre el saber y el servicio dominaba el primero en el pasado, por lo que una función principal del bibliotecario era la de ser guía de lecturas. Sin embargo, propuso que debía hacerse un viraje para que el bibliotecario fuera “un mediador entre el hombre y los registros gráficos que han producido la suya y previas generaciones y que el objetivo del bibliotecario es maximizar la utilidad social de los registros gráficos” (Shera, 1990, p. 202).
La frontera entre el servicio y el saber se manifiesta en el uso, pues éste, “en el sentido de que algo de lo que un lector ha leído ha tenido impacto sobre la sociedad, y es por tanto un asunto de interés para la sociedad, ocurre más allá del punto en el que el bibliotecario pone el libro, registro gráfico o información, en las manos del lector” (Shera, 1990, p. 203). De esta manera, Shera propuso que el bibliotecario debía desligarse del uso, aunque es de notar que conceptuó mal el propio uso, pues incluyó en la misma noción la lectura que hace el lector y el impacto social, como una relación causal necesaria. Esta reducción simplista además generó una paradoja, pues en la manipulación de los registros gráficos o documentos es imposible sustraerse de cierto conocimiento sobre los contenidos, mismo que también puede ser condición para poder realizar los procesos y los servicios de la biblioteca.
Esta paradoja de Shera fue tomada como una fuente de los dilemas de Neill (1992), quien encontró paradójico que varios científicos de la información no vieran como parte de su responsabilidad el uso de la información, por lo que planteó desde distintos ángulos los problemas que en consecuencia debería buscar atender la disciplina, a los que llamó “dilemas”.
Hemos visto hasta aquí cómo se manifiestan en las personas algunos imaginarios sobre el bibliotecario, que indican lo que este personaje les parece. También notamos cómo una de esas imágenes está vinculada con la paradoja de Shera y con los dilemas de Neill. Este ser, parecer y deber ser del bibliotecario puede conducir por muchos caminos, pero de cierto falta más información para estar en posibilidad de precisar el problema que estamos identificando, por lo que continuaremos con este asunto en otra ocasión.

Bibliografía
Albertos Tenorio, E. (1949). Cisnes negros. Mérida, Yuc.: Club del Libro.
Bayard, P. (2008). Cómo hablar de los libros que no se han leído. Barcelona: Anagrama.
Conan el bibliotecario (1989). En: UHF. Dir. Jay Levey. Recuperado: 21 ago. 2010. En: http://www.youtube.com/watch?v=-rO6c0Yvq3c&NR=1.
Eco, U. (1982). El Nombre de la rosa. Barcelona: Lumen.
Juan Alonso, J.M. de (2009). El Bibliotecario de la nada. En Serlik, A. (2001). La Lectora impaciente. Recuperado: 21 ago. 2010. En: http://lectoimpaciente.brinkster.net/db/certamenes2009trapre.htm.
Neill, S.D. (1992). Dilemmas in the study of information: Exploring the boundaries of information science. New York: Greenwood.
Party girl (1995). Dir. Daisy von Scherler Mayer. Recuperado: 21 ago. 2010. En: http://www.imdb.com/title/tt0114095.
Rimbaud y el bibliotecario (2005). Recuperado: 21 ago. 2010. En: Bibliotecosas: Silva bibliotecaria de varia lección. http://bibliotecosas.blogia.com/2005/031901-rimbaud-y-el-bibliotecario.php.
Shera, J.H. (1990). Los Fundamentos de la educación bibliotecológica. México: UNAM, CUIB.

sábado, 7 de agosto de 2010

21. SOBRE LA MISIÓN DE LA BIBLIOTECA

La historia de las bibliotecas presenta estas instituciones como emergiendo porque sí, como hierba en el campo social. No resulta claro el significado de las leyendas “Hospital de las Almas” o “Templo del Saber” que se llevan y traen para pretender fundamentar una existencia y una valoración de la biblioteca en la antigüedad. Tampoco resulta claro qué tipo de repositorios se destruyeron en el Continente Americano luego de la Conquista, o cuál era la naturaleza de las llamadas “bibliotecas” que fueron destruidas en varias dinastías gobernantes en China.
Lo único que resulta evidente es que existe en ciertas culturas, en ciertas personas, la necesidad de coleccionar soportes físicos portadores de información y conocimiento. Esa necesidad que mueve al coleccionismo no parece ser única, sino que se diversifica al verse unida a varios motivos, de entre los cuales tenemos que los principales son el saber, el poder y el hacer, que generalmente se manifiestan en sus combinaciones: Saber-Poder, Saber-Hacer, Poder-Saber, Poder-Hacer, Hacer-Saber y Hacer-Poder.
A manera de ejemplo, tenemos que Gabriel Naudé tuvo una intuición cuando en su Advis apuntó que la biblioteca es una máquina cultural que permite colocar el saber de manera accesible y ordenada con el objetivo de provocar una comprensión política (Coelho, 2000, pp. 82-83). De esta manera, la motivación de la biblioteca es un Saber-Poder; o sea, Naudé comprendió que los individuos debían buscar la adquisición de un cierto grado superior de conocimiento que les permitiera acceder a un nivel de posibilidades nuevo para sus vidas. Así, el conocimiento debería brindar la libertad.
Coelho nos indica que un opuesto a esta noción del francés es si el motivo para que exista la biblioteca es el Poder-Saber, que es cuando nos encontramos con las figuras del director de lecturas o del orientador cultural, pues ellos son quienes buscan imponer los bienes culturales que se desea consumir, y a veces sólo permiten que se consuman esos. De esta manera, ellos son las figuras de autoridad que dictaminan las posibilidades para acceder al conocimiento.
¿Cuáles son los motivos para que exista nuestra biblioteca? ¿Los motivos originales cambian conforme pasa el tiempo? No conozco ninguna biblioteca escolar o universitaria que no esté motivada por el Poder-Saber, a la manera de la explicación de Coelho, pues se autoasumen como instituciones autorizadas para hacer posible el acceso a cierto tipo de conocimiento, lo cual está en correspondencia con la naturaleza de sus organizaciones de adscripción.
En su origen, las bibliotecas públicas estaban motivadas por un Saber-Hacer y, de manera controlada, por un Hacer-Poder, pues fueron concebidas como instituciones para la educación de los trabajadores, que permitirían elevar su nivel educativo, brindándoles herramientas para mejorar sus propias vidas. De esta manera, algunos de los temas favoritos que se difundían desde las bibliotecas públicas eran la higiene y la economía doméstica. Hoy, las bibliotecas públicas muestran tal diversidad que sería pertinente averiguar cuáles son los motivos de su existencia.
Las bibliotecas nacionales se originaron por motivos del tipo Poder-Hacer, pues fueron pensadas para brindar a los individuos los conocimientos posibles para hacer naciones desarrolladas, progresistas y justas. Sin embargo, estos motivos primeros han cambiado en varios países, a veces para mal, como ocurrió en México, donde la biblioteca nacional que se tuvo fue absorbida por la institución de educación superior más importante del país, con lo que cambió su motivo original por el de Poder-Saber y sólo existe para mantener la hegemonía y el control de un grupo de académicos, en la medida en que son capaces de concentrar y controlar parte de la producción bibliográfica y documental del territorio.
Es importante indicar que a los motivos aquí señalados se les agregan fines, que también están vinculados a las necesidades que llevan a crear y mantener bibliotecas. De esta forma, a los anteriores debemos agregar el origen público o privado de la organización o el mecenas que financia esas bibliotecas. Asimismo, tenemos que considerar el enfoque de gestión pública o comercial que persiguen esa organización o ese mecenas.
Éstas y otras condicionantes delimitan y configuran la naturaleza de las bibliotecas, que nunca es igual y siempre está sujeta a cambios. Es así que a partir de estas delimitaciones y configuraciones de cada biblioteca, con sus necesidades, motivos, fines y formas de gestión y financiamiento, tenemos que el ser de cada institución es único. La manifestación del ser de la biblioteca, aquello que hacen y hacia lo que enfilan todos sus afanes, se llama su “misión”.
Podemos encontrar ejemplos de declaraciones de misión como los siguientes:
Caso A: La Misión de la Biblioteca es proveer recursos y servicios de información a profesores y alumnos del Campus… para contribuir a su desarrollo académico y de investigación.
Caso B: Satisfacer los requerimientos de información de la comunidad universitaria, desarrollar competencias para el acceso y uso de información en los miembros que así lo requieran, y mantener espacios físicos y virtuales que creen óptimas condiciones de aprendizaje.
La misión del Caso A expresa una necesidad de aprovisionamiento de cierto tipo de recursos y servicios a cierta población. Su motivo es del tipo Poder-Hacer, pues expresa que el aprovisionamiento va a contribuir al desarrollo de la población. El fin al que se dirige esta biblioteca es la academia y la investigación, aunque sólo a manera de contribución por medio del aprovisionamiento. De esta manera, no resulta claro un fin social, por lo que la biblioteca podría servir a un fin comercial o de otro tipo. Sobre la forma de gestión, se entiende que hay un proceso manifestado de aprovisionamiento-contribución, lo cual apuntaría a una gestión solamente enfocada en el desarrollo de colecciones y en los servicios para poner esas colecciones al alcance de académicos e investigadores (p. ej., préstamo, orientación, repositorio digital). Nada se indica sobre la forma de financiamiento.
La misión del Caso B es distinta, pues expresa tres necesidades:
1) De satisfacer requerimientos de información de la comunidad universitaria.
2) De falta de competencias para el acceso y uso de información en esa comunidad.
3) De mantener espacios físicos y virtuales en ciertas condiciones.
Esta biblioteca está motivada por el Poder-Saber, pues está enfilada hacia la creación de condiciones para el aprendizaje. El fin al que se dirige es la comunidad universitaria, atendiéndola y formando sus competencias. Por este motivo, vemos un fin social en esta misión. Sin embargo, la forma de gestión sólo indica tres áreas de desarrollo desarticuladas: Mantenimiento de espacios físicos y virtuales, atención de requerimientos de información, y desarrollo de competencias de información. Por lo mismo, estas tres áreas no indican un carácter sistémico en la gestión. Tampoco se aclara nada sobre la forma de financiamiento.
Parafraseando un adagio, podríamos decir sobre las bibliotecas que “por sus misiones las conoceréis”, pues como vemos en la declaración de la misión se condensa en buena medida una definición de lo que estas instituciones esperan/desean ser. Pero la cosa no queda sólo en la mera redacción, sino que la misión de la biblioteca debe estar alineada a la misión de la organización a la cual está adscrita, de forma que tenga sentido decir que es parte de ésta.
De especial interés puede resultar confrontar lo que las bibliotecas esperan o desean ser con lo que realmente son o pueden llegar a ser. Sin embargo, aún carecemos de ese conocimiento, que debería basarse en un método de comparación referencial.
Tenemos entonces que la responsabilidad de crear, administrar y desarrollar repositorios de información y conocimiento, llámense “bibliotecas”, va más allá de la selección, adquisición, catalogación, servicio y difusión, pues quizá la distancia que media entre lo que la biblioteca es y lo que espera o desea ser resulta grande o imposible de recorrer.
Los problemas que encontramos con esta reflexión son varios: ¿Qué son las bibliotecas? ¿Qué esperan o desean ser? ¿Cómo expresan su naturaleza en una misión? Este problema fue el mismo que encontramos en una reunión en San Luis Potosí, en el año 2007, cuando preguntamos a los asistentes qué es una biblioteca. Todos querían dar una definición de aceptación general, pero cada uno tenía una noción distinta, lo cual llevó a una situación de desorientación y angustia por sentirse incapaces de definir lo que creían más que conocido. La situación se pudo resolver con una solución fenomenológica: La biblioteca corresponde a una idea genérica, por lo que tiene muchas facetas, de manera que todas las nociones expresadas corresponden a la biblioteca. La idea de biblioteca se volvió una suma de las nociones que tenían los participantes.
Adelanto que este problema lo voy a enmarcar dentro de otro que quiero tratar más adelante, sobre la cultura bibliotecaria, que me parece un problema tan complejo que aún lo sigo degustando. Hasta la próxima.

Bibliografía
Coelho, T. (2000). Diccionario crítico de política cultural: Cultura e imaginario. México: CONACULTA; ITESO; Secretaría de Cultura, Gobierno de Jalisco.

lunes, 2 de agosto de 2010

20. SOBRE LA INFORMACIÓN Y LA SOSTENIBILIDAD

Hace entre 25 y 30 años escuchábamos reiteradamente decir que la información era un recurso inagotable, pues –se manifestaba- cualquiera podía tener y usar la información y no por ello dejaría de estar disponible. Sin embargo, con el advenimiento de la industria de la información, y luego de la economía de la información, se perfilaron maneras para imponer barreras comerciales y legales al libre flujo de la información para lograr la imposición de los costos que debía implicar su generación, empacado, difusión, comercialización y venta.
De esta manera, aunque la información nunca ha estado cien por ciento disponible para todos, además de que muchas veces su control ha servido para dar ventaja a las clases gobernantes, desde el final de la segunda gran guerra del siglo XX ha ido perdiendo paulatinamente el carácter social que algunas veces le quisieron dar los movimientos bibliográficos internacionales y la misma UNESCO, para venir a convertirse en un bien comercial, algo a lo que sólo pueden acceder los que pueden pagar para hacerlo.
De esta manera, los proyectos para crear y fortalecer las bibliotecas prosperaron coincidentemente en las áreas urbanas a partir de esos años y hasta la caída del bloque socialista, empezando después una disminución de la responsabilidad gubernamental y social para su establecimiento y desarrollo. No resulta ocasional lo que mencionó la doctora Estela Morales Campos en una conferencia que comentamos antes (vid. ensayo 18), al indicar que “el Estado debe proveer mínimos de información a la población, a través de las escuelas y las bibliotecas públicas.”
La información sirve para poder vivir una vida segura, sana y productiva en armonía con la naturaleza y los valores culturales y espirituales locales. Nos permite buscar un camino que lleve hacia la igualdad entre individuos y comunidades, naciones y generaciones. También, para buscar una alternativa que permita distribuir la riqueza (en la forma de acceso a recursos y oportunidades) y aumentar la prosperidad de todos. No obstante, esta mención de la utilidad de la información corresponde a la definición de “sostenibilidad” que se utiliza en las ciencias sociales. Entonces, ¿cuál es el vínculo entre la información y la sostenibilidad? ¿La información sirve a la sostenibilidad? O quizá, ¿la sostenibilidad sirve a la información?
Según el diccionario de la Academia, la palabra “sostenibilidad” se refiere a un proceso que puede mantenerse por sí mismo, “como lo hace, p. ej., un desarrollo económico sin ayuda exterior ni merma de los recursos existentes.” Resulta claro de esta definición que la información sirve a la sostenibilidad, en tanto que se usa para asegurar que el proceso pueda mantenerse a sí mismo. Es así que la información sobre el comportamiento del propio proceso es vital para su mantenimiento y desarrollo.
¿La información configura un proceso que puede mantenerse a sí mismo? Al respecto, tenemos que las bibliotecas son instituciones cuya manutención es muy costosa. Además, en México no es común que se le permita a las bibliotecas buscar fuentes de financiamiento para su mantenimiento y desarrollo, aunque los discursos digan lo contrario. Esta situación paradójica resulta de que por una parte se habla de las posibilidades de que las bibliotecas gestionen recursos propios (generados u obtenidos), en tanto que por el otro lado se imponen trabas normativas para poder hacer justo lo que dicen esos discursos. Este absurdo no es extraordinario, sino una muestra de las muchas estupideces que ocurren, en todos los órdenes, alrededor de las bibliotecas en este país.
Entonces, si vemos la biblioteca como proceso de información tenemos que, en razón de que ésta no puede mantenerse (obtener financiamiento para su mantenimiento y desarrollo), resulta que no es sostenible. Desgraciadamente, la paradoja que viven las bibliotecas se vuelca en un absurdo social, en el momento que nos preguntamos cómo se informan las personas.
Ciertamente, están los medios de información y comunicación disponibles como recursos para informar a las personas, pero no debemos olvidar la distinción que hizo Debray entre comunicación y transmisión, pues a las bibliotecas les corresponde, en buena medida la transmisión del conocimiento, en tanto que los medios más bien lo comunican.
Para retomar esta distinción de la que tratamos con anterioridad (p. ej. vid. ensayo 7), viene al caso un estribillo que escuchamos en los años de escuela: “La historia enseña los errores del pasado para no volverlos a repetir en el presente”. Sin embargo, esos errores son susceptibles de perpetuarse cuando falta la transmisión –aunque sea oral- del conocimiento.
En este sentido, la sostenibilidad de la información asoma como un problema de la bibliotecología: ¿Cómo hacer sostenibles las bibliotecas, los sistemas y redes bibliotecarios, para que puedan cumplir su función social?
Este problema no es nuevo, aunque tampoco se ha dicho la última palabra. Además, conforme se desenvuelve en el mundo el tema del acceso a la información, sea como derecho, como libertad o como mero trámite, asoma más un problema que no tiene precedentes en el mundo futuro que se perfila, y que se designa como “Sociedad de la Información”. El problema de la sostenibilidad de las bibliotecas y la información es sólo un segmento de este enorme problema.
Además, debe notarse que la complejidad de estos problemas resulta del cúmulo de procesos socioeconómicos, políticos, técnicos, productivos, institucionales y culturales que están relacionados con la satisfacción de las necesidades de información en un entorno de calidad de vida.
¿Cómo hacer viable la obtención, el mantenimiento, el flujo y los usos de la información requerida por una comunidad? Hay factores económicos y sociales que se deben tomar en cuenta, así como un sistema de información mundial, con su propio comportamiento, que debe ser considerado. ¿Cómo hacer viable la información que necesitan las personas sin comprometer las capacidades de las nuevas generaciones para satisfacer sus necesidades culturales? Las preguntas pueden seguir, pues como indicamos se trata de un problema complejo, tanto que no creo poder identificarlo yo solo, por lo que quedan invitados quienes deseen compartir estas inquietudes. Mientras tanto, dejaremos para después la continuación del abordaje de este interesante problema.

Bibliografía
Debray, R. (2001). Introducción a la mediología. Barcelona: Paidós.
Real Academia Española. (2001). Diccionario de la lengua española. 22a ed. Madrid: RAE. Recuperado: 2 ago. 2010. En: http://www.rae.es.
Sheinbaum. D. (2007). Sustentabilidad. Recuperado: 29 jul. 2010. En: http://sepiensa.org.mx/contenidos/2007/l_susten/susten1.html.