sábado, 2 de junio de 2012

42. SOBRE EL ENMARCADO DE LA BIBLIOTECA

Las personas utilizamos enmarcados para estar y movernos en el mundo. De esta manera, a través de enmarcados ubicamos objetos, conceptos y personas, instalados cerca o lejos de nosotros dependiendo de nuestra escala de valores, así como en concordancia con nuestros deseos e intereses.
Los enmarcados existen para guiarnos en el mundo, a manera de un mapa del sistema, por lo que también expresan el fin para el cual éste existe. Los distintos componentes que están en esos enmarcados nos indican aquello que notamos y que nos resulta significativo, lo que necesitamos o nos gusta, así como lo que acostumbramos.
Además, los enmarcados nos llevan a disponer del espacio y el tiempo para los fines que nos propongamos, mismos que están alineados al fin del sistema o que lo alteran. Por ejemplo, en un modelo de hogar occidental, la primera habitación es un recibidor que a veces llamamos "sala", en donde se mantienen ciertos objetos en una instalación concebida para que lleguen, se conozcan y sean atendidas las personas distintas de quienes habitan en la casa y la utilizan. Al pasar el tiempo, este modelo ha tenido variantes, a la vez que la influencia de la cultura occidental en distintos pueblos ha llevado a que existan domicilios con formas distintas de salas, manteniéndose en general la función de ser espacio de recepción de los extraños.
Entrada de la Biblioteca Central de Seattle.
Cuando trasladamos la noción de enmarcado a la biblioteca, esperamos constatar que la disposición física de los elementos en el recinto corresponda a un modelo. Es así que  encontramos varios modelos de bibliotecas que manifiestan de formas diferenciadas la función de su punto de ingreso o entrada, así como el uso que podemos hacer de él. De este modo, a veces allí está el catálogo, en otros casos se tiene allí un mostrador de información y préstamo, en algunas ocasiones se ha instalado allí un espacio de recibidor amplio que también puede utilizarse para exposiciones, o cabe tener allí un guardabultos con una persona que pide que se registren quienes deseen entrar. 
Hasta ahora no he encontrado una biblioteca que tenga en su punto de ingreso una sala, como las de los domicilios, en donde un biblotecario reciba a los usuarios, los conozca y los escuche para luego recomendarles o instruirles sobre lo que deban hacer al pasar al resto de las instalaciones.
¿Que´ocurre cuando el modelo de la biblioteca corresponde a una instalación en la Internet? O sea, si seguimos con la idea del punto de ingreso, ¿cómo es éste en las bibliotecas que se encuentran en la red?
Si como hemos notado hasta ahora, cada parte de la biblioteca conforma una instalación que es segmento de otra instalación mayor en la que la imbricación de las partes tendría que ser funcional entre ellas y de ellas con el todo, además de cumplir con los otros fines que le adjudiquemos, entonces la instalación para el punto de ingreso a la biblioteca cobraría singular importancia ya que como mínimo debería servir para recibir, mostrar y ayudar a decidir si se debe continuar hacia las otras instalaciones.
Sitio de la BNF.
Tomemos como caso el sitio digital de la Biblioteca Nacional de Francia, donde lo primero que destaca y llama nuestra atención es una pantalla cambiante junto a una cartelera llamativa que indica los eventos culturales vigentes o próximos. Más arriba, vienen algunos botones que envían a servicios para personas con discapacidad, para cambiar de idioma o para tener acceso a algunos servicios. Abajo, vienen listados ordenados en vertical de hipervínculos clasificados, entre los cuales podemos notar al centro la información sobre la propia institución. Más abajo, vienen hipervínculos que se muestran con íconos, así como botones para tener acceso a las redes sociales.
En este punto de ingreso, la biblioteca me dice que es un espacio cultural, accesible y que tiene gran cantidad de opciones para mí, además de mantenerme informado sobre lo que realiza. Es de notar que sobre la pantalla cambiante está escrito un llamado a sostener la biblioteca, que fue colocado de modo que no pueda dejar de mirarse. En ese breve texto, el verbo está en infinitivo, por lo que se refiere a una acción que quiere parecer neutra, aunque invitadora por el verbo elegido.
El modelo de biblioteca que notamos aquí es el de un espacio cultural disponible para las personas, con actividades y servicios diversos, que no siempre son gratuitos, y que se debe sostener para que pueda continuar realizando sus actividades sociales y culturales. El punto de ingreso traduce el modelo y se nos presenta como un espacio lleno de recursos, sin muchos blancos intermedios, a modo de una alacena plena de cosas interesantes.
Este componente del enmarcado que conforma el sitio digital de esta biblioteca es muy sugerente. Si lo pudiéramos traducir a un espacio físico, tendríamos una entrada de una biblioteca con carteles de avisos y señalamientos, como un lugar de partida a otros espacios, pero de modo que atraiga la curiosidad y sirva al estudioso.
Por supuesto, el enmarcado no sólo se limita a una de las instalaciones, sino que consiste en todas las que componen lo que es la biblioteca, abarcando también las interrelaciones e influencias entre los espacios y el todo, los usos y los tiempos de esos usos.
Los enmarcados que tenemos corresponden a los modelos de bibliotecas que hemos desarrollado, que en si mismos traducen la racionalidad con la que han sido concebidas. De este modo, el punto de ingreso puede hacerse pensado como entrada y también como punto de reconocimiento, o como punto de control, o como acceso a los recursos, o para recibir orientación, confiriendo en todos estos casos una función añadida que también diferencia cómo se puede direccionar a las personas hacia las otras instalaciones de la biblioteca.
¿Qué ocurriría si el punto de ingreso fuera un lugar de reflexión, o un lugar para demostrar la intuición propia, o un lugar para jugar con las emociones? ¿Cómo influiría o qué cambiaría en las demás instalaciones de la biblioteca? ¿Qué debería cambiar en la biblioteca física? ¿Qué debería cambiar en la versión digital de la biblioteca? ¿Podemos pensar nuevas modalidades de biblioteca que nazcan completamente en ambiente digital, o sea, sin referentes a lo que han sido las bibliotecas físicas? ¿Qué nuevos modelos deberíamos considerar?
El problema del enmarcado es muy sugerente y se abre a otros problemas relacionados, lo cual le confiere determinado grado de complejidad. Por esta razón, deberemos considerarlo en otra de nuestras próximas reflexiones.

lunes, 23 de abril de 2012

41. SOBRE LA CRÍTICA BIBLIOTECARIA

Cuando los bibliotecarios hacen mención de la crítica, debemos tener cuidado al intentar comprender de qué están hablando, pues es posible que se refieran a alguno de los siguientes conceptos:
1) Una reflexión o análisis.
2) Juicios que se emiten sobre un asunto o situación.
3) Una evaluación que se realiza sobre el estado en que se encuentran ciertas cosas.
4) Una mera opinión o apreciación.
Así, tenemos por ejemplo que cuando encontramos en una cita de los bibliotecarios australianos que "los graduados necesitan una mezcla de conocimientos y capacidades bibliotecológicas esenciales así como formación en solución de problemas y pensamiento crítico, para enfrentarse a las necesidades conocidas y emergentes", es muy probable que el sentido de la crítica corresponda a la tercera noción que indicamos antes.
Estampilla postal conmemorativa.
En otro caso, tenemos que algunos bibliotecarios se refieren a lo que llaman "bibliotecología crítica" en una pretendida mixtura de las nociones primera y tercera, que empero se resuelve en la noción cuarta, o sea, que son meras opiniones -casi declaraciones de fe en torno a nichos temáticos- sobre asuntos tan variados como son las tecnologías de la información y la comunicación, el enfoque gerencial en la administración bibliotecaria, las barreras en el acceso a la información, los paradigmas imperantes en la bibliotecología, las jerarquías bibliotecológicas, la teoría bibliotecológica, el desempeño rutinario de las técnicas en las bibliotecas, la neutralidad de la bibliotecología y la biblioteca, el pasado bibliotecario idílico que se está perdiendo por culpa del capitalismo, la censura en sus varias manifestaciones, la degradación de la educación bibliotecaria, la mercantilización y el consumismo de la información, y un largo etcétera.
En repetidos foros hemos señalado la gran falta que hace a nuestra profesión el contar con su propia crítica y sus críticos. Sin embargo, es preciso aclarar que la crítica es un ejercicio que debe hacerse con fundamento, esto es, con un conocimiento profundo de la disciplina y la profesión bibliotecarias, así como sobre sus problemas. De esta manera, cuando alguien emite una crítica a algún enunciado o sobre una situación, lo debe hacer considerando los recursos conceptuales y las experiencias del dominio bibliotecario, manifestándolo así en su planteamiento.
Otro aspecto a considerar en la crítica es la posición desde la que se emite, pues toda crítica es ideológica, o sea, se sustenta en un sistema de valores de su emisor. Además, esos valores pueden mover a defender ciertos intereses, lo cual llevaría a que en su enunciación se emitan argumentos soportados en una retórica utilizada para servir en la defensa de esa posición.
Precisamente, esa retórica del emisor es distintiva de cómo hace la crítica, por lo que puede ser determinante para su exposición y su defensa en caso de que encuentre resistencias por parte de los otros. En este sentido, la claridad con la que se expongan las ideas, así como la racionalidad del discurso, son aspectos muy importantes. Como ejemplo, tenemos que en la bibliotecología se recurre con cierta frecuencia al argumento basado en la historicidad de una situación -calificando el pasado como bondadoso-, sea por indicaciones sobre que "antes se hacia mejor", o que "antes se hacia diferente", o que "antes se tenía una moral más alta, o se consideraba más a la gente, o se tenía una misión clara, o...".
Un penúltimo aspecto que debemos considerar al respecto de la crítica es para qué se realiza, esto es, cuál es la finalidad de hacerla. Sobre este particular, veamos el siguiente caso: "Las escuelas de bibliotecología tienen que ser algo más que la antesala del mercado laboral y constituirse en un espacio de educación integral y humanista, en el que se formen profesionales críticos, capacitados en todos los aspectos de la disciplina y no sólo en aquellas competencias que exija el perfil de un determinado puesto de trabajo". Aquí, nos podemos preguntar el para qué de la crítica en la formación de un profesional crítico, que además sea educado integralmente, con enfoque humanista y con competencias laborales. ¿Para qué servirá a ese profesional ser crítico? ¿En cuál de los sentidos de la crítica que hemos señalado?
Para concluir esta reflexión sobre la crítica bibliotecaria, debemos preguntarnos quién puede realizarla. Las consideraciones anteriores nos permiten discernir que el crítico tendría que ser un bibliotecario con dominio de su disciplina y su quehacer, ideológicamente posicionado, poseedor de determinada retórica y con una finalidad definida. Desgraciadamente, en muchos casos hemos percibido que este perfil no es común entre los bibliotecarios, lo cual nos lleva a preocuparnos por las posibilidades de que tengamos algún día una verdadera crítica bibliotecaria, y no sólo charlatanería adornada de grandilocuencia.
Es un hecho que cuando las razones se les acaban a los llamados "bibliotecarios críticos" es cuando empiezan a chabacanear apoyándose en circunloquios y en remembranzas sueltas de la época dorada de las bibliotecas soviéticas, o recurriendo a notas sobre la censura de las bibliotecas en la Alemania nazi o durante el régimen pinochetista, o bien afloran las citas o menciones de Marx, Lenin, las luchas proletarias, las trasnacionales monopolistas, etc., etc.
Con esta breve reflexión, notamos que los problemas de la crítica bibliotecaria conforman un complejo de discursos y prácticas discursivas, además de que tienen una gran injerencia en el poder que sustentan esos discursos y esas prácticas. Al tratarse de un problema tan complejo, precisa que debamos tratarlo en otra ocasión.

Bibliografía

Civallero, E. (2012). Contra la virtud de asentir está el vicio de pensar: Reflexiones desde una bibliotecología crítica. Localizado: 23 abr. 2012. En: http://eprints.rclis.org/handle/10760/16611#.T5T5TdVDRhY.

viernes, 6 de abril de 2012

40. SOBRE NUESTRO QUEHACER Y/O ESTUDIO

Desde mis años de estudiante, he observado con curiosidad la naturaleza insegura y cambiante que impera entre nosotros a la hora de nombrar nuestra profesión. Al respecto, aún recuerdo bien cuando al llegar a registrarme a un hotel donde tendríamos unas reuniones de trabajo del grupo que ahora es CONBAP-IES, el maestro José Orozco Tenorio se acercó a saludarme cuando llenaba el formulario de ingreso, y al ver que en el espacio para poner la ocupación puse "bibliotecario" me llamó la atención, pues dijo que nosotros somos "científicos de la información" y que no reconocerlo era quedarnos a la zaga ante las otras profesiones.
La primera distinción que observé al estudiar biblioteconomía en la ENBA es que a la par existían estudios de bibliotecología en la UNAM, y de ciencias de la información en la Universidad de Guanajuato. Hoy tenemos como nominaciones las anteriores, además de "ciencia de la información documental", "ciencia(s) de la documentación", "estudios de la información", "gestión de la información" y pinta que pronto tendremos más extendida la "gestión del conocimiento" y otras más que veremos llegar.
No obstante, esta riqueza terminológica no parece reflejarse en transformaciones a fondo en las currículas, sino que sólo parecen cambios nominales, lo cual fue motivo de una pesquisa que por algún tiempo interesó al Colegio Nacional de Bibliotecarios sin que llegará a definirse alguna decisión o acción al respecto que tuviera trascendencia.
En el fondo de todo este asunto, podríamos preguntarnos sobre si existe alguna modificación en el objeto de quehacer y/o estudio al que apuntan los distintos nombres. Sobre este particular, siempre ha resultado claro que el objeto de quehacer y/o estudio de la biblioteconomía es la biblioteca, abarcando su creación, organización, funcionamiento y evaluación. La bibliotecología, tal como la entiende la UNAM, estudia la biblioteca (igual que la biblioteconomía), la información, los documentos, los usuarios de las bibliotecas y de la información, así como aspectos de la comunicación de la información a través de documentos.
Las ciencias de la información presentan dos vertientes, pues como entiende este asunto la Universidad Autónoma de San Luis Potosí abarca la bibliotecología y la archivología, en tanto que para la Universidad Autónoma de Chihuahua abarca la bibliotecología, la gestión de la información y el conocimiento en el ámbito de las organizaciones, además de la comunicación organizacional y social.
Más que abundar en esta aparente infodiversidad, me interesa entender cuál es el objeto de quehacer y/o estudio que nos distingue a los bibliotecarios ante las demás profesiones. Al respecto, hace tiempo que estoy reflexionando sobre el uso de la información documentada, pues pienso que es por completo de nuestra incumbencia todo lo que tiene que ver con este asunto. Además, si asumiéramos que la biblioteco(l/n)o(g/m)ía es la disciplina que estudia y realiza actos en materia del uso de la información documentada podríamos muy bien dar cabida a todo lo que ahora abarcan la biblioteconomía y la bibliotecología. Es más, observando bien notaríamos que podrían tener cabida todos los demás temas que hemos indicado antes para los demás nombres usados en las escuelas y carreras.
Es de notar que alguna vez platiqué sobre este asunto con un colega, y él insistió en que había que agregarle "socializada" a la "información documentada", pues según decía sólo la información documentada y socializada sería aquella a la que tendría acceso el bibliotecario. Sin embargo, aún no estoy de acuerdo con ese argumento, pues la información documentada puede ser resultado de un acto privado o estar fuera del conocimiento público, y de esta forma sólo llegar a socializarse como efecto de recibir la atención de un bibliotecario.
Una ventaja de esta propuesta sería que al tener una forma de explicar a los otros lo que hacemos sería más fácil que los bibliotecarios realicemos algo para terminar con los estereotipos y prejuicios que rodean nuestra profesión. Asimismo, nos permitiría enfilar mejor el rumbo de lo que hacemos, pues las vertientes teórica y aplicada de nuestro quehacer encontrarían un punto en común para comunicarse mejor. De esta manera, continuarían la investigación y la práctica profesional enfilándose a una mejor comprensión y ejercicio del uso de la información documentada.
Para profundizar un poco más, tenemos que diseccionar nuestro objeto de estudio para encontrar en sus entrañas la riqueza conceptual y práctica que encierra. Encontramos por un lado el uso, tomado como sustantivo, que es adjetivado por la información documentada. Así, el uso está delimitado, o diríamos que sólo habría ciertos usos, que serían aquellos que podrían realizarse con la información documentada. Pero, ¿cómo sería posible ese uso? Una respuesta sería que a través de las bibliotecas, otra apuntaría a crear servicios de información documentada, otra más señalaría los servicios educativos, quizá pensaríamos en la gestión del conocimiento explícito, y así sucesivamente.
Otra pregunta que podemos hacernos sobre el uso se refiere a cómo podría realizarse, y aquí tendríamos que pensar en los sistemas de búsqueda y recuperación de la información, en la alfabetización informativa, en la lectura, y otros más.
Podríamos hacernos más preguntas sobre el uso, como quiénes usan, por qué o para qué usan, etc. También podemos preguntarnos sobre la naturaleza de la información documentada, y aquí diseccionarla en información y documentar para hacernos más preguntas que nos abrirían el universo al que se direcciona lo que estamos haciendo ahora, así como otras posibilidades que se derivarían de la riqueza conceptual de contar con un objeto de quehacer y/o estudio adecuado, claro y conciso.
Tenemos entonces que la cuestión de cómo llamar a nuestra profesión/disciplina no es el verdadero problema aquí, sino algo accesorio para designar cuál es nuestro objeto de estudio y de quehacer. Es tan importante este tema, y tan necesaria su reflexión serena, que deberemos seguir abordándolo en otra ocasión. Por supuesto, quedan invitados a esta reflexión.

lunes, 19 de marzo de 2012

39. BIBLIOTECONOMÍA ALTERNATIVA

En la región sur de Brasil, se realiza hace varios años el Encuentro Regional de Estudiantes de Biblioteconomía, Documentación, Ciencia y Gestión de la Información, que es un evento académico, de encuentro y participación al que acuden anualmente en promedio 500 asistentes.
En su edición del año 2010, se trató el tema de la biblioteconomía alternativa y como uno de sus resultados tres de los participantes redactaron un manifiesto referente a la materia y luego lo publicaron en la red, el cual es el mismo que traduzco y presento a continuación:
"Nosotros, estudiantes de biblioteconomía, a partir de este XII EREBD Sul nos esforzaremos y lucharemos.
Artículo 1
Se declara que las siguientes reglas deben programarse -- y no obedecerse ciegamente.
Artículo 2
Se declara que nunca habrá estabilidad, por más seductora que sea, por más gratificante que parezca, o por más seguridad que transmita. Siempre que tal calamidad se aproxime, el bibliotecario debe manifestarse contra el orden establecido, cuestionando e instaurando nuevamente la inestabilidad.
Artículo 3
Se declara que cada nuevo orden requiere un nuevo desorden, y que cada nuevo desorden requiere un cuestionamiento meticuloso: ¿Cómo puedo mejorar lo que ya tengo? Corresponde al bibliotecario fomentar el desorden y alimentar a otras personas con información que posibilite los cambios.
Artículo 4
Se declara que la biblioteconomía no es una profesión, ni un matrimonio, ni un sacerdocio. La biblioteconomía es ahora un estado del espíritu y una forma de ser.
Artículo 5
Se declara que el bibliotecario no es solamente sus herramientas, pero sí que tiene sus herramientas. No hay una CDU, CDD, AACR2 que valga la pena aprender si no satisface las necesidades del nuevo desorden. El insumo del bibliotecario es la información localizable, diseminable y discutible.
Artículo 6
Se declara que el único enemigo del bibliotecario es él mismo. La pereza, el egoísmo, la falta de voluntad y la falta de esperanza son incompatibles con el quehacer bibliotecario.
Artículo 7
Se declara el repudio a la expresión "Mi biblioteca" por el bibliotecario o por el pasante de biblioteconomía al referirse a sus lugares de trabajo y de estudio. Cada biblioteca es de sus usuarios, independientemente de lo que crean sus directivos.
Artículo 8
Se declara que el bibliotecario, más allá de ser bibliotecario también será usuario durante el período de su existencia.
Artículo 9
Se declara que el bibliotecario debe ser tan creativo como el poeta. Que debe crear soluciones cuando estén disponibles y que debe conocer las soluciones que sus colegas encuentren. La biblioteca sólo recibirá inversiones si tiene visibilidad, tendrá visibilidad si funciona bien, y funcionará bien sólo si el bibliotecario recuerda que él también es usuario.
Artículo 10
Se declara que ésta no es la primera biblioteconomía alternativa, ni será la última. Cada vez que los bibliotecarios estén satisfechos, deberá ocurrir un nuevo levantamiento que considere las nuevas necesidades y las nuevas esperanzas.
Publíquese y cúmplase.
Porto Alegre, 24 de abril de 2010."
Es tan grande la cantidad de problemas que plantea este manifiesto... El bibliotecario debe ser un sujeto disturbador, y por ello activo promotor de visiones nuevas y cambios. Este estado de desorden e inestabilidad permanentes se opone a uno de los principales requisitos que tradicionalmente se consideran como fundamentales para la existencia de la biblioteca.
También, ese bibliotecario debe ser usuario y no creerse que la biblioteca le pertenece. Además, la biblioteca debe ser de los usuarios.
Se declaran valores que pueden derivar en criterios para desarrollar colecciones y para aceptar o desechar las herramientas normativas del bibliotecario.
No es fácil pensar en la enormidad y complejidad que aquí se propone, pero dada la creatividad que exhala este texto, deberemos tomarlo como referencia en futuras reflexiones.

Bibliografía

Estatuto da biblioteconomia alternativa. Biblioteconomia alternativa: Novas atitudes sobre velhas práticas. Localizado: 18 mar. 2012. En: http://biblioteconomiaalternativa.blogspot.mx.

viernes, 24 de febrero de 2012

38. CALIDAD BIBLIOTECARIA

Cuando hace algunos años las bibliotecas académicas, tanto las privadas como las públicas se vieron impelidas por sus instituciones para certificarse conforme la norma ISO 9001, que indica los requerimientos de un sistema de gestión de calidad, muchas de ellas enfrentaron problemas conceptuales debido a que esta normativa fue concebida para el mundo empresarial. De esta forma, palabras como "cliente" y "producto" se analizaron y fueron sustituidas por "usuario" y "servicio" respectivamente. Además, se encontraron problemas para documentar los procesos, para medir la gestión bibliotecaria, y hubieron tropiezos con las prescripciones sobre la calibración de los equipos (por ejemplo, los de control ambiental o los de seguridad), al igual que con la sección dedicada al diseño.
Varias bibliotecas mexicanas se han certificado hasta ahora conforme esa norma, pero la duda persiste: ¿Esas bibliotecas y sus servicios son de calidad? ¿Sus bibliotecarios son de calidad? ¿Sus colecciones son de calidad? ¿Basta la obtención de un certificado para que se vuelvan bibliotecas de calidad? ¿Qué es la calidad cuando nos referimos a las bibliotecas?
Gimeno Perelló (2008) indica que hay cinco tipos de calidad:
  1. La trascendente, que supone para la calidad una realidad absoluta y universalmente reconocible.
  2. La basada en el producto (o el servicio).
  3. La que parte de la perspectiva del usuario, como último juez de la calidad. El autor considera los aspectos dinámicos de la calidad, que abarcan desde lo que espera el cliente hasta lo que éste no requiere explicitamente, pero que le aportaría satisfacción.
  4. La basada en el proceso, que se concentra en la satisfacción de determinadas especificaciones.
  5. La basada en el valor, que define la calidad en términos de costo y precio.
El mismo autor aclara que estos tipos no son excluyentes, por lo que los gestores buscan incluirlos en una estrategia integral.
Pero veamos cada uno de estos tipos como se corresponde a la realidad de las bibliotecas para tratar de comprender lo que es la calidad bibliotecaria. El tipo de la calidad trascendente corresponde a la situación de las normativas bibliotecarias que se han pretendido poner como estándares generados a partir de las prácticas de las mejores bibliotecas del mundo. Es así que una de las formas utilizadas para construir normativas -que hasta donde sabemos sigue vigente- consiste en tomar como indicadores ciertos componentes de las bibliotecas que se asumen como ejemplares, para luego construir, por la vía de la comparación, las normativas que habrán de tomarse como modélicas. Estas normativas se han pretendido universales, y como tales se les ha querido utilizar en los mismos tipos de bibliotecas, sean académicas, escolares o públicas.
La calidad basada en el servicio se ha ensayado también en las bibliotecas, principalmente a través de las estadísticas, mismas que se difunden en diferentes presentaciones: Conferencias, artículos de revistas, cuadernillos informativos, hasta censos por tipos de bibliotecas. De esta manera, las estadísticas se han utilizado como un medio para probar, por vía numérica, la calidad de los servicios. Esto se ha realizado partiendo de varios supuestos, abstracciones y estimaciones, que juntos muestran que "si los servicios de la biblioteca son utilizados es porque un número significativo de usuarios los consideran de calidad".
La calidad basada en el usuario se ha trabajado más en las bibliotecas con la segunda acepción que le da Gimeno Perelló, esto es, la que considera la calidad como aquello que el usuario no requiere explícitamente, pero que le proporcionaría satisfacción. Continuando con esta acotación, tenemos los ejemplos de las bibliotecas que han propuesto como asunto determinante de la calidad las condiciones ambientales (como el color de las paredes), hasta aquelas que incluyen entre sus recursos la suscripción a costosas bases de datos o la compra de mobiliario importado, siempre basadas en la potencial satisfacción que estos bienes proporcionarían a los usuarios.
La calidad basada en el proceso es la que propone la norma ISO 9001, que como indicamos al principio se ha estado aplicando principalmente a las bibliotecas académicas de México.
La calidad basada en el valor es más común que se aplique a las bibliotecas privadas, en donde se da un precio a esas colecciones a través de un proceso de avalúo. En este sentido, el precio (estimación pecuniaria) y el costo (que es lo que se gasta en adquirir algo) nos indicarían algo sobre la calidad de la biblioteca en cuestión.
Notamos entonces que los cinco tipos de calidad señalados por Gimeno Perelló se han aplicado a las bibliotecas en México, aunque es de notar que con ninguno de ellos podemos asegurar con certeza que esas bibliotecas sean de calidad. Observamos además que la calidad trascendente parece oponerse a la calidad basada en el proceso, y esto ocurre en razón de que en el segundo ocupa un lugar muy importante el diseño, mismo que introduce un aspecto de relativismo que hace única cada biblioteca, por lo que las normativas modélicas no siempre serían aplicables.
En contraste, la calidad basada en el servicio coincide con la calidad basada en el usuario siempre que consideremos la acotación de la segunda para entender que la calidad es aquello que el usuario no requiere explícitamente, pero que le proporcionaría satisfacción. De este modo, los servicios bibliotecarios y los demás componentes del ajuar bibliotecario podrían satisfacer al usuario y contabilizarse en estadísticas.
Punto y aparte merece el notar que cuando las bibliotecas usan la norma ISO 9001 (calidad basada en el proceso) generalmente adolecen en sus descripciones para aplicarla de un grave defecto, que resuelven definiendo su diseño como excluido de su alcance. Al respecto, alegan que las bibliotecas no diseñan nada, no obstante que a todas luces cada biblioteca es distinta (incluso si aplican las mismas normativas), lo cual se pone en evidencia en el reglamento. De esta forma, el reglamento de cada una de ellas es evidencia de que esa biblioteca es resultado de un diseño, o sea, que fue concebida de alguna manera y se fue adaptando esa idea que le dio origen a las condiciones impuestas a su posterior desarrollo.
En un pasado no muy lejano, los bibliotecarios pensaban que sus bibliotecas eran de calidad si tenían toda la información y los documentos requeridos para atender las solicitudes de sus usuarios. Después, con las ideas de la mercadotecnia pensaron que la imagen debía ser reflejo de la calidad de sus servicios. Más tarde, fue el posicionamiento en el mercado de la información lo que sería canjeable por la noción de calidad. Hoy estamos en tiempos en que la tecnificación de los procesos y servicios son parte infaltable de nuestra idea de calidad bibliotecaria, a lo que se viene agregando la certificación de calidad.
En este punto, debo aclarar que la calidad no parece ser resultado de un relevo de los conceptos de calidad anteriores, sino más bien se trata de una acumulación de todas sus cualidades, de modo que hablar de una biblioteca de calidad sería en este momento el referirnos a una que tenga disponible toda la información y los documentos que requieran sus usuarios, con una imagen y un posicionamiento en la sociedad, con procesos y servicios soportados en la tecnología, y con un certificado de calidad ganado luego de someterse a una evaluación externa determinada.
¿Es esto la calidad bibliotecaria? ¿Y el bibliotecario? ¿Es sólo un parte más dentro de esta búsqueda de una determinación de la biblioteca como objeto de calidad? La calidad no parece sólo cosa de definición, sino que involucra prácticas, así como las percepciones de todos los involucrados. Es un problema tan complejo que lo deberemos seguir considerando en otra ocasión.

Bibliografía

Gimeno Perelló, J. (2008). Evaluación de la calidad en bibliotecas: Compromiso con lo público. Buenos Aires: Alfagrama.

martes, 14 de febrero de 2012

37. CONFORMISMO BIBLIOTECARIO

Hace unos momentos recibí en mi correo un texto publicado en la revista Crítica bibliotecológica, que es de autoría de González Castillo y Martínez Hernández (2010) y en su resumen indica que trata de una crítica cuádruple:

(1) A la marcada tendencia y actitud conformista de la práctica y el discurso bibliotecológicos.

(2) A la aceptación entusiasta del orden establecido.

(3) A la defensa activa de las imposiciones sistémicas capitalistas plasmadas en escritos y estrategias de las rutinas bibliotecarias.

(4) A las diversas instituciones bibliotecarias que fomentan el discurso conformista que atropella derechos laborales, banaliza los planes de estudio y abandona la bibliotecología en un vacío teórico y crítico.

Al respecto de su primer propósito, González Castillo y Martínez Hernández se limitan a revisar unos cuantos textos de dos autores mexicanos (Hernández Pacheco y Arriola Navarrete) y concluyen que desde la óptica de la crítica al capitalismo sistémico (Borón y Roitman) hay un repliegue a la lógica empresarial, lo cual se pone en evidencia por la terminología gerencial que se viene imponiendo al referirse a diferentes asuntos bibliotecarios. Para contrastar esta crítica, aluden a principios y conceptos humanísticos que se han venido abandonando en el discurso académico y en la formación de bibliotecarios profesionales: Igualdad (de oportunidades y condiciones), derechos, democratización, autonomía, libertad, emancipación (individual y social) y crítica.

La segunda y tercera críticas no están desarrolladas con claridad en el texto, sino que asoman como atisbos y sugerencias subsidiarios a la crítica primera.

La cuarta crítica se enfila contra la Dirección General de Bibliotecas del Conaculta, así como contra el Colegio de Bibliotecología de la UNAM y la Escuela Nacional de Biblioteconomía y Archivonomía de la SEP. Aunque no se entiende cómo se articula la crítica contra la educación bibliotecológica con la planeación de la institución rectora de la Red Nacional de Bibliotecas Públicas, se abunda en la crítica desde las mismas premisas del abordaje primero.

Si uno trata de comprender en este escrito cuál es la condición laboral de los bibliotecarios, se encuentra una confusión bastante grande, pues aunque se mencionan la mayor vigilancia y el acoso de los trabajadores, la coacción, la instrumentalización de los sujetos, la amenaza constante de perder el trabajo y la anulación del derecho del trabajo, no se pasa de la mera indicación, además de que se dejan de lado aspectos como los salarios, los riesgos en el trabajo y otros varios temas relacionados y de igual o mayor interés.

En general, el trabajo que presentan González Castillo y Martínez Hernández es muy pobre y me causa una gran preocupación por las señales que brinda sobre una descomposición general que está ocurriendo en el Colegio de Bibliotecología de la UNAM, donde parece que se ha perdido toda perspectiva de la realidad y únicamente se alcanza a vislumbrar lo que dejan ver los entretejidos de citas textuales en que se encuentran enredados sus profesores y alumnos.

Si a lo anterior agregamos el cierre que acaba de ocurrir de la maestría de bibliotecología del Colmex, entonces parece que no sólo está involucrada una institución en la problemática que viene pasando con la educación de los bibliotecarios profesionales de este país.

Con anterioridad, había tratado aquí varios asuntos sobre los bibliotecarios: La ética (nota 3), su potencial creativo (nota 13), su responsabilidad social (nota 19), sobre el imaginario social que se le adjudica (nota 22), sobre la comunicación y la heurística bibliotecarias (nota 23) y sobre su educación (nota 31). No obstante, esta situación que relato ahora es nueva y tiene que ver con la capacidad de los bibliotecarios para leer, escribir, pensar y... ser críticos.

Antes había escrito que los bibliotecarios somos conservadores por profesión, pues nos corresponde precisamente resguardar documentos sobre todas las manifestaciones de lo humano, o saber lo más posible sobre ellos con la finalidad de poder ayudar a otros cuando requieren datos, información y/o conocimiento. Sin embargo, la responsabilidad social que querramos asumir requiere que también aceptemos la responsabilidad de nuestros actos, y no sólo que nos dediquemos a buscar formar nuestra trinchera vital a partir de cacaraquear un huevo que no alcanza a gestarse, sino que resulta en abortos como el que aquí citamos.

Este es un problema no sólo de formación de bibliotecarios, sino también de capacidades, competencias y comunicación. Es tan complejo, que deberé incorporarlo en las siguientes reflexiones sobre la naturaleza de los bibliotecarios.

Bibliografía

González Castillo, J.A., Martínez Hernández, C.A. (2010). Tendencias conformistas en el discurso y en la realidad laboral de los bibliotecarios en México. Crítica bibliotecológica, 3(1). Consultado: 14 feb. 2012. En: http://eprints.rclis.org/bitstream/10760/14702/1/c.b.vol.2.no.2%26vol.3.no.1.gonzalez-martinez.pdf.

martes, 20 de diciembre de 2011

36. INTERACCIONES EN LA BIBLIOTECA

En las entradas 2 y 32 me he referido a la naturaleza de los problemas en el ámbito bibliotecario. Cuando recorro de nuevo lo que ahí he escrito, encuentro que esos problemas se pueden describir mejor mediante tres componentes taxonómicos que nos pueden ayudar a alcanzar una mejor comprensión.
Al continuar mis indagaciones y revisar de nuevo esos apuntes para ahondar más en la naturaleza de los problemas, detecto que entre los que son de operación están varios que resultan de relaciones difíciles o conflictivas en las que pueden estar implicados los usuarios, los bibliotecarios o las autoridades administrativas y decisorias para asuntos de las bibliotecas. Estos son problemas de interacciones, mismos que a decir de Anderson (1981) tienden a hacer su aparición en la mayoría de los problemas de gestión bibliotecaria, incluso en aquellos que a primera vista parecen sólo convenir a la planeación, la organización o el control.
Los problemas de interacciones pueden aparecer en cualquier momento. Así, tenemos que Hickey (1972) menciona que algunos problemas resultan del error en el reconocimiento del impacto de la personalidad del catalogador entre sus colegas y hacia el público de la biblioteca. Para que entendamos mejor esta aseveración, y con las cautelas necesarias, estaríamos considerando por analogía este impacto del catalogador como parecido al del chef de un restaurante, quien prepara los platillos que van a degustar los comensales y se los hace llegar a través de un servicio de meseros. Al igual que en la cocina, en el área de catalogación -cuando no solamente se reproducen recetas- se da un trabajo altamente creativo para conseguir la descripción más adecuada de los documentos, lo que lleva a que surjan acuerdos y discrepancias en torno a las soluciones. Los rasgos personales del catalogador, y en particular la manera como se comunica con los otros, influyen en buena medida sobre todos los otros componentes de la biblioteca.
Abundan los casos en que personas ajenas a la biblioteca -porque generalmente no la utilizan-, e incluso algunos usuarios manifiestan su oposición a que ciertos recursos estén disponibles en los acervos o como mera exposición temporal. En este sentido, recuerdo que un conocido mío, quien trabajaba como bibliotecario en una facultad de la UNAM, me comentó en una ocasión que había comprado para su biblioteca un paquete interactivo muy importante y costoso, del que pensaba que iba a tener gran impacto cuando lo difundiera entre los alumnos y los profesores. Tiempo después, me platicó que tuvo que poner a resguardo ese material por una discrepancia que había surgido con un profesor, quien le había pedido que el paquete interactivo sólo fuera de uso exclusivo para él, ya que trataba de asuntos que competían a su clase, y con el argumento siguiente: Debido a que los temas se verían en su materia, entonces no era necesario que los alumnos conocieran la fuente directa en la biblioteca. Mi seguimiento de este caso llegó al punto en que el material se había prestado por tiempo indefinido al mencionado profesor, quien lo retenía en su cubículo dentro de la institución.
En otro tenor, Umapathy (1984) realizó apuntes sobre diversos contratiempos que surgen cuando los bibliotecarios deben comunicar a las autoridades administrativas y/o decisorias al respecto de los asuntos operativos o financieros de sus bibliotecas. En estos casos, es frecuente que ocurran malos entendidos, que surjan suspicacias o que se pidan más aclaraciones, sobre todo cuando las autoridades quieren hacer reducciones presupuestales o de espacio a las bibliotecas. La actualidad de este tipo de problemas se nos aclara si consideramos el caso de los reclamos que aún persisten para que las bibliotecas hagan más con menos, o cuando tomamos conocimiento de las amenazas que se hacen a las bibliotecas en referencia a su eventual reemplazo por computadoras con conectividad a la red.
Así como estos, podemos encontrar múltiples casos de problemas de interacciones que fueron recogidos en libros publicados entre los años 70 y 80, cuando al parecer hubo en el mundo anglosajón un gran interés por educar a sus bibliotecarios con una sustento más cercano al trabajo de campo.
El problema de las interacciones es tan amplio que nos lleva a pensar en la forma como muchas de sus manifestaciones son ocasionadas por la estructura y el funcionamiento del propio sistema de la biblioteca. En este sentido, y retomando los ejemplos antes mencionados, tenemos lo siguiente:
(1) Cuando en la biblioteca se mantienen políticas que sólo buscan el logro de metas de productividad o calidad en el trabajo del catalogador, esto impacta de maneras distintas a los trabajadores de este ramo.
(2) Cuando hay políticas que mantienen una situación de privilegio para los profesores, o cuando no se les considera en las políticas dejando todo a discreción de las partes involucradas, es frecuente que se pueda dar una escalada de privilegios e incluso abusos de esos profesores, aunque el servicio bibliotecario se vea afectado.
(3) Cuando no hay un entendimiento claro sobre el propósito y la utilidad de la biblioteca para las organizaciones y quienes las constituyen, o cuando han cambiado ese propósito o la percepción de utilidad sin que lo note la biblioteca, es común que las autoridades administrativas y/o decisorias quieran proceder por su propia mano, para lo que piden a la biblioteca que presente cuentas y reportes sólo para reforzar sus decisiones.
Con estas reflexiones no resolvemos los problemas que usamos como ejemplo, sino que meramente matizamos asuntos que pueden estar influyendo en su manifestación. De hecho, estos problemas de interacciones requieren para su mejor comprensión y atención de la concurrencia de la comunicación organizacional, de la psicología social y también podría ser necesaria una reingeniería del sistema de la biblioteca.
Es muy interesante que ninguna de las carreras que forman bibliotecarios en nuestro país considera llevar materias de relaciones humanas, relaciones públicas, gestión de conflictos, o algunas de las indicadas antes como necesarias para la comprensión y atención de esta clase de problemas. Es más, hace muy poco una profesora de bibliotecología de la UNAM rechazaba que se impartan a los bibliotecarios materias relacionadas. Quizá lo que ocurre es que las escuelas de bibliotecarios también son parte del problema, por lo que se nos antoja que estos problemas de interacciones son más complejos de lo que hasta ahora avistamos. Por esta razón, deberemos seguir considerándolos más adelante.

Bibliografía

Anderson, A.J. (1981). Problems in library management. Littleton, CO: Libraries Unlimited.
Hickey, D.J. (1972). Problems in organizing library collections. New York: R.R. Bowker.
Umapathy, K.S. (1984). Problems in library management. 2nd. rev. ed. New Delhi: Vikas.