lunes, 31 de diciembre de 2012

50. ¿RECURSO O DOCUMENTO?

En la entrada 16, expuse el problema de si es posible una forma normalizada de descripción de todos los tipos de documentos. Una de las vertientes de ese problema es si se podría compatibilizar el carácter sistémico y objetivo de la normativa catalográfica con el modus operandi de los individuos, que siguen procesos históricos y subjetivos cuando buscan información y documentos.
Las reglas de descripción y acceso del recurso (RDA) han venido a abonar este problema, no obstante que desde su creación se han propuesto como una suerte de solución del mismo, pues con su enfoque hacia la atención de las cuatro actividades del usuario (encontrar, identificar, seleccionar y obtener) y su modelo de entidad-relación se centran en un concepto de apariencia neutral: El recurso, que se define en la normativa respectiva como sigue:
Una obra, expresión, manifestación o item. El término no sólo incluye una entidad individual, sino también sus agregados y componentes (por ejemplo, tres mapas, una diapositiva que es parte de un conjunto de 20, un artículo publicado en una revista académica). Se puede referir a una entidad tangible (por ejemplo, un audiocasete) o a una entidad intangible (por ejemplo, un sitio web).
Las entidades bibliográficas obra, expresión, manifestación e item se muestran con sus relaciones en el siguiente gráfico, tal como se les consideró en el modelo de requisitos funcionales del registro bibliográfico (FRBR):
Dejaremos por ahora de lado los problemas que en sí misma plantea esta definición del recurso para tratar de responder a una cuestión que se aloja en el corazón mismo del problema de la entrada 16: Sobre si un recurso y un documento son la misma cosa. Para ello, vamos a considerar la genealogía de ambos, en cuyo intento nos guiaremos con la gráfica del modelo de creación / conformación del documento, que se muestra a continuación:
Tenemos aquí que un documento es un objeto apropiado o elaborado que por la forma como se le adquirió o por su uso asume una valoración simbólica-social como registro o evidencia de algo, lo cual le da una peculiar significación ante un individuo o un grupo social. Es de notar que esta noción suma nuevos matices al problema que semblanteamos en la entrada 11 sobre la naturaleza del documento.
Por razones de utilidad, el documento es objeto de estudio y desarrollo dentro de la disciplina que llamamos "Documentación" (entre otros nombres), y puede llegar a reunirse con otros documentos para conformar acervos que se guardarían en repositorios. La historia ha mostrado que los acervos dispuestos y accesibles para su uso brindan una diferencia competitiva a los individuos y las sociedades a quienes sirven.
Podríamos abundar en otros conceptos que se desprenden de esta gráfica, pero por ahora nos interesa aclarar que hemos añadido en rojo las entidades bibliográficas que son propias del recurso, conforme su definición. De esta manera, notamos que las entidades bibliográficas expresión, manifestación e item están presentes dentro del proceso de creación / conformación del documento, pero que no está la entidad bibliográfica obra, pues aunque se tiene por supuesta en este modelo no es parte del mismo. Dicho en otras palabras, la noción o la idea que es característica de la obra no se ha considerado como parte del concepto de documento, pero sí es parte del concepto de recurso.
Agreguemos a lo anterior que en las RDA no se define lo que es un documento, aunque si se le considera como manifestación, lo cual corresponde a usos específicos que se dan al documento.
Todo esto apunta a que el recurso y el documento no son de la misma naturaleza. Asimismo, este razonamiento es indicador de que el documento es un tipo de recurso, pero aun queda por resolver si todo recurso es un documento.
Esta última interrogante puede responderse negativamente si consideramos los siguientes casos:
1) Los mensajes que nunca llegan a fijarse en un soporte (esto es, que son obra u obra-expresión solamente).
2) Los recursos que nunca llegan a ser valorados como documentos (por ejemplo, los grafitis callejeros, los escritos y dibujos en los baños públicos, las producciones censuradas, subvaloradas o excluidas, etc.).
3) Los recursos que entran en la nebulosa que se llama "recurso intangible". Sin embargo, en este considerando hay algunos que claramente son documentos, como los sitios web.
Llegados a este punto, alguien pudiera pensar que este problema resulta del tipo de abordaje que estamos siguiendo (la genealogía del documento y del recurso), y que la solución se tendría con sólo seguir otro camino, por ejemplo, mediante una comparación de tipologías del recurso y del documento. Nada más alejado de la realidad, pues este es un problema no sólo conceptual, sino de la práctica de conformación y organización de los acervos.
En otras palabras, este problema se refiere a la concepción misma del universo documental o de recursos que es materia de trabajo de los bibliotecarios, por lo que su problematización es un asunto permanente y abierto debido a las dinámicas de creación y conformación de los objetos y de valoración de los mismos como documentos o como recursos de interés para las unidades de información.
Así, el problema de si sean lo mismo el recurso y el documento queda abierto, sin resolver, pues precisamente las dinámicas en las que están involucrados ambos son distintas y coinciden con determinada frecuencia, por lo que pueden cambiar sus definiciones e incluso volverse más imprecisas. Este problema es tan complejo e interesante que lo deberemos considerar en otros abordajes.

Bibliografía

Buckland, M.K. (1997). What is a document? Journal of the American Society for Information Science, 48(9), pp. 804-809.
Dumas, M.N. (2012). Uma busca por um conceito genérico de documento: Tipos e suportes. Disertación de maestría presentada en la Universidade Federal do Paraná, Curitiba.
Frohmann, B. (2009). Revisiting "what is a document". Journal of documentation, 65(2), pp. 291-303.
Rabello, R. (2009). A face oculta do documento: Tradição e inovação no limiar da Ciencia da Informação. Tesis de doctorado presentada en la Faculdade de Filosofia e Ciencias de la Universidade Estadual Paulista, Marília.
RDA toolkit: Resource description & access. (2010- ). Localizado: 31 dic. 2012. En: http://www.rdatoolkit.org.

jueves, 29 de noviembre de 2012

49. ¿HAY BIBLIOTECAS SIN BIBLIOTECARIOS?

Con anterioridad he escrito que nuestra formación profesional parece estar diseñada para atarnos a una institución: La biblioteca. No obstante, hace unas horas estuve en una reunión en la Asociación Mexicana de Bibliotecarios y fue sorprendente la respuesta negativa que recibí de parte de mis colegas cuando afirmé que no hay bibliotecas sin bibliotecarios, o sea, que la biblioteca la hace el bibliotecario, y que si no hay bibliotecario entonces tenemos una colección de recursos, pero no una biblioteca.
En estos momentos, y luego de que han pasado algunas horas que me han permitido reflexionar sobre lo ocurrido, me doy cuenta de que mi estupor por la vehemencia con que mis colegas se manifestaron contra mis aseveraciones -sin permitirme continuar tratando este asunto- se debe a que se ha cosificado al bibliotecario. La impresión es parecida a la que me causó descubrir la imposibilidad de los bibliotecarios para definir la biblioteca, lo cual ocurrió durante una reunión que tuvimos hace unos años en San Luis Potosí para revisar la situación de la normativa biliotecaria en México.
Por este motivo, me parece muy pertinente problematizar este asunto y pensar un poco sobre la posibilidad de que haya bibliotecas sin bibliotecarios. Para ello, debemos preguntarnos quién es el bibliotecario y qué lo caracteriza como bibliotecario.
Al respecto, la historia nos muestra que mucho antes de que hubiera estudios profesionales para formar bibliotecarios se gestó en algunos pueblos la práctica de acumular soportes con información en sitios determinados, como un rasgo cultural diferenciador de esas sociedades y sobre todo de determinadas personas que ostentaban cierto poder. En este sentido, y como resultado de ese desarrollo cultural, llegaron a conformarse las bibliotecas, que vinieron a ser los repositorios de diversos objetos que se conjuntaban para adquirir una ventaja competitiva, esto es, que conferían determinado estatus y poder a sus poseedores, no por la sapiencia de los mismos, sino por el conocimiento que podían tener y recuperar, directa o indirectamente, para su propio beneficio.
La organización y administración de esos acervos antiguos generalmente se asignó a los estudiosos, quienes establecidos como bibliotecarios debieron ser capaces de atender sus responsabilidades, de responder a las consultas que les hacían sus patrones -los legítimos dueños de esas bibliotecas- y de asesorarlos. Esos bibliotecarios sabían muy bien que la reunión de los documentos podía aportar nuevos conocimientos, y por ello siempre estaban buscando adquirir otros materiales para incrementar sus colecciones, además de que impulsaron la realización de varios productos bibliotecarios para estar en posibilidad de brindar sus servicios y de eficientar el uso del acervo.
Con la proliferación y diversificación de las bibliotecas institucionales -varias de ellas más tarde destinadas a servir para la educación de las masas trabajadoras- los gobiernos nacionales buscaron ampliar de manera controlada la capacidad productiva y la calidad en sus economías. De este modo, se conformó una estratificación de las bibliotecas correspondiente a las jerarquías sociales establecidas:
  • Las bibliotecas públicas para las masas.
  • Las bibliotecas escolares para formar la masa trabajadora (en la escuela pública) y los cuadros sucesores de las élites (en la educación privada).
  • Las bibliotecas universitarias públicas para formar los cuadros profesionales con una marcada ideología de movilidad social, siempre queriendo imitar a las élites para no traicionarlas nunca, así como para sostener y continuar su legado.
  • Las bibliotecas universitarias privadas para continuar formando los cuadros sucesores de las élites.
  • Las bibliotecas especializadas, instaladas en los núcleos del desarrollo económico y por lo mismo dedicadas a servir a las élites de la economía.
  • La biblioteca nacional, destinada en un inicio a imitar el modelo francés en un intento de adquirir alta cultura y prestigio por simulación, pero que con el tiempo se ha convertido en un señalado anacronismo. En casi todos los países, la intelectualidad orgánica -en su ramal humanística- tiene presa esta biblioteca para justificar su razón de ser académica y porque ha descubierto el poder que encierra su acervo al investirlo como patrimonio de la nación.
Algunos ilusos piensan que los bibliotecarios son los que egresan de las escuelas de biblioteconomía. Otros, creen que los bibliotecarios son los que acuden a los congresos de bibliotecarios; o sea, si van a esos congresos es porque lo son, ¿no?
Unos más, saben que los bibliotecarios dedican varias horas de cada día hábil a estar en las bibliotecas, aunque no saben bien qué hacen. Aventuremos entonces que el bibliotecario es ese sujeto que está en la biblioteca y que puede sólo estar vigilando, o haciendo faenas de organización o cuidado del acervo, o brindando servicios a los usuarios.
Procedamos ahora en negativo y sustraigamos al bibliotecario de la biblioteca. ¿Qué queda? Va a continuación un escenario hipotético y no demasiado trágico.

Las autoridades deciden que ya no necesitan que haya un bibliotecario en su biblioteca.
El personal que hace el aseo abre la biblioteca cada día por órdenes de las autoridades, quienes mandan que vigilen la biblioteca. Sin embargo, este personal se niega a hacerlo porque esas son funciones del bibliotecario.
Los usuarios comienzan a llegar y preguntan por el bibliotecario, a lo que les responden que ya no habrá nadie para atenderlos y que la biblioteca será de autoservicio. Cuestionan cómo sacarán los libros en préstamo a domicilio, por lo que les presentan una máquina de autopréstamo. Asimismo, les informan que todos los libros tienen el sistema RFID, por lo que si alguien se llevara un libro sin registrarlo en el autopréstamo las autoridades se darían cuenta y lo sancionarían.
A los dos días, hay tal cantidad de libros acumulados en las mesas y el mostrador, además de una revoltura en los estantes, que las autoridades deciden enviar a algunas secretarias para acomodarlos en los libreros. Sin embargo, ellas se quejan y detienen el trabajo, pues no entienden la clasificación.
Las autoridades deciden hablar con su proveedor de los equipos y proponerle que les ayude a que su biblioteca funcione sin un bibliotecario. El proveedor hace un plan en el que cancela el uso del sistema de clasificación e instala un sistema automatizado desde el catálogo electrónico, donde al elegir el registro de un libro se activa una pistola de búsqueda tipo GPS que conduce al usuario al libro que busca.
Varios usuarios se quejan con las autoridades porque ya no hay nadie que les ayude con las búsquedas en bases de datos, para la elaboración de bibliografias, con la recuperación de los documentos y en el servicio de referencia y orientación. Las autoridades deciden que esos problemas se deben a la falta de un programa de alfabetización informacional efectiva, por lo que emprenden una reforma institucional e incorporan cursos en los diversos temas que deben dominar los sujetos para ser autosuficientes en la biblioteca.
Se compran más computadoras para el recinto y se amplía el acceso a la red. Para ello, se decide liberar espacio a través de un descarte de la colección de referencia y de la hemeroteca, pues según las autoridades únicamente son colecciones caras, voluminosas e inútiles, ya que todo lo que contienen debe estar en la Internet.
Los libros continúan acumulándose en las mesas, el mostrador y el piso, los estantes están semivacíos, pero no importa, pues se les puede encontrar con el sistema que instaló el proveedor. El mobiliario y el equipo muestran huellas de vandalismo, por lo que se decide instalar cámaras de seguridad y se estipulan sanciones para los infractores en el reglamento. Los usuarios aprenden a identificar los puntos ciegos del sistema de seguridad y siguen los actos ilícitos en la biblioteca.
Seis meses después, la biblioteca da muestras de gran deterioro y abandono. Los usuarios ya no van. Aunque se ha cuidado que los libros no se queden en las mesas, y menos aún en el piso, exhiben claras muestras de mutilación y abuso, manchas de alimentos, quemaduras de cigarro y otros daños. Desde tres meses antes, los usuarios se quejaban de que los libros que buscaban ya no se hallaban en la biblioteca, que nunca encontraban nada, que nadie estaba para ayudarlos, y que la biblioteca era un desastre.
Las autoridades descubrieron que había ocurrido un saqueo de un número indeterminado de libros, por lo que mandaron hacer un inventario que corroboró el delito y aportó una alarmante cantidad de pérdidas. Entonces, decidieron deshacerse de la biblioteca y utilizar su espacio para poner una sala de Internet con un responsable al frente. Su perfil debía ser de bibliotecario para asegurar el éxito en las búsquedas que hicieran los usuarios y para darles clases de alfabetización informacional.

Aunque pensemos que este relato es improbable que ocurra en la vida real, seguramente estaremos de acuerdo en que la realidad muchas veces supera la ficción. Empero, la duda permanece y por tal motivo le daremos cabida a este problema: El que los propios bibliotecarios crean que puede haber bibliotecas sin bibliotecarios. Es un problema tan espinoso que seguramente lo volveré a tratar más adelante.

miércoles, 24 de octubre de 2012

48. LA INFOPOBREZA

Hace tres años, en la entrega 4, comentamos algunos conceptos de infopobreza y nos preguntamos si había un sentido definido o meramente una moda tras el interés que suscitaba esta idea. En particular, nos  enfocamos someramente en la relación de la información con el sujeto pobre.
Una definición de infopobreza que nos pareció entonces interesante fue la proporcionada por el Instituto de Infopobreza del Colegio de Educación Continua de la Universidad de Oklahoma. Esa definición indica que con ese término se designa la falta de acceso a información básica que empoderaría a los individuos y las comunidades para que mejoraran sus circunstancias.
Luego encontramos que esta definición es compartida por Bellvis (2004), y con el tiempo notamos que en su redacción nos motivaba algunas interrogantes:
  • ¿Cómo es la falta de acceso a la información básica?
  • ¿Qué es la información básica y quién la define?
  • ¿Cómo empoderaría a los individuos y las comunidades?
  • ¿Cuáles circunstancias podrían mejorar con esa información básica?
Buscando las respuestas a estas preguntas, así como a las otras que planteamos en la referida entrega, pudimos conocer otras nociones de la infopobreza, que son las siguientes:
  • Falta de capacidad para identificar y analizar la información para utilizarla en las sociedades orientadas al mercado y así no ser excluido (Bellvis, 2004).
  • Percepción de una carencia de recursos de información que hablen de la visión propia del mundo (Chatman, 1996, citado por Lingel, 2012)).
  • Suspicacia de la información de los forasteros (Chatman, 1996, citado por Lingel, 2012).
  • Decepción de mantener un sentido de control en la vida diaria (Chatman, 1996, citado por Lingel, 2012).
  • Conjunto de dificultades para obtener información acerca de prácticas estigmatizadas, así como las normas comunitarias para compartir o no compartir esta información (Lingel, 2012).
  • Mundos de información de los grupos marginados (Lingel, 2012).
  • Problemas de información que se presentan a raíz de fallas o tensiones sociales, culturales y de intereses políticos, por lo que se produce la desalfabetización (Saldaña y Yamid, 2011).
  • Aparece como consecuencia de cambios en los proyectos educativos y pedagógicos, como también de desigualdades y luchas sociales que buscan el poder y la dominación (Saldaña y Yamid, 2011).
  • No participación de un discurso dominante excluyente basado en la saturación de información invasiva del sujeto (Saldaña y Yamid, 2011).
Lo primero que llamó nuestra atención fue que la infopobreza es un concepto ligado tenazmente al desarrollo de la sociedad capitalista, particularmente en su veta de capitalismo cognitivo, o sea, que está destinado a servir para crear el llamado capital intelectual de la sociedad.
Como subsidiaria a esta determinación y sentido que adquiere como parte del funcionamiento del mercado en la sociedad capitalista, la infopobreza es llevada a varios países como apéndice del concepto de “brecha digital”, de modo que se establece como un mandato universal que las sociedades se transformen en consumidoras de tecnología para su propio beneficio.
Siguiendo esta línea de reflexiones, y con más preguntas que respuestas, llegamos a concebir el modelo del sistema de infopobreza que se muestra en el siguiente gráfico, en donde podemos ver que hay dos factores que son determinantes en los individuos (incapacidad y conformidad) y tres factores de su entorno socio-cultural (la circulación de las comunicaciones, la alienación y la exclusión).
Este es un modelo negativo y cada uno de sus factores es un nodo que interactúa con los otros. Asimismo, cada factor reúne condiciones de la infopobreza que igual interactúan entre sí con un fin: Reproducir el sistema de la infopobreza.
Podríamos preguntarnos a quién sirve el sistema de la infopobreza que aquí mostramos, o si su mantenimiento responde a una suerte de entropía en la que debe terminar cualquier esfuerzo que realicemos para mejorar en materia de información. No faltará quien asegure que la finalidad del sistema de infopobreza es servir para el mantenimiento del poder y la dominación por parte de los capitalistas multinacionales. De cierto, este sistema existe para reproducirse a sí mismo, lo cual apunta a una historicidad y una dinámica cuyo funcionamiento está por conocerse.
Las bibliotecas estarían instaladas en este modelo como parte de la infoestructura, misma que es propensa a la exclusión por incompetencias o carencias. Dicho en otras palabras, podría ser que las bibliotecas se impusieran a la conformidad (o conformismo) de los individuos (quizá sus usuarios potenciales o usuarios) utilizando comunicaciones alienantes y provocando la confusión y la ignorancia. Esto lo pueden hacer las bibliotecas a través de las siguientes maneras de exclusión:
  1. Cuando no pretenden cambiar al sujeto para hacerlo alguien mejor y más capaz, sino que sólo promueven su conformidad.
  2. Cuando se limitan a adquirir y difundir las comunicaciones que circulan en el mercado.
  3. Cuando provocan la ignorancia del sujeto al no impulsar medios de acceso eficientes y efectivos a la información.
Se podría objetar que las bibliotecas hacen muchas cosas para los usuarios, e indicar por ejemplo la alfabetización informacional (ALFIN) como impugnación a la primera forma de exclusión. No obstante, las metas de acceso, evaluación y uso de la información que se propone la ALFIN se ven condicionadas por lo que indica la segunda forma de exclusión, además de que en sus planteamientos ha dejado fuera la práctica de la lectura por considerarla complementaria. De este modo, a través de la ALFIN las bibliotecas ayudan a los sujetos a aprender a usar determinadas estrategias y herramientas para poder actuar en el mundo de las comunicaciones que circulan en el mercado, pero dejando como un supuesto la capacidad lectora de esos mismos sujetos. ¿Qué puede resultar de todo esto entonces? La respuesta es que se reproduce el sistema de la infopobreza.
Sobre la tercera forma de exclusión, puede haber también reparos; por ejemplo, se pueden listar los instrumentos de acceso que tienen disponibles las bibliotecas para sus usuarios, como los catálogos, los índices, las bases de datos y otras elaboraciones similares. Empero, existen algunas evaluaciones de estos instrumentos que muestran una abrumadora mayoría de usuarios que busca información, no documentos. Sin embargo, la forma como están hechos los catálogos, los índices y las demás elaboraciones bibliotecarias realizadas más bien sirve para la búsqueda y recuperación de los recursos documentales, no para buscar la información –aunque algunos exalten la aproximación a la relevancia-, de modo que al final estos mismos instrumentos son percibidos como una barrera al acceso. ¿Por qué no han cambiado estos medios para hacer más eficiente y efectivo el acceso? Porque sirven para reproducir el sistema de la infopobreza.
No se piense que la biblioteca y los bibliotecarios quedan refundidos en la infoestructura, sino que participan y se manifestan con todas las condiciones del entorno socio-cultural, al mismo tiempo que los bibliotecarios pueden ser ejemplos de las condiciones individuales de este modelo.
Hemos notado que este prototipo del sistema es capaz de explicar muchas situaciones que vivimos en nuestros días, tales como la convergencia tecnológica, la brecha digital, Wikileaks, el ACTA, la creciente enajenación informativa de los estadounidenses, etc. De igual forma, con sorpresa notamos que la Iniciativa de Archivos Abiertos, las nociones de calidad de la información y de la información basada en la evidencia, así como el concepto de datos enlazados se basan en modelos positivos que ni remotamente se ocuparían de los temas que podemos abordar con el modelo de la infopobreza.
Son muchas las preguntas que se desprenden de este abordaje de la infopobreza, pues no deja de ser un problema complejo lo que se representa en este modelo. Por principio, tendríamos que estudiar más las nociones sobre la biblioteca que están manifestadas, y comprender con su ayuda por qué esta institución es lo que es y está como está. Precisamente, por la riqueza de asuntos y problemas que afloran en este caso, volveremos a considerar la infopobreza en otra ocasión.

Bibliografía

Bellvis, L. (2004). Basic income, information society and the info-poors. Paper for the Basic Income European Network 10th Congress, Barcelona, 19-20 September. Localizado: 22 oct. 2012. En: http://basicincome.org/bien/pdf/2004Bellvis.pdf.
Infopoverty Institute. (2005). Localizado: 24 mayo 2009. En: http://infopoverty.ou.edu.
Lingel, J. (2012). Keep it secret, keep it safe: Information poverty, information norms and stigma. Localizado: 22 oct. 2012. En: http://www.danah.org/papers/2012/EBM-InfoPoverty.pdf.
Saldaña Salazar, M., Yamid Pacazuca, E. (2011). ¿Qué es y porque se produce la infopobreza?. Foroactivo.com: Taller tecnologías. Localizado: 24 oct. 2012. En: http://tecnopolis.foro-colombia.net/t10-que-es-y-porque-se-produce-la-infopobreza-como-se-entiende-la-alfabetizacion-y-quienes-pueden-alfabetizarse-como-analiza-su-alfabetizacion-en-cuanto-a-las-tecnologias-como-analizan-esta-situacion-en-el-contexto-colombiano-que-implicaciones-ti.

lunes, 15 de octubre de 2012

47. LA BIBLIOTECA 2.0 Y EL CATÁLOGO SOCIAL

Este sábado tuve la oportunidad de escuchar la conferencia que presentaron Alicia García de León y Gabriela Piñeyro Bascou en las Jornadas Virtuales Iberoamericanas de Ciencias de la Información y la Documentación, misma que trató sobre la historia y los retos que tiene el catálogo, con especial interés en el rumbo que ha tomado por el enfoque Biblioteca 2.0.
Las autoras hicieron un repaso histórico del registro catalográfico en las bibliotecas, para arribar al enfoque Biblioteca 2.0 y enfatizar sus bondades para establecer un diálogo con los usuarios. Toda su exposición se limitó a tratar sobre las interfaces históricas, o sea, a indicar que el catálogo ha tenido forma de listados, de libro, de cajones con tarjetas en modalidad diccionario, hasta llegar a los catálogos automatizados para referirse al final de su charla a lo que ellas entienden como el desafío actual del catálogo en el entorno del enfoque Biblioteca 2.0, que no es otra cosa que pensar cuál debe ser la nueva interfaz que deberá utilizarse en el catálogo a partir de las nociones que plantea este enfoque.
Notemos que en la antigüedad los listados de volúmenes tenían el propósito de ser inventarios del haber en los repositorios, por lo que estos registros sirvieron primero para dos funciones:
  • Control de las unidades materiales que se tenían reunidas y resguardadas para servir a un fin determinado.
  • Medio de acceso para la búsqueda y recuperación de esas unidades materiales a través de los componentes de la descripción y/o por la instalación de algunos puntos de acceso.
Es de notar además que estos listados no siempre se consideraron necesarios, sino que debía darse al menos alguna de las siguientes circunstancias para motivar su realización:
  1. El tamaño de la colección.
  2. La diversidad de autores y temas.
  3. Las características del espacio que albergaba el repositorio.
  4. La naturaleza de las necesidades de información que debía atender la colección.
  5. Los requerimientos de llevar un control de las unidades materiales.
En la elaboración de esos listados confluían tecnologías (soportes, utensilios y fijadores de la escritura), aprendizajes (escritura y lectura) y la circunstancia que motivaba su realización (un requerimiento o una orden).
Con la clasificación de las colecciones, se definió a su vez una nueva función para el registro:
  • Vincular los elementos de la colección por una característica común: Un autor, una filiación, una medida de tamaño, un tema, un uso, etc.
De esta manera, la clasificación debía servir para dos fines: Discriminar las unidades materiales por la característica común elegida, así como distinguir y ubicar cada unidad material dentro del repositorio.
Llegados a este punto, tenemos que el registro-catálogo de la biblioteca debía atender requerimientos de control, de acceso y de vinculación. La historia de las interfases del registro-catálogo es una muestra de que fue creado para servir a estos tres requerimientos. De esta manera, si se presentaban las circunstancias para hacer el listado, el catálogo o alguna de sus otras formas -y éste se hacía-, era para controlar la colección, permitir la búsqueda y recuperación de la misma, y/o para vincular por alguna característica sus componentes. Estos tres requerimientos siguen siendo atendidos hasta hoy en los catálogos automatizados y en aquellos que fueron publicados y se encuentran disponibles en la Internet.
¿Qué ocurre cuando nos planteamos el requerimiento de la socialización participativa del registro? Esto es, que tal como dijeron ayer las conferencistas se establezca un diálogo con los usuarios a través del catálogo, o sea, convertirlo en lo que se llama un “catálogo social”.
Margaix Arnal (2007) define la Biblioteca 2.0 como “la aplicación de las tecnologías y la filosofía de la web 2.0 a las colecciones y los servicios bibliotecarios, tanto en un entorno virtual como real (p. 102)”.
Esquema de la Biblioteca 2.0
Según este autor (p. 96), los principios del enfoque web 2.0 –que es el sustento del enfoque Biblioteca 2.0- son los de “compartir, reutilizar, mejora continua, consideración del usuario como fuente de información, confianza, aprovechamiento de la inteligencia colectiva, etc.”. A esto agrega que “se ha pasado de hablar de.. [los usuarios] como consumidores de información a tratarlos en términos de carácter participativo en la elaboración y gestión de los contenidos (p. 100)”.
Algunos de los ejemplos que nos plantea Margaix Arnal para darnos una idea de lo que podría ser la Biblioteca 2.0 son YouTube, Flickr y Amazon, en donde las personas pueden opinar, etiquetar y compartir, entre otras acciones que se tienen previstas.
Es de notar que con anterioridad, en la entrada 16, habíamos tratado sobre el registro documental, y en la entrada 17 sobre la interfaz. Anotamos en la primera el problema de si el registro debe enfocarse en el documento o en los requerimientos del usuario, por lo que a primera vista pareciera que el catálogo social sería la solución que resolvería este asunto; pero no es así, pues lo que se propone es que el registro se siga enfocando en el documento, y que el usuario lo comparta, lo reutilice o lo mejore. Esto, por obvias razones, es confiar demasiado en que los usuarios actúen conforme se espera y, sobre todo, que lo hagan ajustados al mito del buen usuario que es tan común entre los bibliotecarios y que he referido en la entrada 15.
Asoman varios problemas que planteo ahora en forma de preguntas:
  • ¿Es legítimo el requerimiento de socializar de manera participativa el catálogo? ¿Por qué? ¿Para qué?
  • En caso de asumir el carácter social del catálogo, ¿el catalogador debe revisar las aportaciones de los usuarios? ¿Validarlas e incorporarlas al registro? ¿Quizá corregirlas? ¿Emprender cambios en su propio trabajo?
  • ¿Cómo se debe considerar la calidad de la información en el catálogo social? ¿Cómo prevenir y evitar los contenidos que sean basura?
  • ¿El catálogo social debe registrar documentos o información? ¿Quizá ambos?
  • ¿Cómo se debe considerar el modelo del espacio común de información (information commons, en inglés) en el catálogo social?
  • ¿Cómo se debe considerar el modelo FRBR en el catálogo social?
Estas son preguntas que no puede resolver la mera consideración de la interfaz –aunque deberían tomarse en cuenta para su diseño-, sino que necesitan una reflexión de nuestra parte sobre si se está atendiendo un requerimiento o si sólo se trata de una moda con sus propios mitos.
Desde el último tercio del siglo XIX, los bibliotecarios sabemos que para que algo funcione con los usuarios debemos decidir y actuar en materia de instrumentación (en particular sobre la reglamentación), promoción y formación de los usuarios. Si alguno de estos tres faltara, seguramente fracasaría lo que emprendiéramos.
Socializar no es una mala idea, pero precisamos saber para qué queremos hacerlo, y no sólo dejarnos arrastrar por una moda y darles carta de naturalidad a sus mitos. Sin embargo, el problema es complejo porque abundan los creyentes del enfoque Biblioteca 2.0 que están dispuestos a impulsar el concepto a pesar de cualquier crítica y con un futurismo que raya lo mesiánico. Se trata de un problema donde las interacciones están motivadas por múltiples intereses, deseos de notoriedad, espíritu de competencia mercantil y un toque de novedad. Es un problema actual y deberemos seguir considerándolo en nuestras futuras reflexiones.

Bibliografía

Margaix Arnal, D. (2007). Conceptos de web 2.0 y biblioteca 2.0: Origen, definiciones y retos para las bibliotecas actuales. El profesional de la información, 16(2), pp. 95-106.

sábado, 6 de octubre de 2012

46. LA CALIDAD Y LA DEMANDA EN LA BIBLIOTECA


A partir de la crisis económica de los años 80, las bibliotecas aceleraron el ensayo y la adopción de nuevas formas de administración para tratar de resolver sus problemas de organización, para racionalizar sus gastos, para aumentar su productividad y para mejorar la calidad de sus recursos y servicios.
Algunos señalamientos a las bibliotecas fueron ganando notoriedad en este tiempo, pues las organizaciones de adscripción se volvieron cada vez más exigentes de estadísticas e indicadores cuantitativos que les dieran certidumbre sobre el ejercicio del gasto que hacían, su utilidad, el uso de los recursos y sobre la cantidad de usuarios que se servían de las bibliotecas.
A partir de estas urgencias que debieron atender, se comenzó a manifestar un cambio en la concepción misma de las bibliotecas, pues paulatinamente se adoptó un lenguaje gerencial en su administración. De esta manera, conceptos referentes a los distintos tipos de objetivos, o la misión y la visión, arribaron a las bibliotecas, respectivamente, con los enfoques de la administración por objetivos o con la planeación estratégica.
Las metas, los indicadores y las modalidades presupuestales que se les asocian también sirvieron para acelerar la automatización de los procesos y servicios, pues el lenguaje y los conceptos correspondientes eran los mismos. La mentalidad de los bibliotecarios también empezó a cambiar, pues debían ser eficaces en sus resultados y, si además eran eficientes, podían recibir incentivos y/o apoyos.
La fiscalización, la supervisión, la auditoría y la evaluación también han ido ganando terreno, aunque a un paso más lento y siempre como imposiciones verticales desde arriba. Esto generalmente ocurre así porque en nuestra cultura la vigilancia no se percibe en positivo, sino que aún existe una manifiesta culpabilización que generalmente conlleva a reprimendas para quienes resultan señalados por incurrir en fallas o desviaciones de las normas.
Un tema harto debatible en las bibliotecas es la vieja discusión que trata sobre el balance entre la calidad y la demanda. Así, antes se decía que las bibliotecas eran responsables de dar lo mejor a los usuarios, tanto en sus recursos como en sus servicios. En este sentido, la opinión del usuario se podía considerar, pero siempre que fuera calificada como opinión autorizada o de determinada calidad, generalmente por provenir de alguien notable.
Lo que demandaba el común de los usuarios pasaba a segundo término, pues ellos no sabían lo que les convenía, sino que los bibliotecarios estaban para guiarles. Incluso en la noción del “bibliotecario de servicio” que propuso Shera (como opuesto al “bibliotecario erudito”) encontramos esta idea de la superioridad del juicio del bibliotecario que busca la calidad en la biblioteca con respecto a las demandas de los usuarios.
No obstante, desde hace casi tres lustros se ha ido posicionando el enfoque administrativo mercantilista, mismo que ha impactado las organizaciones y sus bibliotecas impulsando las ideas sobre la preeminencia que se debe dar al usuario al tomar las decisiones y al emprender cualquier tipo de acción. De este modo, el eslogan de que “el cliente tiene la razón” se ha extendido a las bibliotecas en formas que incluyen la confusión, el laissez-faire e incluso la simulación más descarada.
Presos de la desesperación por subirnos al carro de lo clientelar, hemos arribado a la alteración de las estadísticas de asistencia, al estrés causado por la preocupación debido a que no van los usuarios a la biblioteca, a la imposición de la alfabetización informacional como un tour de force que nos permita reportar algo, a la cada vez mayor simplificación de los reglamentos, a la falta de argumentos para decidir incluso muchas de las cosas más simples,… también hemos llegado al inmovilismo, a la parálisis y al embotamiento.
Los bibliotecarios no quieren cambiar, pero deben cambiar en la forma como perciben y tratan a los usuarios, no sólo dejarlos hacer, no sólo quedarse callados cuando alguien dice un sinsentido o un error. Se requiere retomar el debate sobre el balance entre la calidad de la biblioteca y las demandas de los usuarios, de las autoridades o de los gurús de la gestión. Hay bibliotecarios que han logrado jugar con este balance, por lo que se precisa saber cómo lo hacen.
Todo esto apunta a un problema complejo que involucra a la biblioteca –la actual y la histórica-, a los bibliotecarios, a las organizaciones de adscripción y a las ideologías que circulan dentro y fuera de las bibliotecas. Es un problema apasionante, y por eso lo volveremos a considerar.

martes, 14 de agosto de 2012

45. EL PROBLEMA DE RANGANATHAN

A Christian Ordóñez Bueno.
Los bibliotecarios enfrentan problemas de diversa índole con mucha frecuencia. Sin embargo, sólo algunos de estos bibliotecarios están dispuestos a darse cuenta de la existencia de esos problemas; unos más logran superar el pasmo y la sorpresa que ocasiona su descubrimiento; otros son capaces de superar el inmovilismo y la desesperación que son frecuentes en muchas bibliotecas; y sólo unos pocos se atreven a buscar y/o crear soluciones para esos problemas.
Hubo una vez un hindú que encontró condiciones propicias y apoyos para formarse como bibliotecario y ejercer como tal en una biblioteca universitaria de su país. Es importante aclarar que su preparación se dio dentro y fuera de la India, que entonces era un país colonizado por la corona británica.
Cartel de la MLA.
Este bibliotecario fue Shiyali (o Sirkali) Ramamrita Ranganathan (1892-1972), quien pasó a la historia bibliotecaria por sus Cinco leyes de la biblioteconomía, que fue su primera aportación publicada en 1931 en Madrás.
Es de notar que las Cinco leyes sirvieron a Ranganathan para resolver el problema de la carencia de un cuerpo de principios normativos que sirvieran para relacionar de manera integral todos los sectores de la práctica bibliotecaria. En este sentido, él había notado que las líneas de desarrollo en los distintos sectores de la práctica bibliotecaria se encontraban desvinculadas, de modo que un catalogador muchas veces no sabía sobre lo que ocurría en el área de adquisiciones, en el área de servicios al público, etc. Incluso, había observado esta desvinculación entre los integrantes de un mismo sector o área.
Esta situación de varias prácticas bibliotecarias independentes y en funcionamiento simultáneo volvía incierto e impredecible cualquier posible desarrollo futuro, generando así problemas para la planeación, la evaluación y el desarrollo bibliotecario (Ranganathan, 1957, pp. 19-20).
Este es un problema muy complejo y fue abordado por Ranganathan a través de la revisión y confrontación de la filosofía de la biblioteconomía -vigente en los años 20 del siglo pasado- con los principios védicos. Dado que él era un creyente en el destino, se fijó en el principio védico "siempre llegando a ser, siempre nuevo", que implicaba un crecimiento continuo de las personas y las instituciones a la luz de los cambios sociales y científícos (Ranganathan, 1992, p. 306).
Con estas ideas, concibió la necesidad de poner los libros a disposición para elevar el nivel de educación de su país, en particular a través de la formación de personas autodidactas. Las bibliotecas debían ser llamadas a cumplir esta tarea, pero para ello requerían tener un cuerpo integrado de principios que condujeran su administración, lo cual, luego de muchas elucubraciones, le llevó a concebir en 1928 los siguientes principios normativos conocidos como las Cinco leyes de la biblioteconomía:
1. Los libros son para usarlos.
2. A cada lector su libro.
3. A cada libro su lector.
4. Se debe cuidar el tiempo del lector.
5. La biblioteca es un organismo en crecimiento.
Estos cinco enunciados, a pesar de las variaciones en su transcripción o su traducción, vienen a ser el punto de partida del que se deben deducir todo los elementos de la administración de la biblioteca. En la obra de Ranganathan (1957) se exponen varias deducciones posibles; así tenemos, por ejemplo, que la biblioteca debe asegurar que ninguna persona -sea un usuario, un bibliotecario o alguien más- se apropie de los libros impidiendo que se cumpla la primera ley: LOS LIBROS SON PARA USARLOS. A partir de este concepto, deben operar en conjunto la disposición física de los libros, el mobiliario y los equipos usados, el reglamento, los controles, el sistema de préstamo, los bibliotecarios encargados y todos los demás componentes de la biblioteca.
La utilidad y vigencia de esta aportación teórica ha sido revisada, entre otros, por Lancaster (1996) y Bailey-Dillon (2011). Es así que la evaluación de la biblioteca puede realizarse a través de la guía de las Cinco leyes, pues las mismas proporcionan una declaración de los objetivos generales que deben perseguir los servicios (Lancaster, 1996, p. 27).
Por su parte, Bailey-Dillon (2011) considera también el valor que como guía tienen las Cinco leyes, principalmente porque contienen todo lo que debe haber en un buen plan de negocio: El producto, el cliente, la mercadotecnia, así como los elementos de eficiencia y crecimiento.
No obstante, el problema que se propuso resolver Ranganathan sigue vigente sin que ello menoscabe el valor de su aportación. Tenemos entonces que la desvinculación de las áreas de la práctica bibliotecaria, y de las disciplinas que corresponden a la biblioteconomía, parece ser aún un importante escollo para los bibliotecarios. Quizá esto se deba a que, como escribió Berwick Sayers en la introducción al libro de las Cinco leyes, "la psicología de la gente varía, y se deben hacer variantes en la práctica bibliotecaria para atender este hecho" (Ranganathan, 1957, p. 15-16).
Para evidenciar la actualidad de este problema tenemos el siguiente cuestionamiento como ejemplo: ¿Será que la evolución de las RCA2 a las RDA resuelva algo? ¿Cómo impactará los servicios bibliotecarios y de información? De cierto, la sustentación que se da a este cambio en las cuatro tareas del usuario (encontrar, identificar, seleccionar y obtener) parece ser muy escueta cuando la miramos desde la óptica de los servicios.
En estos y otros casos es en donde vemos que el problema que Ranganathan resolvió para la India sigue como un expediente abierto para quien desee atenderlo. Es tan interesante, tan amplio y tan complejo este problema, que deberemos seguir tratándolo en otro momento.

Bibliografía

Bailey-Dillon, M. (2011). Ranganathan's five laws and the modern library. Localizado: 10 ago. 2012. En: http://www.mollybdillon.com/wp-content/uploads/2011/12/Ranganathans-Five-Laws-and-the-Modern-Library.pdf
Lancaster, F.W. (1996). Evaluación de la biblioteca. Madrid: ANABAD.
Ranganathan, S.R. (1957). The five laws of library science. 2nd ed. Madras: The Madras Library Association. London: Blunt and Sons.
Ranganathan, S.R. (1992). A librarian looks back: An autobiography of Dr. S.R. Ranganathan. New Delhi: ABC Publishing House.

sábado, 21 de julio de 2012

44. LA BIBLIOTECA FRENTE A LA ALTERIDAD

Como resultado de un involucramiento cada vez mayor del bibliotecario en los procesos de la biblioteca, es común que se genere un fenómeno que en la administración se nombra "territorialización", mismo que consiste en demarcar el ámbito que es facultativo del bibliotecario. Esto es, el bibliotecario se percibe a sí mismo como el único que sabe y comprende lo que se hace -o lo que ocurre- dentro de la biblioteca, y que lo puede explicar a otros en razón de los procedimientos o los reglamentos que se aplican para el bueno gobierno de la institución.
Desde su territorio, el bibliotecario tiene que frecuentar personas ajenas a la administración, los procesos o los servicios de la biblioteca, como son los autoridades inmediatas dentro de la organización de adscripción -a veces, también con autoridades externas que llegan como invitadas-, con vendedores o editores de diversos productos o servicios que adquiere o consume la biblioteca, y con los usuarios potenciales o los usuarios de la biblioteca.
En el horizonte del bibliotecario, se deben mantener vínculos diferenciados con cada uno de los integrantes de estas tres categorías, lo cual determina que los considere de modos diversos. Es así que el bibliotecario concibe a los otros como distintos -no son bibliotecarios- y se dirige a ellos conforme los roles que tienen asignados:
1. Con las autoridades, le correponde atender asuntos del presupuesto, de permisos y de trámites para el manejo de los recursos.
2. Con los proveedores, trata sobre las adquisiciones, las suscripciones y los servicios que requiere la biblioteca.
3. Con los usuarios, escucha sus demandas y les brinda los servicios previstos en el reglamento y los procedimientos. A la vez, con los usuarios potenciales hace difusión de la biblioteca, así como actividades de desarrollo de habilidades o competencias informacionales.
En la siguiente gráfica podemos apreciar a los otros percibidos desde la biblioteca. Es de notar que hemos agregado al no-usuario, el cual habíamos definido en una entrada anterior (la número 15), pero que aquí es interpretado por el bibliotecario como una suerte de usuario potencial que no hace uso de la biblioteca.
Percepciones bibliotecarias de la alteridad.
Es de advertir que existen estudios sobre las relaciones entre los bibliotecarios y los usuarios, y en menor medida se han investigado las relaciones de los bibliotecarios y las autoridades, o las que mantienen los bibliotecarios con los proveedores. Estos estudios apuntan a problemas de interrelaciones que se han pretendido explicar con base en las teorías de la comunicación, la psicología, la política, la sociología o la antropología.
Al respecto de los usuarios potenciales o los usuarios, se han buscado acercamientos por diversos medios, lo cual ha puesto en evidencia que la noción corriente de los servicios está más orientada a facilitar la circulación del acervo o a justificar el uso de la biblioteca a través de las estadísticas. O sea, que la manera de concebir al usuario es como el otro que debe:
A) Educarse en el empleo de la biblioteca.
B) Entrar a la biblioteca y usar sus recursos, conforme lo prescrito en el reglamento y los procedimientos.
C) Pedir orientación y referencia, conforme lo prescrito en el reglamento y los procedimientos.
D) Informarse sobre asuntos que deba saber de la biblioteca.
E) Cumplir las sanciones que le imponga la biblioteca por haber incurrido en un error, conforme lo prescrito en el reglamento y los procedimientos.
Cualquier conducta del usuario que se aleje de esta concepción es probable que se considere reprobable e inaceptable por parte del bibliotecario. No obstante, debido a nuevos conceptos teóricos (ciudadano informado, ALFIN, usabilidad) o por la implementación del enfoque de calidad en los procesos, de acuerdo a la norma ISO 9001:2008, se están desbaratando lentamente muchas de las ideas que soportan tal statu quo.
Con respecto a las autoridades y los proveedores no parece haber mucha más reflexión, lo cual viene a abonar este interesante problema sobre las maneras como concebimos a los otros los bibliotecarios. ¿Cómo se caracterizan estas ideas del otro? ¿Son necesarias para mantener los distintos equilibrios que componen la biblioteca? ¿Pueden cambiarse estas concepciones y las prácticas de trato que les son subsidiarias? De tan importante y complejo que es este problema, lo seguiremos tratando en otras entregas.

sábado, 23 de junio de 2012

43. ADMINISTRACIÓN Y GOBERNANZA

En inglés, se tienen dos conceptos que sirven para distinguir entre la administración y la gobernanza de la biblioteca (library governance, en inglés).
La primera noción hace referencia a la administración, la gestión o el gobierno de la biblioteca, considerando todos los asuntos del manejo y la conducción de los recursos, los procesos y los servicios. Es de notar que las actividades a las que hace alusión esta primera acepción abarcan el manejo espontáneo, planificado o mixto de todo lo que se encuentra dentro de la biblioteca, además del trato con los funcionarios de la organización a la que está adscrita para asegurar los insumos que requiere para su operación, mantenimiento y desarrollo.
La gobernanza de la biblioteca está más enfocada al entorno que la rodea, mismo que con frecuencia requiere que la biblioteca defina o acepte responsabilidades sociales o institucionales, como un mayor involucramiento en el desarrollo económico, en la educación, en la investigación, en la difusión, en el desarrollo cultural, etc. Asimismo, cae en el ámbito de la gobernanza el requerimiento a la biblioteca para que se someta a una contabilidad externa de su ejecución, y para que los bibliotecarios participen en el diseño e instrumentación de las políticas de lectura, de formación de competencias, de información, y de organización y socialización del conocimiento.
Son tesis de la gobernanza bibliotecaria la participación de varias organizaciones o individuos en asuntos de la biblioteca que son de su interés; los temas de políticas bibliotecarias, de información, de conocimiento, etc.; el financiamiento de las bibliotecas, sus programas y servicios; la promoción del sano equilibrio en lo que tiene que ver con la participación social o institucional de las bibliotecas; la supervisión y el control de los programas y proyectos de la biblioteca, así como otros más.
En nuestro medio, los bibliotecarios latinoamericanos aprendemos en nuestras escuelas algo de administración y nada de gobernanza. Es así que todo lo que tiene que ver con materias de la gobernanza de la biblioteca, como son los asuntos de la negociación política (advocacy, en inglés), de la sustentabilidad (o sostenibilidad, en español; sustainability, en inglés) y del financiamiento (funding, en inglés), son terra ignota para la mayoría de nosotros.
Aparte de los problemas que ocasionan estas carencias en la formación bibliotecaria, el tema de la gobernanza no es atendido en la literatura en español, como si no existiera esta parte de la vida de las bibliotecas. En México, incluso podríamos aseverar que no se quieren abordar ni interesan este tipo de cuestiones, pues aún predomina una visión patriarcal en materia bibliotecaria, de modo que los bibliotecarios esperan que todo lo que requiere la biblioteca lo aporte la organización de adscripción, sea una empresa, una institución o el gobierno. Asimismo, se asume que los requerimientos de negociación política, sustentabilidad y financiamiento no deben ser de incumbencia directa del bibliotecario, sino que este sólo puede participar como coadyuvante y/o asesor.
No obstante, tanto la administración como la gobernanza son dos discursos entrelazados que atañen por igual a la biblioteca y que deberían ser de su principal interés, aún más en estos momentos en que esta institución es percibida a veces como un apéndice accesorio de la estructura social o institucional, que bien puede sustituirse por la Internet.
Tenemos así que la administración, la gobernanza y las interrelaciones entre ambas son temas de gran interés, pero también notamos que su comprensión y dominio son problemas que tienen que enfrentar las bibliotecas y los bibliotecarios. Los asuntos que abarcan son diversos y de ahí que los problemas que se tienen que atender vayan desde la exploración y el reconocimiento de las situaciones, la formación de bibliotecarios, la identificación de casos y la socialización dirigida hacia la transformación de las bibliotecas en instituciones más comprometidas con sus comunidades. Son tan interesantes los problemas que estos abordajes apuntan, que deberemos seguir tratándolos en otra ocasión.

sábado, 2 de junio de 2012

42. SOBRE EL ENMARCADO DE LA BIBLIOTECA

Las personas utilizamos enmarcados para estar y movernos en el mundo. De esta manera, a través de enmarcados ubicamos objetos, conceptos y personas, instalados cerca o lejos de nosotros dependiendo de nuestra escala de valores, así como en concordancia con nuestros deseos e intereses.
Los enmarcados existen para guiarnos en el mundo, a manera de un mapa del sistema, por lo que también expresan el fin para el cual éste existe. Los distintos componentes que están en esos enmarcados nos indican aquello que notamos y que nos resulta significativo, lo que necesitamos o nos gusta, así como lo que acostumbramos.
Además, los enmarcados nos llevan a disponer del espacio y el tiempo para los fines que nos propongamos, mismos que están alineados al fin del sistema o que lo alteran. Por ejemplo, en un modelo de hogar occidental, la primera habitación es un recibidor que a veces llamamos "sala", en donde se mantienen ciertos objetos en una instalación concebida para que lleguen, se conozcan y sean atendidas las personas distintas de quienes habitan en la casa y la utilizan. Al pasar el tiempo, este modelo ha tenido variantes, a la vez que la influencia de la cultura occidental en distintos pueblos ha llevado a que existan domicilios con formas distintas de salas, manteniéndose en general la función de ser espacio de recepción de los extraños.
Entrada de la Biblioteca Central de Seattle.
Cuando trasladamos la noción de enmarcado a la biblioteca, esperamos constatar que la disposición física de los elementos en el recinto corresponda a un modelo. Es así que  encontramos varios modelos de bibliotecas que manifiestan de formas diferenciadas la función de su punto de ingreso o entrada, así como el uso que podemos hacer de él. De este modo, a veces allí está el catálogo, en otros casos se tiene allí un mostrador de información y préstamo, en algunas ocasiones se ha instalado allí un espacio de recibidor amplio que también puede utilizarse para exposiciones, o cabe tener allí un guardabultos con una persona que pide que se registren quienes deseen entrar. 
Hasta ahora no he encontrado una biblioteca que tenga en su punto de ingreso una sala, como las de los domicilios, en donde un biblotecario reciba a los usuarios, los conozca y los escuche para luego recomendarles o instruirles sobre lo que deban hacer al pasar al resto de las instalaciones.
¿Que´ocurre cuando el modelo de la biblioteca corresponde a una instalación en la Internet? O sea, si seguimos con la idea del punto de ingreso, ¿cómo es éste en las bibliotecas que se encuentran en la red?
Si como hemos notado hasta ahora, cada parte de la biblioteca conforma una instalación que es segmento de otra instalación mayor en la que la imbricación de las partes tendría que ser funcional entre ellas y de ellas con el todo, además de cumplir con los otros fines que le adjudiquemos, entonces la instalación para el punto de ingreso a la biblioteca cobraría singular importancia ya que como mínimo debería servir para recibir, mostrar y ayudar a decidir si se debe continuar hacia las otras instalaciones.
Sitio de la BNF.
Tomemos como caso el sitio digital de la Biblioteca Nacional de Francia, donde lo primero que destaca y llama nuestra atención es una pantalla cambiante junto a una cartelera llamativa que indica los eventos culturales vigentes o próximos. Más arriba, vienen algunos botones que envían a servicios para personas con discapacidad, para cambiar de idioma o para tener acceso a algunos servicios. Abajo, vienen listados ordenados en vertical de hipervínculos clasificados, entre los cuales podemos notar al centro la información sobre la propia institución. Más abajo, vienen hipervínculos que se muestran con íconos, así como botones para tener acceso a las redes sociales.
En este punto de ingreso, la biblioteca me dice que es un espacio cultural, accesible y que tiene gran cantidad de opciones para mí, además de mantenerme informado sobre lo que realiza. Es de notar que sobre la pantalla cambiante está escrito un llamado a sostener la biblioteca, que fue colocado de modo que no pueda dejar de mirarse. En ese breve texto, el verbo está en infinitivo, por lo que se refiere a una acción que quiere parecer neutra, aunque invitadora por el verbo elegido.
El modelo de biblioteca que notamos aquí es el de un espacio cultural disponible para las personas, con actividades y servicios diversos, que no siempre son gratuitos, y que se debe sostener para que pueda continuar realizando sus actividades sociales y culturales. El punto de ingreso traduce el modelo y se nos presenta como un espacio lleno de recursos, sin muchos blancos intermedios, a modo de una alacena plena de cosas interesantes.
Este componente del enmarcado que conforma el sitio digital de esta biblioteca es muy sugerente. Si lo pudiéramos traducir a un espacio físico, tendríamos una entrada de una biblioteca con carteles de avisos y señalamientos, como un lugar de partida a otros espacios, pero de modo que atraiga la curiosidad y sirva al estudioso.
Por supuesto, el enmarcado no sólo se limita a una de las instalaciones, sino que consiste en todas las que componen lo que es la biblioteca, abarcando también las interrelaciones e influencias entre los espacios y el todo, los usos y los tiempos de esos usos.
Los enmarcados que tenemos corresponden a los modelos de bibliotecas que hemos desarrollado, que en si mismos traducen la racionalidad con la que han sido concebidas. De este modo, el punto de ingreso puede hacerse pensado como entrada y también como punto de reconocimiento, o como punto de control, o como acceso a los recursos, o para recibir orientación, confiriendo en todos estos casos una función añadida que también diferencia cómo se puede direccionar a las personas hacia las otras instalaciones de la biblioteca.
¿Qué ocurriría si el punto de ingreso fuera un lugar de reflexión, o un lugar para demostrar la intuición propia, o un lugar para jugar con las emociones? ¿Cómo influiría o qué cambiaría en las demás instalaciones de la biblioteca? ¿Qué debería cambiar en la biblioteca física? ¿Qué debería cambiar en la versión digital de la biblioteca? ¿Podemos pensar nuevas modalidades de biblioteca que nazcan completamente en ambiente digital, o sea, sin referentes a lo que han sido las bibliotecas físicas? ¿Qué nuevos modelos deberíamos considerar?
El problema del enmarcado es muy sugerente y se abre a otros problemas relacionados, lo cual le confiere determinado grado de complejidad. Por esta razón, deberemos considerarlo en otra de nuestras próximas reflexiones.

lunes, 23 de abril de 2012

41. SOBRE LA CRÍTICA BIBLIOTECARIA

Cuando los bibliotecarios hacen mención de la crítica, debemos tener cuidado al intentar comprender de qué están hablando, pues es posible que se refieran a alguno de los siguientes conceptos:
1) Una reflexión o análisis.
2) Juicios que se emiten sobre un asunto o situación.
3) Una evaluación que se realiza sobre el estado en que se encuentran ciertas cosas.
4) Una mera opinión o apreciación.
Así, tenemos por ejemplo que cuando encontramos en una cita de los bibliotecarios australianos que "los graduados necesitan una mezcla de conocimientos y capacidades bibliotecológicas esenciales así como formación en solución de problemas y pensamiento crítico, para enfrentarse a las necesidades conocidas y emergentes", es muy probable que el sentido de la crítica corresponda a la tercera noción que indicamos antes.
Estampilla postal conmemorativa.
En otro caso, tenemos que algunos bibliotecarios se refieren a lo que llaman "bibliotecología crítica" en una pretendida mixtura de las nociones primera y tercera, que empero se resuelve en la noción cuarta, o sea, que son meras opiniones -casi declaraciones de fe en torno a nichos temáticos- sobre asuntos tan variados como son las tecnologías de la información y la comunicación, el enfoque gerencial en la administración bibliotecaria, las barreras en el acceso a la información, los paradigmas imperantes en la bibliotecología, las jerarquías bibliotecológicas, la teoría bibliotecológica, el desempeño rutinario de las técnicas en las bibliotecas, la neutralidad de la bibliotecología y la biblioteca, el pasado bibliotecario idílico que se está perdiendo por culpa del capitalismo, la censura en sus varias manifestaciones, la degradación de la educación bibliotecaria, la mercantilización y el consumismo de la información, y un largo etcétera.
En repetidos foros hemos señalado la gran falta que hace a nuestra profesión el contar con su propia crítica y sus críticos. Sin embargo, es preciso aclarar que la crítica es un ejercicio que debe hacerse con fundamento, esto es, con un conocimiento profundo de la disciplina y la profesión bibliotecarias, así como sobre sus problemas. De esta manera, cuando alguien emite una crítica a algún enunciado o sobre una situación, lo debe hacer considerando los recursos conceptuales y las experiencias del dominio bibliotecario, manifestándolo así en su planteamiento.
Otro aspecto a considerar en la crítica es la posición desde la que se emite, pues toda crítica es ideológica, o sea, se sustenta en un sistema de valores de su emisor. Además, esos valores pueden mover a defender ciertos intereses, lo cual llevaría a que en su enunciación se emitan argumentos soportados en una retórica utilizada para servir en la defensa de esa posición.
Precisamente, esa retórica del emisor es distintiva de cómo hace la crítica, por lo que puede ser determinante para su exposición y su defensa en caso de que encuentre resistencias por parte de los otros. En este sentido, la claridad con la que se expongan las ideas, así como la racionalidad del discurso, son aspectos muy importantes. Como ejemplo, tenemos que en la bibliotecología se recurre con cierta frecuencia al argumento basado en la historicidad de una situación -calificando el pasado como bondadoso-, sea por indicaciones sobre que "antes se hacia mejor", o que "antes se hacia diferente", o que "antes se tenía una moral más alta, o se consideraba más a la gente, o se tenía una misión clara, o...".
Un penúltimo aspecto que debemos considerar al respecto de la crítica es para qué se realiza, esto es, cuál es la finalidad de hacerla. Sobre este particular, veamos el siguiente caso: "Las escuelas de bibliotecología tienen que ser algo más que la antesala del mercado laboral y constituirse en un espacio de educación integral y humanista, en el que se formen profesionales críticos, capacitados en todos los aspectos de la disciplina y no sólo en aquellas competencias que exija el perfil de un determinado puesto de trabajo". Aquí, nos podemos preguntar el para qué de la crítica en la formación de un profesional crítico, que además sea educado integralmente, con enfoque humanista y con competencias laborales. ¿Para qué servirá a ese profesional ser crítico? ¿En cuál de los sentidos de la crítica que hemos señalado?
Para concluir esta reflexión sobre la crítica bibliotecaria, debemos preguntarnos quién puede realizarla. Las consideraciones anteriores nos permiten discernir que el crítico tendría que ser un bibliotecario con dominio de su disciplina y su quehacer, ideológicamente posicionado, poseedor de determinada retórica y con una finalidad definida. Desgraciadamente, en muchos casos hemos percibido que este perfil no es común entre los bibliotecarios, lo cual nos lleva a preocuparnos por las posibilidades de que tengamos algún día una verdadera crítica bibliotecaria, y no sólo charlatanería adornada de grandilocuencia.
Es un hecho que cuando las razones se les acaban a los llamados "bibliotecarios críticos" es cuando empiezan a chabacanear apoyándose en circunloquios y en remembranzas sueltas de la época dorada de las bibliotecas soviéticas, o recurriendo a notas sobre la censura de las bibliotecas en la Alemania nazi o durante el régimen pinochetista, o bien afloran las citas o menciones de Marx, Lenin, las luchas proletarias, las trasnacionales monopolistas, etc., etc.
Con esta breve reflexión, notamos que los problemas de la crítica bibliotecaria conforman un complejo de discursos y prácticas discursivas, además de que tienen una gran injerencia en el poder que sustentan esos discursos y esas prácticas. Al tratarse de un problema tan complejo, precisa que debamos tratarlo en otra ocasión.

Bibliografía

Civallero, E. (2012). Contra la virtud de asentir está el vicio de pensar: Reflexiones desde una bibliotecología crítica. Localizado: 23 abr. 2012. En: http://eprints.rclis.org/handle/10760/16611#.T5T5TdVDRhY.

viernes, 6 de abril de 2012

40. SOBRE NUESTRO QUEHACER Y/O ESTUDIO

Desde mis años de estudiante, he observado con curiosidad la naturaleza insegura y cambiante que impera entre nosotros a la hora de nombrar nuestra profesión. Al respecto, aún recuerdo bien cuando al llegar a registrarme a un hotel donde tendríamos unas reuniones de trabajo del grupo que ahora es CONBAP-IES, el maestro José Orozco Tenorio se acercó a saludarme cuando llenaba el formulario de ingreso, y al ver que en el espacio para poner la ocupación puse "bibliotecario" me llamó la atención, pues dijo que nosotros somos "científicos de la información" y que no reconocerlo era quedarnos a la zaga ante las otras profesiones.
La primera distinción que observé al estudiar biblioteconomía en la ENBA es que a la par existían estudios de bibliotecología en la UNAM, y de ciencias de la información en la Universidad de Guanajuato. Hoy tenemos como nominaciones las anteriores, además de "ciencia de la información documental", "ciencia(s) de la documentación", "estudios de la información", "gestión de la información" y pinta que pronto tendremos más extendida la "gestión del conocimiento" y otras más que veremos llegar.
No obstante, esta riqueza terminológica no parece reflejarse en transformaciones a fondo en las currículas, sino que sólo parecen cambios nominales, lo cual fue motivo de una pesquisa que por algún tiempo interesó al Colegio Nacional de Bibliotecarios sin que llegará a definirse alguna decisión o acción al respecto que tuviera trascendencia.
En el fondo de todo este asunto, podríamos preguntarnos sobre si existe alguna modificación en el objeto de quehacer y/o estudio al que apuntan los distintos nombres. Sobre este particular, siempre ha resultado claro que el objeto de quehacer y/o estudio de la biblioteconomía es la biblioteca, abarcando su creación, organización, funcionamiento y evaluación. La bibliotecología, tal como la entiende la UNAM, estudia la biblioteca (igual que la biblioteconomía), la información, los documentos, los usuarios de las bibliotecas y de la información, así como aspectos de la comunicación de la información a través de documentos.
Las ciencias de la información presentan dos vertientes, pues como entiende este asunto la Universidad Autónoma de San Luis Potosí abarca la bibliotecología y la archivología, en tanto que para la Universidad Autónoma de Chihuahua abarca la bibliotecología, la gestión de la información y el conocimiento en el ámbito de las organizaciones, además de la comunicación organizacional y social.
Más que abundar en esta aparente infodiversidad, me interesa entender cuál es el objeto de quehacer y/o estudio que nos distingue a los bibliotecarios ante las demás profesiones. Al respecto, hace tiempo que estoy reflexionando sobre el uso de la información documentada, pues pienso que es por completo de nuestra incumbencia todo lo que tiene que ver con este asunto. Además, si asumiéramos que la biblioteco(l/n)o(g/m)ía es la disciplina que estudia y realiza actos en materia del uso de la información documentada podríamos muy bien dar cabida a todo lo que ahora abarcan la biblioteconomía y la bibliotecología. Es más, observando bien notaríamos que podrían tener cabida todos los demás temas que hemos indicado antes para los demás nombres usados en las escuelas y carreras.
Es de notar que alguna vez platiqué sobre este asunto con un colega, y él insistió en que había que agregarle "socializada" a la "información documentada", pues según decía sólo la información documentada y socializada sería aquella a la que tendría acceso el bibliotecario. Sin embargo, aún no estoy de acuerdo con ese argumento, pues la información documentada puede ser resultado de un acto privado o estar fuera del conocimiento público, y de esta forma sólo llegar a socializarse como efecto de recibir la atención de un bibliotecario.
Una ventaja de esta propuesta sería que al tener una forma de explicar a los otros lo que hacemos sería más fácil que los bibliotecarios realicemos algo para terminar con los estereotipos y prejuicios que rodean nuestra profesión. Asimismo, nos permitiría enfilar mejor el rumbo de lo que hacemos, pues las vertientes teórica y aplicada de nuestro quehacer encontrarían un punto en común para comunicarse mejor. De esta manera, continuarían la investigación y la práctica profesional enfilándose a una mejor comprensión y ejercicio del uso de la información documentada.
Para profundizar un poco más, tenemos que diseccionar nuestro objeto de estudio para encontrar en sus entrañas la riqueza conceptual y práctica que encierra. Encontramos por un lado el uso, tomado como sustantivo, que es adjetivado por la información documentada. Así, el uso está delimitado, o diríamos que sólo habría ciertos usos, que serían aquellos que podrían realizarse con la información documentada. Pero, ¿cómo sería posible ese uso? Una respuesta sería que a través de las bibliotecas, otra apuntaría a crear servicios de información documentada, otra más señalaría los servicios educativos, quizá pensaríamos en la gestión del conocimiento explícito, y así sucesivamente.
Otra pregunta que podemos hacernos sobre el uso se refiere a cómo podría realizarse, y aquí tendríamos que pensar en los sistemas de búsqueda y recuperación de la información, en la alfabetización informativa, en la lectura, y otros más.
Podríamos hacernos más preguntas sobre el uso, como quiénes usan, por qué o para qué usan, etc. También podemos preguntarnos sobre la naturaleza de la información documentada, y aquí diseccionarla en información y documentar para hacernos más preguntas que nos abrirían el universo al que se direcciona lo que estamos haciendo ahora, así como otras posibilidades que se derivarían de la riqueza conceptual de contar con un objeto de quehacer y/o estudio adecuado, claro y conciso.
Tenemos entonces que la cuestión de cómo llamar a nuestra profesión/disciplina no es el verdadero problema aquí, sino algo accesorio para designar cuál es nuestro objeto de estudio y de quehacer. Es tan importante este tema, y tan necesaria su reflexión serena, que deberemos seguir abordándolo en otra ocasión. Por supuesto, quedan invitados a esta reflexión.