Desde mis años de estudiante, he observado con curiosidad la naturaleza insegura y cambiante que impera entre nosotros a la hora de nombrar nuestra profesión. Al respecto, aún recuerdo bien cuando al llegar a registrarme a un hotel donde tendríamos unas reuniones de trabajo del grupo que ahora es CONBAP-IES, el maestro José Orozco Tenorio se acercó a saludarme cuando llenaba el formulario de ingreso, y al ver que en el espacio para poner la ocupación puse "bibliotecario" me llamó la atención, pues dijo que nosotros somos "científicos de la información" y que no reconocerlo era quedarnos a la zaga ante las otras profesiones.
La primera distinción que observé al estudiar biblioteconomía en la ENBA es que a la par existían estudios de bibliotecología en la UNAM, y de ciencias de la información en la Universidad de Guanajuato. Hoy tenemos como nominaciones las anteriores, además de "ciencia de la información documental", "ciencia(s) de la documentación", "estudios de la información", "gestión de la información" y pinta que pronto tendremos más extendida la "gestión del conocimiento" y otras más que veremos llegar.
No obstante, esta riqueza terminológica no parece reflejarse en transformaciones a fondo en las currículas, sino que sólo parecen cambios nominales, lo cual fue motivo de una pesquisa que por algún tiempo interesó al Colegio Nacional de Bibliotecarios sin que llegará a definirse alguna decisión o acción al respecto que tuviera trascendencia.
En el fondo de todo este asunto, podríamos preguntarnos sobre si existe alguna modificación en el objeto de quehacer y/o estudio al que apuntan los distintos nombres. Sobre este particular, siempre ha resultado claro que el objeto de quehacer y/o estudio de la biblioteconomía es la biblioteca, abarcando su creación, organización, funcionamiento y evaluación. La bibliotecología, tal como la entiende la UNAM, estudia la biblioteca (igual que la biblioteconomía), la información, los documentos, los usuarios de las bibliotecas y de la información, así como aspectos de la comunicación de la información a través de documentos.
Las ciencias de la información presentan dos vertientes, pues como entiende este asunto la Universidad Autónoma de San Luis Potosí abarca la bibliotecología y la archivología, en tanto que para la Universidad Autónoma de Chihuahua abarca la bibliotecología, la gestión de la información y el conocimiento en el ámbito de las organizaciones, además de la comunicación organizacional y social.
Más que abundar en esta aparente infodiversidad, me interesa entender cuál es el objeto de quehacer y/o estudio que nos distingue a los bibliotecarios ante las demás profesiones. Al respecto, hace tiempo que estoy reflexionando sobre el uso de la información documentada, pues pienso que es por completo de nuestra incumbencia todo lo que tiene que ver con este asunto. Además, si asumiéramos que la biblioteco(l/n)o(g/m)ía es la disciplina que estudia y realiza actos en materia del uso de la información documentada podríamos muy bien dar cabida a todo lo que ahora abarcan la biblioteconomía y la bibliotecología. Es más, observando bien notaríamos que podrían tener cabida todos los demás temas que hemos indicado antes para los demás nombres usados en las escuelas y carreras.
Es de notar que alguna vez platiqué sobre este asunto con un colega, y él insistió en que había que agregarle "socializada" a la "información documentada", pues según decía sólo la información documentada y socializada sería aquella a la que tendría acceso el bibliotecario. Sin embargo, aún no estoy de acuerdo con ese argumento, pues la información documentada puede ser resultado de un acto privado o estar fuera del conocimiento público, y de esta forma sólo llegar a socializarse como efecto de recibir la atención de un bibliotecario.
Una ventaja de esta propuesta sería que al tener una forma de explicar a los otros lo que hacemos sería más fácil que los bibliotecarios realicemos algo para terminar con los estereotipos y prejuicios que rodean nuestra profesión. Asimismo, nos permitiría enfilar mejor el rumbo de lo que hacemos, pues las vertientes teórica y aplicada de nuestro quehacer encontrarían un punto en común para comunicarse mejor. De esta manera, continuarían la investigación y la práctica profesional enfilándose a una mejor comprensión y ejercicio del uso de la información documentada.
Para profundizar un poco más, tenemos que diseccionar nuestro objeto de estudio para encontrar en sus entrañas la riqueza conceptual y práctica que encierra. Encontramos por un lado el uso, tomado como sustantivo, que es adjetivado por la información documentada. Así, el uso está delimitado, o diríamos que sólo habría ciertos usos, que serían aquellos que podrían realizarse con la información documentada. Pero, ¿cómo sería posible ese uso? Una respuesta sería que a través de las bibliotecas, otra apuntaría a crear servicios de información documentada, otra más señalaría los servicios educativos, quizá pensaríamos en la gestión del conocimiento explícito, y así sucesivamente.
Otra pregunta que podemos hacernos sobre el uso se refiere a cómo podría realizarse, y aquí tendríamos que pensar en los sistemas de búsqueda y recuperación de la información, en la alfabetización informativa, en la lectura, y otros más.
Podríamos hacernos más preguntas sobre el uso, como quiénes usan, por qué o para qué usan, etc. También podemos preguntarnos sobre la naturaleza de la información documentada, y aquí diseccionarla en información y documentar para hacernos más preguntas que nos abrirían el universo al que se direcciona lo que estamos haciendo ahora, así como otras posibilidades que se derivarían de la riqueza conceptual de contar con un objeto de quehacer y/o estudio adecuado, claro y conciso.
Tenemos entonces que la cuestión de cómo llamar a nuestra profesión/disciplina no es el verdadero problema aquí, sino algo accesorio para designar cuál es nuestro objeto de estudio y de quehacer. Es tan importante este tema, y tan necesaria su reflexión serena, que deberemos seguir abordándolo en otra ocasión. Por supuesto, quedan invitados a esta reflexión.
No obstante, esta riqueza terminológica no parece reflejarse en transformaciones a fondo en las currículas, sino que sólo parecen cambios nominales, lo cual fue motivo de una pesquisa que por algún tiempo interesó al Colegio Nacional de Bibliotecarios sin que llegará a definirse alguna decisión o acción al respecto que tuviera trascendencia.
En el fondo de todo este asunto, podríamos preguntarnos sobre si existe alguna modificación en el objeto de quehacer y/o estudio al que apuntan los distintos nombres. Sobre este particular, siempre ha resultado claro que el objeto de quehacer y/o estudio de la biblioteconomía es la biblioteca, abarcando su creación, organización, funcionamiento y evaluación. La bibliotecología, tal como la entiende la UNAM, estudia la biblioteca (igual que la biblioteconomía), la información, los documentos, los usuarios de las bibliotecas y de la información, así como aspectos de la comunicación de la información a través de documentos.
Las ciencias de la información presentan dos vertientes, pues como entiende este asunto la Universidad Autónoma de San Luis Potosí abarca la bibliotecología y la archivología, en tanto que para la Universidad Autónoma de Chihuahua abarca la bibliotecología, la gestión de la información y el conocimiento en el ámbito de las organizaciones, además de la comunicación organizacional y social.
Más que abundar en esta aparente infodiversidad, me interesa entender cuál es el objeto de quehacer y/o estudio que nos distingue a los bibliotecarios ante las demás profesiones. Al respecto, hace tiempo que estoy reflexionando sobre el uso de la información documentada, pues pienso que es por completo de nuestra incumbencia todo lo que tiene que ver con este asunto. Además, si asumiéramos que la biblioteco(l/n)o(g/m)ía es la disciplina que estudia y realiza actos en materia del uso de la información documentada podríamos muy bien dar cabida a todo lo que ahora abarcan la biblioteconomía y la bibliotecología. Es más, observando bien notaríamos que podrían tener cabida todos los demás temas que hemos indicado antes para los demás nombres usados en las escuelas y carreras.
Es de notar que alguna vez platiqué sobre este asunto con un colega, y él insistió en que había que agregarle "socializada" a la "información documentada", pues según decía sólo la información documentada y socializada sería aquella a la que tendría acceso el bibliotecario. Sin embargo, aún no estoy de acuerdo con ese argumento, pues la información documentada puede ser resultado de un acto privado o estar fuera del conocimiento público, y de esta forma sólo llegar a socializarse como efecto de recibir la atención de un bibliotecario.
Una ventaja de esta propuesta sería que al tener una forma de explicar a los otros lo que hacemos sería más fácil que los bibliotecarios realicemos algo para terminar con los estereotipos y prejuicios que rodean nuestra profesión. Asimismo, nos permitiría enfilar mejor el rumbo de lo que hacemos, pues las vertientes teórica y aplicada de nuestro quehacer encontrarían un punto en común para comunicarse mejor. De esta manera, continuarían la investigación y la práctica profesional enfilándose a una mejor comprensión y ejercicio del uso de la información documentada.
Para profundizar un poco más, tenemos que diseccionar nuestro objeto de estudio para encontrar en sus entrañas la riqueza conceptual y práctica que encierra. Encontramos por un lado el uso, tomado como sustantivo, que es adjetivado por la información documentada. Así, el uso está delimitado, o diríamos que sólo habría ciertos usos, que serían aquellos que podrían realizarse con la información documentada. Pero, ¿cómo sería posible ese uso? Una respuesta sería que a través de las bibliotecas, otra apuntaría a crear servicios de información documentada, otra más señalaría los servicios educativos, quizá pensaríamos en la gestión del conocimiento explícito, y así sucesivamente.
Otra pregunta que podemos hacernos sobre el uso se refiere a cómo podría realizarse, y aquí tendríamos que pensar en los sistemas de búsqueda y recuperación de la información, en la alfabetización informativa, en la lectura, y otros más.
Podríamos hacernos más preguntas sobre el uso, como quiénes usan, por qué o para qué usan, etc. También podemos preguntarnos sobre la naturaleza de la información documentada, y aquí diseccionarla en información y documentar para hacernos más preguntas que nos abrirían el universo al que se direcciona lo que estamos haciendo ahora, así como otras posibilidades que se derivarían de la riqueza conceptual de contar con un objeto de quehacer y/o estudio adecuado, claro y conciso.
Tenemos entonces que la cuestión de cómo llamar a nuestra profesión/disciplina no es el verdadero problema aquí, sino algo accesorio para designar cuál es nuestro objeto de estudio y de quehacer. Es tan importante este tema, y tan necesaria su reflexión serena, que deberemos seguir abordándolo en otra ocasión. Por supuesto, quedan invitados a esta reflexión.
No hay comentarios:
Publicar un comentario