lunes, 15 de octubre de 2012

47. LA BIBLIOTECA 2.0 Y EL CATÁLOGO SOCIAL

Este sábado tuve la oportunidad de escuchar la conferencia que presentaron Alicia García de León y Gabriela Piñeyro Bascou en las Jornadas Virtuales Iberoamericanas de Ciencias de la Información y la Documentación, misma que trató sobre la historia y los retos que tiene el catálogo, con especial interés en el rumbo que ha tomado por el enfoque Biblioteca 2.0.
Las autoras hicieron un repaso histórico del registro catalográfico en las bibliotecas, para arribar al enfoque Biblioteca 2.0 y enfatizar sus bondades para establecer un diálogo con los usuarios. Toda su exposición se limitó a tratar sobre las interfaces históricas, o sea, a indicar que el catálogo ha tenido forma de listados, de libro, de cajones con tarjetas en modalidad diccionario, hasta llegar a los catálogos automatizados para referirse al final de su charla a lo que ellas entienden como el desafío actual del catálogo en el entorno del enfoque Biblioteca 2.0, que no es otra cosa que pensar cuál debe ser la nueva interfaz que deberá utilizarse en el catálogo a partir de las nociones que plantea este enfoque.
Notemos que en la antigüedad los listados de volúmenes tenían el propósito de ser inventarios del haber en los repositorios, por lo que estos registros sirvieron primero para dos funciones:
  • Control de las unidades materiales que se tenían reunidas y resguardadas para servir a un fin determinado.
  • Medio de acceso para la búsqueda y recuperación de esas unidades materiales a través de los componentes de la descripción y/o por la instalación de algunos puntos de acceso.
Es de notar además que estos listados no siempre se consideraron necesarios, sino que debía darse al menos alguna de las siguientes circunstancias para motivar su realización:
  1. El tamaño de la colección.
  2. La diversidad de autores y temas.
  3. Las características del espacio que albergaba el repositorio.
  4. La naturaleza de las necesidades de información que debía atender la colección.
  5. Los requerimientos de llevar un control de las unidades materiales.
En la elaboración de esos listados confluían tecnologías (soportes, utensilios y fijadores de la escritura), aprendizajes (escritura y lectura) y la circunstancia que motivaba su realización (un requerimiento o una orden).
Con la clasificación de las colecciones, se definió a su vez una nueva función para el registro:
  • Vincular los elementos de la colección por una característica común: Un autor, una filiación, una medida de tamaño, un tema, un uso, etc.
De esta manera, la clasificación debía servir para dos fines: Discriminar las unidades materiales por la característica común elegida, así como distinguir y ubicar cada unidad material dentro del repositorio.
Llegados a este punto, tenemos que el registro-catálogo de la biblioteca debía atender requerimientos de control, de acceso y de vinculación. La historia de las interfases del registro-catálogo es una muestra de que fue creado para servir a estos tres requerimientos. De esta manera, si se presentaban las circunstancias para hacer el listado, el catálogo o alguna de sus otras formas -y éste se hacía-, era para controlar la colección, permitir la búsqueda y recuperación de la misma, y/o para vincular por alguna característica sus componentes. Estos tres requerimientos siguen siendo atendidos hasta hoy en los catálogos automatizados y en aquellos que fueron publicados y se encuentran disponibles en la Internet.
¿Qué ocurre cuando nos planteamos el requerimiento de la socialización participativa del registro? Esto es, que tal como dijeron ayer las conferencistas se establezca un diálogo con los usuarios a través del catálogo, o sea, convertirlo en lo que se llama un “catálogo social”.
Margaix Arnal (2007) define la Biblioteca 2.0 como “la aplicación de las tecnologías y la filosofía de la web 2.0 a las colecciones y los servicios bibliotecarios, tanto en un entorno virtual como real (p. 102)”.
Esquema de la Biblioteca 2.0
Según este autor (p. 96), los principios del enfoque web 2.0 –que es el sustento del enfoque Biblioteca 2.0- son los de “compartir, reutilizar, mejora continua, consideración del usuario como fuente de información, confianza, aprovechamiento de la inteligencia colectiva, etc.”. A esto agrega que “se ha pasado de hablar de.. [los usuarios] como consumidores de información a tratarlos en términos de carácter participativo en la elaboración y gestión de los contenidos (p. 100)”.
Algunos de los ejemplos que nos plantea Margaix Arnal para darnos una idea de lo que podría ser la Biblioteca 2.0 son YouTube, Flickr y Amazon, en donde las personas pueden opinar, etiquetar y compartir, entre otras acciones que se tienen previstas.
Es de notar que con anterioridad, en la entrada 16, habíamos tratado sobre el registro documental, y en la entrada 17 sobre la interfaz. Anotamos en la primera el problema de si el registro debe enfocarse en el documento o en los requerimientos del usuario, por lo que a primera vista pareciera que el catálogo social sería la solución que resolvería este asunto; pero no es así, pues lo que se propone es que el registro se siga enfocando en el documento, y que el usuario lo comparta, lo reutilice o lo mejore. Esto, por obvias razones, es confiar demasiado en que los usuarios actúen conforme se espera y, sobre todo, que lo hagan ajustados al mito del buen usuario que es tan común entre los bibliotecarios y que he referido en la entrada 15.
Asoman varios problemas que planteo ahora en forma de preguntas:
  • ¿Es legítimo el requerimiento de socializar de manera participativa el catálogo? ¿Por qué? ¿Para qué?
  • En caso de asumir el carácter social del catálogo, ¿el catalogador debe revisar las aportaciones de los usuarios? ¿Validarlas e incorporarlas al registro? ¿Quizá corregirlas? ¿Emprender cambios en su propio trabajo?
  • ¿Cómo se debe considerar la calidad de la información en el catálogo social? ¿Cómo prevenir y evitar los contenidos que sean basura?
  • ¿El catálogo social debe registrar documentos o información? ¿Quizá ambos?
  • ¿Cómo se debe considerar el modelo del espacio común de información (information commons, en inglés) en el catálogo social?
  • ¿Cómo se debe considerar el modelo FRBR en el catálogo social?
Estas son preguntas que no puede resolver la mera consideración de la interfaz –aunque deberían tomarse en cuenta para su diseño-, sino que necesitan una reflexión de nuestra parte sobre si se está atendiendo un requerimiento o si sólo se trata de una moda con sus propios mitos.
Desde el último tercio del siglo XIX, los bibliotecarios sabemos que para que algo funcione con los usuarios debemos decidir y actuar en materia de instrumentación (en particular sobre la reglamentación), promoción y formación de los usuarios. Si alguno de estos tres faltara, seguramente fracasaría lo que emprendiéramos.
Socializar no es una mala idea, pero precisamos saber para qué queremos hacerlo, y no sólo dejarnos arrastrar por una moda y darles carta de naturalidad a sus mitos. Sin embargo, el problema es complejo porque abundan los creyentes del enfoque Biblioteca 2.0 que están dispuestos a impulsar el concepto a pesar de cualquier crítica y con un futurismo que raya lo mesiánico. Se trata de un problema donde las interacciones están motivadas por múltiples intereses, deseos de notoriedad, espíritu de competencia mercantil y un toque de novedad. Es un problema actual y deberemos seguir considerándolo en nuestras futuras reflexiones.

Bibliografía

Margaix Arnal, D. (2007). Conceptos de web 2.0 y biblioteca 2.0: Origen, definiciones y retos para las bibliotecas actuales. El profesional de la información, 16(2), pp. 95-106.

No hay comentarios:

Publicar un comentario