Hace unos momentos recibí en mi correo un texto publicado en la revista Crítica bibliotecológica, que es de autoría de González Castillo y Martínez Hernández (2010) y en su resumen indica que trata de una crítica cuádruple:
(1) A la marcada tendencia y actitud conformista de la práctica y el discurso bibliotecológicos.
(2) A la aceptación entusiasta del orden establecido.
(3) A la defensa activa de las imposiciones sistémicas capitalistas plasmadas en escritos y estrategias de las rutinas bibliotecarias.
(4) A las diversas instituciones bibliotecarias que fomentan el discurso conformista que atropella derechos laborales, banaliza los planes de estudio y abandona la bibliotecología en un vacío teórico y crítico.
Al respecto de su primer propósito, González Castillo y Martínez Hernández se limitan a revisar unos cuantos textos de dos autores mexicanos (Hernández Pacheco y Arriola Navarrete) y concluyen que desde la óptica de la crítica al capitalismo sistémico (Borón y Roitman) hay un repliegue a la lógica empresarial, lo cual se pone en evidencia por la terminología gerencial que se viene imponiendo al referirse a diferentes asuntos bibliotecarios. Para contrastar esta crítica, aluden a principios y conceptos humanísticos que se han venido abandonando en el discurso académico y en la formación de bibliotecarios profesionales: Igualdad (de oportunidades y condiciones), derechos, democratización, autonomía, libertad, emancipación (individual y social) y crítica.
La segunda y tercera críticas no están desarrolladas con claridad en el texto, sino que asoman como atisbos y sugerencias subsidiarios a la crítica primera.
La cuarta crítica se enfila contra la Dirección General de Bibliotecas del Conaculta, así como contra el Colegio de Bibliotecología de la UNAM y la Escuela Nacional de Biblioteconomía y Archivonomía de la SEP. Aunque no se entiende cómo se articula la crítica contra la educación bibliotecológica con la planeación de la institución rectora de la Red Nacional de Bibliotecas Públicas, se abunda en la crítica desde las mismas premisas del abordaje primero.
Si uno trata de comprender en este escrito cuál es la condición laboral de los bibliotecarios, se encuentra una confusión bastante grande, pues aunque se mencionan la mayor vigilancia y el acoso de los trabajadores, la coacción, la instrumentalización de los sujetos, la amenaza constante de perder el trabajo y la anulación del derecho del trabajo, no se pasa de la mera indicación, además de que se dejan de lado aspectos como los salarios, los riesgos en el trabajo y otros varios temas relacionados y de igual o mayor interés.
En general, el trabajo que presentan González Castillo y Martínez Hernández es muy pobre y me causa una gran preocupación por las señales que brinda sobre una descomposición general que está ocurriendo en el Colegio de Bibliotecología de la UNAM, donde parece que se ha perdido toda perspectiva de la realidad y únicamente se alcanza a vislumbrar lo que dejan ver los entretejidos de citas textuales en que se encuentran enredados sus profesores y alumnos.
Si a lo anterior agregamos el cierre que acaba de ocurrir de la maestría de bibliotecología del Colmex, entonces parece que no sólo está involucrada una institución en la problemática que viene pasando con la educación de los bibliotecarios profesionales de este país.
Con anterioridad, había tratado aquí varios asuntos sobre los bibliotecarios: La ética (nota 3), su potencial creativo (nota 13), su responsabilidad social (nota 19), sobre el imaginario social que se le adjudica (nota 22), sobre la comunicación y la heurística bibliotecarias (nota 23) y sobre su educación (nota 31). No obstante, esta situación que relato ahora es nueva y tiene que ver con la capacidad de los bibliotecarios para leer, escribir, pensar y... ser críticos.
Antes había escrito que los bibliotecarios somos conservadores por profesión, pues nos corresponde precisamente resguardar documentos sobre todas las manifestaciones de lo humano, o saber lo más posible sobre ellos con la finalidad de poder ayudar a otros cuando requieren datos, información y/o conocimiento. Sin embargo, la responsabilidad social que querramos asumir requiere que también aceptemos la responsabilidad de nuestros actos, y no sólo que nos dediquemos a buscar formar nuestra trinchera vital a partir de cacaraquear un huevo que no alcanza a gestarse, sino que resulta en abortos como el que aquí citamos.
Este es un problema no sólo de formación de bibliotecarios, sino también de capacidades, competencias y comunicación. Es tan complejo, que deberé incorporarlo en las siguientes reflexiones sobre la naturaleza de los bibliotecarios.
Bibliografía
González Castillo, J.A., Martínez Hernández, C.A. (2010). Tendencias conformistas en el discurso y en la realidad laboral de los bibliotecarios en México. Crítica bibliotecológica, 3(1). Consultado: 14 feb. 2012. En: http://eprints.rclis.org/bitstream/10760/14702/1/c.b.vol.2.no.2%26vol.3.no.1.gonzalez-martinez.pdf.
El ejemplo que expuse en esta entrada es un caso de lo que comento en la nota 41, pues cuando se acaban las palabras sólo resta decir "debe ser esto o aquello" sin fundamentar los por qué.
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