En las entradas 2 y 32 me he referido a la naturaleza de los problemas en el ámbito bibliotecario. Cuando recorro de nuevo lo que ahí he escrito, encuentro que esos problemas se pueden describir mejor mediante tres componentes taxonómicos que nos pueden ayudar a alcanzar una mejor comprensión.
Al continuar mis indagaciones y revisar de nuevo esos apuntes para ahondar más en la naturaleza de los problemas, detecto que entre los que son de operación están varios que resultan de relaciones difíciles o conflictivas en las que pueden estar implicados los usuarios, los bibliotecarios o las autoridades administrativas y decisorias para asuntos de las bibliotecas. Estos son problemas de interacciones, mismos que a decir de Anderson (1981) tienden a hacer su aparición en la mayoría de los problemas de gestión bibliotecaria, incluso en aquellos que a primera vista parecen sólo convenir a la planeación, la organización o el control.
Los problemas de interacciones pueden aparecer en cualquier momento. Así, tenemos que Hickey (1972) menciona que algunos problemas resultan del error en el reconocimiento del impacto de la personalidad del catalogador entre sus colegas y hacia el público de la biblioteca. Para que entendamos mejor esta aseveración, y con las cautelas necesarias, estaríamos considerando por analogía este impacto del catalogador como parecido al del chef de un restaurante, quien prepara los platillos que van a degustar los comensales y se los hace llegar a través de un servicio de meseros. Al igual que en la cocina, en el área de catalogación -cuando no solamente se reproducen recetas- se da un trabajo altamente creativo para conseguir la descripción más adecuada de los documentos, lo que lleva a que surjan acuerdos y discrepancias en torno a las soluciones. Los rasgos personales del catalogador, y en particular la manera como se comunica con los otros, influyen en buena medida sobre todos los otros componentes de la biblioteca.
Abundan los casos en que personas ajenas a la biblioteca -porque generalmente no la utilizan-, e incluso algunos usuarios manifiestan su oposición a que ciertos recursos estén disponibles en los acervos o como mera exposición temporal. En este sentido, recuerdo que un conocido mío, quien trabajaba como bibliotecario en una facultad de la UNAM, me comentó en una ocasión que había comprado para su biblioteca un paquete interactivo muy importante y costoso, del que pensaba que iba a tener gran impacto cuando lo difundiera entre los alumnos y los profesores. Tiempo después, me platicó que tuvo que poner a resguardo ese material por una discrepancia que había surgido con un profesor, quien le había pedido que el paquete interactivo sólo fuera de uso exclusivo para él, ya que trataba de asuntos que competían a su clase, y con el argumento siguiente: Debido a que los temas se verían en su materia, entonces no era necesario que los alumnos conocieran la fuente directa en la biblioteca. Mi seguimiento de este caso llegó al punto en que el material se había prestado por tiempo indefinido al mencionado profesor, quien lo retenía en su cubículo dentro de la institución.
En otro tenor, Umapathy (1984) realizó apuntes sobre diversos contratiempos que surgen cuando los bibliotecarios deben comunicar a las autoridades administrativas y/o decisorias al respecto de los asuntos operativos o financieros de sus bibliotecas. En estos casos, es frecuente que ocurran malos entendidos, que surjan suspicacias o que se pidan más aclaraciones, sobre todo cuando las autoridades quieren hacer reducciones presupuestales o de espacio a las bibliotecas. La actualidad de este tipo de problemas se nos aclara si consideramos el caso de los reclamos que aún persisten para que las bibliotecas hagan más con menos, o cuando tomamos conocimiento de las amenazas que se hacen a las bibliotecas en referencia a su eventual reemplazo por computadoras con conectividad a la red.
Así como estos, podemos encontrar múltiples casos de problemas de interacciones que fueron recogidos en libros publicados entre los años 70 y 80, cuando al parecer hubo en el mundo anglosajón un gran interés por educar a sus bibliotecarios con una sustento más cercano al trabajo de campo.
El problema de las interacciones es tan amplio que nos lleva a pensar en la forma como muchas de sus manifestaciones son ocasionadas por la estructura y el funcionamiento del propio sistema de la biblioteca. En este sentido, y retomando los ejemplos antes mencionados, tenemos lo siguiente:
(1) Cuando en la biblioteca se mantienen políticas que sólo buscan el logro de metas de productividad o calidad en el trabajo del catalogador, esto impacta de maneras distintas a los trabajadores de este ramo.
(2) Cuando hay políticas que mantienen una situación de privilegio para los profesores, o cuando no se les considera en las políticas dejando todo a discreción de las partes involucradas, es frecuente que se pueda dar una escalada de privilegios e incluso abusos de esos profesores, aunque el servicio bibliotecario se vea afectado.
(3) Cuando no hay un entendimiento claro sobre el propósito y la utilidad de la biblioteca para las organizaciones y quienes las constituyen, o cuando han cambiado ese propósito o la percepción de utilidad sin que lo note la biblioteca, es común que las autoridades administrativas y/o decisorias quieran proceder por su propia mano, para lo que piden a la biblioteca que presente cuentas y reportes sólo para reforzar sus decisiones.
Con estas reflexiones no resolvemos los problemas que usamos como ejemplo, sino que meramente matizamos asuntos que pueden estar influyendo en su manifestación. De hecho, estos problemas de interacciones requieren para su mejor comprensión y atención de la concurrencia de la comunicación organizacional, de la psicología social y también podría ser necesaria una reingeniería del sistema de la biblioteca.
Es muy interesante que ninguna de las carreras que forman bibliotecarios en nuestro país considera llevar materias de relaciones humanas, relaciones públicas, gestión de conflictos, o algunas de las indicadas antes como necesarias para la comprensión y atención de esta clase de problemas. Es más, hace muy poco una profesora de bibliotecología de la UNAM rechazaba que se impartan a los bibliotecarios materias relacionadas. Quizá lo que ocurre es que las escuelas de bibliotecarios también son parte del problema, por lo que se nos antoja que estos problemas de interacciones son más complejos de lo que hasta ahora avistamos. Por esta razón, deberemos seguir considerándolos más adelante.
Bibliografía
Anderson, A.J. (1981). Problems in library management. Littleton, CO: Libraries Unlimited.
Hickey, D.J. (1972). Problems in organizing library collections. New York: R.R. Bowker.
Umapathy, K.S. (1984). Problems in library management. 2nd. rev. ed. New Delhi: Vikas.
Los problemas de interacciones pueden aparecer en cualquier momento. Así, tenemos que Hickey (1972) menciona que algunos problemas resultan del error en el reconocimiento del impacto de la personalidad del catalogador entre sus colegas y hacia el público de la biblioteca. Para que entendamos mejor esta aseveración, y con las cautelas necesarias, estaríamos considerando por analogía este impacto del catalogador como parecido al del chef de un restaurante, quien prepara los platillos que van a degustar los comensales y se los hace llegar a través de un servicio de meseros. Al igual que en la cocina, en el área de catalogación -cuando no solamente se reproducen recetas- se da un trabajo altamente creativo para conseguir la descripción más adecuada de los documentos, lo que lleva a que surjan acuerdos y discrepancias en torno a las soluciones. Los rasgos personales del catalogador, y en particular la manera como se comunica con los otros, influyen en buena medida sobre todos los otros componentes de la biblioteca.
Abundan los casos en que personas ajenas a la biblioteca -porque generalmente no la utilizan-, e incluso algunos usuarios manifiestan su oposición a que ciertos recursos estén disponibles en los acervos o como mera exposición temporal. En este sentido, recuerdo que un conocido mío, quien trabajaba como bibliotecario en una facultad de la UNAM, me comentó en una ocasión que había comprado para su biblioteca un paquete interactivo muy importante y costoso, del que pensaba que iba a tener gran impacto cuando lo difundiera entre los alumnos y los profesores. Tiempo después, me platicó que tuvo que poner a resguardo ese material por una discrepancia que había surgido con un profesor, quien le había pedido que el paquete interactivo sólo fuera de uso exclusivo para él, ya que trataba de asuntos que competían a su clase, y con el argumento siguiente: Debido a que los temas se verían en su materia, entonces no era necesario que los alumnos conocieran la fuente directa en la biblioteca. Mi seguimiento de este caso llegó al punto en que el material se había prestado por tiempo indefinido al mencionado profesor, quien lo retenía en su cubículo dentro de la institución.
En otro tenor, Umapathy (1984) realizó apuntes sobre diversos contratiempos que surgen cuando los bibliotecarios deben comunicar a las autoridades administrativas y/o decisorias al respecto de los asuntos operativos o financieros de sus bibliotecas. En estos casos, es frecuente que ocurran malos entendidos, que surjan suspicacias o que se pidan más aclaraciones, sobre todo cuando las autoridades quieren hacer reducciones presupuestales o de espacio a las bibliotecas. La actualidad de este tipo de problemas se nos aclara si consideramos el caso de los reclamos que aún persisten para que las bibliotecas hagan más con menos, o cuando tomamos conocimiento de las amenazas que se hacen a las bibliotecas en referencia a su eventual reemplazo por computadoras con conectividad a la red.
Así como estos, podemos encontrar múltiples casos de problemas de interacciones que fueron recogidos en libros publicados entre los años 70 y 80, cuando al parecer hubo en el mundo anglosajón un gran interés por educar a sus bibliotecarios con una sustento más cercano al trabajo de campo.
El problema de las interacciones es tan amplio que nos lleva a pensar en la forma como muchas de sus manifestaciones son ocasionadas por la estructura y el funcionamiento del propio sistema de la biblioteca. En este sentido, y retomando los ejemplos antes mencionados, tenemos lo siguiente:
(1) Cuando en la biblioteca se mantienen políticas que sólo buscan el logro de metas de productividad o calidad en el trabajo del catalogador, esto impacta de maneras distintas a los trabajadores de este ramo.
(2) Cuando hay políticas que mantienen una situación de privilegio para los profesores, o cuando no se les considera en las políticas dejando todo a discreción de las partes involucradas, es frecuente que se pueda dar una escalada de privilegios e incluso abusos de esos profesores, aunque el servicio bibliotecario se vea afectado.
(3) Cuando no hay un entendimiento claro sobre el propósito y la utilidad de la biblioteca para las organizaciones y quienes las constituyen, o cuando han cambiado ese propósito o la percepción de utilidad sin que lo note la biblioteca, es común que las autoridades administrativas y/o decisorias quieran proceder por su propia mano, para lo que piden a la biblioteca que presente cuentas y reportes sólo para reforzar sus decisiones.
Con estas reflexiones no resolvemos los problemas que usamos como ejemplo, sino que meramente matizamos asuntos que pueden estar influyendo en su manifestación. De hecho, estos problemas de interacciones requieren para su mejor comprensión y atención de la concurrencia de la comunicación organizacional, de la psicología social y también podría ser necesaria una reingeniería del sistema de la biblioteca.
Es muy interesante que ninguna de las carreras que forman bibliotecarios en nuestro país considera llevar materias de relaciones humanas, relaciones públicas, gestión de conflictos, o algunas de las indicadas antes como necesarias para la comprensión y atención de esta clase de problemas. Es más, hace muy poco una profesora de bibliotecología de la UNAM rechazaba que se impartan a los bibliotecarios materias relacionadas. Quizá lo que ocurre es que las escuelas de bibliotecarios también son parte del problema, por lo que se nos antoja que estos problemas de interacciones son más complejos de lo que hasta ahora avistamos. Por esta razón, deberemos seguir considerándolos más adelante.
Bibliografía
Anderson, A.J. (1981). Problems in library management. Littleton, CO: Libraries Unlimited.
Hickey, D.J. (1972). Problems in organizing library collections. New York: R.R. Bowker.
Umapathy, K.S. (1984). Problems in library management. 2nd. rev. ed. New Delhi: Vikas.
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