Un elemento central de las tradiciones bibliotecarias contemporáneas es la insistencia sobre la neutralidad de la biblioteca -de sus recursos, sus servicios y su conducción- como un requisito de la objetividad y como una guía práctica. Es así que encontramos enunciados de los servicios bibliotecarios que prescriben su aplicación en igualdad de condición sin distinción, o sea, de manera ajena a cualquier forma de discriminación, indicando luego -a modo de explicación- a cuáles formas de distinción se refieren: Raza, nacionalidad, edad, sexo, religión, idioma, discapacidad, condición económica y laboral, y nivel de escolaridad (Gill, 2007, p. 26).
¿Por qué esta insistencia? ¿Es una aspiración o condición para otra cosa? ¿Se aplica por igual a todo tipo de bibliotecas? ¿También es de observancia en la investigación bibliotecológica y en los estudios de la información?
Además, ¿esta idea de la neutralidad se opone a las más recientes nociones de servicio multicultural, servicio intercultural y diversidad o infordiversidad? Esta aparente oposición deviene de que estas nuevas nociones conllevan a diferenciaciones en los recursos, los servicios y la conducción de las bibliotecas.Es de notar que por su misma naturaleza las bibliotecas establecen exclusiones entre las personas. La primera de ellas es la que define la organización de adscripción de la propia biblioteca, desde el momento en que indica quiénes deben ser considerados usuarios potenciales de esa biblioteca. Dicho de otro modo, la escuela, la universidad, el municipio, el gobierno estatal o federal establecen a cuáles personas van a atender ciertas bibliotecas desde su creación, y eventualmente modifican la noción de la comunidad usuaria potencial en el transcurso de su existencia y desarrollo.
La biblioteca es la que determina quiénes son sus usuarios, y en particular corresponde a los bibliotecarios funcionar como filtros que permiten o impiden el acceso a las personas que antes fueron señaladas como usuarios potenciales. Lo anterior lo realizan esos bibliotecarios por omisión o comisión, pero a resueltas funciona de igual modo. A veces, los usuarios potenciales resisten los embates de los bibliotecarios, y a pesar de ellos utilizan las bibliotecas.
Tanto la biblioteca como la organización a la que está adscrita definen quiénes son los no usuarios de los servicios bibliotecarios, aunque lo hacen de diferente forma: Una en las prácticas y la otra en los discursos.
Los modos como se realizan esas exclusiones pueden ser, conforme indicamos, por omisión o por comisión, además de que pueden manifestarse en modalidades que van de lo sutil a la violencia explícita a través de limitaciones, vigilancia o censuras que se exhiben abiertamente.
Con estas aclaraciones, debemos notar otras segregaciones que realizan las bibliotecas y sus bibliotecarios, de entre las cuales algunas son consideradas legítimas (las prohibiciones y las sanciones) y otras simplemente se dan: Restricciones para usar las computadoras, o para usarlas con otros fines diferentes de los prescritos; para usar ciertas obras por no considerarlas apropiadas para la edad, el género o la religión; para entrar a la biblioteca con cierta vestimenta u olor; para leer en posiciones del cuerpo distintas de las previstas en el mobiliario; para ser atendido en un idioma preponderante en la región, pero no considerado por la biblioteca; o mediante los privilegios de servicio para ciertos grupos de la comunidad (profesores, visitantes recomendados, amigos del director de la biblioteca, etc.).
Es importante señalar que este concepto de neutralidad de la biblioteca no ha existido siempre, pues en las nociones de la antigüedad había claras exclusiones que tienden a olvidar los historiadores de estos asuntos, por ejemplo, cuando nos hablan de las bibliotecas "públicas" del pasado, como en el caso de la Biblioteca Palafoxiana (Palou Pérez, 2011).
Por supuesto, la condición de la supuesta neutralidad, o los añadidos de multiculturalidad, interculturalidad e infodiversidad, tienen una definición pretendidamente clara cuando emprendemos indagaciones sobre la biblioteca, la información, los usuarios, la gestión bibliotecaria/de la información, etc. La medida en que pueda pesar esa presunta neutralidad en los estudios bibliotecarios y de la información es algo que aún desconocemos, aunque en muchos cases es rastreable en los supuestos no declarados de esas indagaciones.
De esta manera, nos asomamos a otro campo problemático que pareciera simple por tratarse de meros conceptos, pero dado que están imbricados en las prácticas -y muy probablemente resultan de ellas- podemos avizorar una complejidad vasta que deberemos abordar en otra ocasión.
Bibliografía
Gill, P. (2007). Directrices IFLA/Unesco para el desarrollo del servicio de bibliotecas públicas. México: IFLA; Unesco; Conaculta.
Palou Pérez, P.A. (2011). Sopla del espíritu humano: Primera biblioteca pública (1646). El bibliotecario, 10(82), supl. 8 p.