La historia de las bibliotecas presenta estas instituciones como emergiendo porque sí, como hierba en el campo social. No resulta claro el significado de las leyendas “Hospital de las Almas” o “Templo del Saber” que se llevan y traen para pretender fundamentar una existencia y una valoración de la biblioteca en la antigüedad. Tampoco resulta claro qué tipo de repositorios se destruyeron en el Continente Americano luego de la Conquista, o cuál era la naturaleza de las llamadas “bibliotecas” que fueron destruidas en varias dinastías gobernantes en China.
Lo único que resulta evidente es que existe en ciertas culturas, en ciertas personas, la necesidad de coleccionar soportes físicos portadores de información y conocimiento. Esa necesidad que mueve al coleccionismo no parece ser única, sino que se diversifica al verse unida a varios motivos, de entre los cuales tenemos que los principales son el saber, el poder y el hacer, que generalmente se manifiestan en sus combinaciones: Saber-Poder, Saber-Hacer, Poder-Saber, Poder-Hacer, Hacer-Saber y Hacer-Poder.
A manera de ejemplo, tenemos que Gabriel Naudé tuvo una intuición cuando en su Advis apuntó que la biblioteca es una máquina cultural que permite colocar el saber de manera accesible y ordenada con el objetivo de provocar una comprensión política (Coelho, 2000, pp. 82-83). De esta manera, la motivación de la biblioteca es un Saber-Poder; o sea, Naudé comprendió que los individuos debían buscar la adquisición de un cierto grado superior de conocimiento que les permitiera acceder a un nivel de posibilidades nuevo para sus vidas. Así, el conocimiento debería brindar la libertad.
Coelho nos indica que un opuesto a esta noción del francés es si el motivo para que exista la biblioteca es el Poder-Saber, que es cuando nos encontramos con las figuras del director de lecturas o del orientador cultural, pues ellos son quienes buscan imponer los bienes culturales que se desea consumir, y a veces sólo permiten que se consuman esos. De esta manera, ellos son las figuras de autoridad que dictaminan las posibilidades para acceder al conocimiento.
¿Cuáles son los motivos para que exista nuestra biblioteca? ¿Los motivos originales cambian conforme pasa el tiempo? No conozco ninguna biblioteca escolar o universitaria que no esté motivada por el Poder-Saber, a la manera de la explicación de Coelho, pues se autoasumen como instituciones autorizadas para hacer posible el acceso a cierto tipo de conocimiento, lo cual está en correspondencia con la naturaleza de sus organizaciones de adscripción.
En su origen, las bibliotecas públicas estaban motivadas por un Saber-Hacer y, de manera controlada, por un Hacer-Poder, pues fueron concebidas como instituciones para la educación de los trabajadores, que permitirían elevar su nivel educativo, brindándoles herramientas para mejorar sus propias vidas. De esta manera, algunos de los temas favoritos que se difundían desde las bibliotecas públicas eran la higiene y la economía doméstica. Hoy, las bibliotecas públicas muestran tal diversidad que sería pertinente averiguar cuáles son los motivos de su existencia.
Las bibliotecas nacionales se originaron por motivos del tipo Poder-Hacer, pues fueron pensadas para brindar a los individuos los conocimientos posibles para hacer naciones desarrolladas, progresistas y justas. Sin embargo, estos motivos primeros han cambiado en varios países, a veces para mal, como ocurrió en México, donde la biblioteca nacional que se tuvo fue absorbida por la institución de educación superior más importante del país, con lo que cambió su motivo original por el de Poder-Saber y sólo existe para mantener la hegemonía y el control de un grupo de académicos, en la medida en que son capaces de concentrar y controlar parte de la producción bibliográfica y documental del territorio.
Es importante indicar que a los motivos aquí señalados se les agregan fines, que también están vinculados a las necesidades que llevan a crear y mantener bibliotecas. De esta forma, a los anteriores debemos agregar el origen público o privado de la organización o el mecenas que financia esas bibliotecas. Asimismo, tenemos que considerar el enfoque de gestión pública o comercial que persiguen esa organización o ese mecenas.
Éstas y otras condicionantes delimitan y configuran la naturaleza de las bibliotecas, que nunca es igual y siempre está sujeta a cambios. Es así que a partir de estas delimitaciones y configuraciones de cada biblioteca, con sus necesidades, motivos, fines y formas de gestión y financiamiento, tenemos que el ser de cada institución es único. La manifestación del ser de la biblioteca, aquello que hacen y hacia lo que enfilan todos sus afanes, se llama su “misión”.
Podemos encontrar ejemplos de declaraciones de misión como los siguientes:
Caso A: La Misión de la Biblioteca es proveer recursos y servicios de información a profesores y alumnos del Campus… para contribuir a su desarrollo académico y de investigación.
Caso B: Satisfacer los requerimientos de información de la comunidad universitaria, desarrollar competencias para el acceso y uso de información en los miembros que así lo requieran, y mantener espacios físicos y virtuales que creen óptimas condiciones de aprendizaje.
La misión del Caso A expresa una necesidad de aprovisionamiento de cierto tipo de recursos y servicios a cierta población. Su motivo es del tipo Poder-Hacer, pues expresa que el aprovisionamiento va a contribuir al desarrollo de la población. El fin al que se dirige esta biblioteca es la academia y la investigación, aunque sólo a manera de contribución por medio del aprovisionamiento. De esta manera, no resulta claro un fin social, por lo que la biblioteca podría servir a un fin comercial o de otro tipo. Sobre la forma de gestión, se entiende que hay un proceso manifestado de aprovisionamiento-contribución, lo cual apuntaría a una gestión solamente enfocada en el desarrollo de colecciones y en los servicios para poner esas colecciones al alcance de académicos e investigadores (p. ej., préstamo, orientación, repositorio digital). Nada se indica sobre la forma de financiamiento.
La misión del Caso B es distinta, pues expresa tres necesidades:
1) De satisfacer requerimientos de información de la comunidad universitaria.
2) De falta de competencias para el acceso y uso de información en esa comunidad.
3) De mantener espacios físicos y virtuales en ciertas condiciones.
Esta biblioteca está motivada por el Poder-Saber, pues está enfilada hacia la creación de condiciones para el aprendizaje. El fin al que se dirige es la comunidad universitaria, atendiéndola y formando sus competencias. Por este motivo, vemos un fin social en esta misión. Sin embargo, la forma de gestión sólo indica tres áreas de desarrollo desarticuladas: Mantenimiento de espacios físicos y virtuales, atención de requerimientos de información, y desarrollo de competencias de información. Por lo mismo, estas tres áreas no indican un carácter sistémico en la gestión. Tampoco se aclara nada sobre la forma de financiamiento.
Parafraseando un adagio, podríamos decir sobre las bibliotecas que “por sus misiones las conoceréis”, pues como vemos en la declaración de la misión se condensa en buena medida una definición de lo que estas instituciones esperan/desean ser. Pero la cosa no queda sólo en la mera redacción, sino que la misión de la biblioteca debe estar alineada a la misión de la organización a la cual está adscrita, de forma que tenga sentido decir que es parte de ésta.
De especial interés puede resultar confrontar lo que las bibliotecas esperan o desean ser con lo que realmente son o pueden llegar a ser. Sin embargo, aún carecemos de ese conocimiento, que debería basarse en un método de comparación referencial.
Tenemos entonces que la responsabilidad de crear, administrar y desarrollar repositorios de información y conocimiento, llámense “bibliotecas”, va más allá de la selección, adquisición, catalogación, servicio y difusión, pues quizá la distancia que media entre lo que la biblioteca es y lo que espera o desea ser resulta grande o imposible de recorrer.
Los problemas que encontramos con esta reflexión son varios: ¿Qué son las bibliotecas? ¿Qué esperan o desean ser? ¿Cómo expresan su naturaleza en una misión? Este problema fue el mismo que encontramos en una reunión en San Luis Potosí, en el año 2007, cuando preguntamos a los asistentes qué es una biblioteca. Todos querían dar una definición de aceptación general, pero cada uno tenía una noción distinta, lo cual llevó a una situación de desorientación y angustia por sentirse incapaces de definir lo que creían más que conocido. La situación se pudo resolver con una solución fenomenológica: La biblioteca corresponde a una idea genérica, por lo que tiene muchas facetas, de manera que todas las nociones expresadas corresponden a la biblioteca. La idea de biblioteca se volvió una suma de las nociones que tenían los participantes.
Adelanto que este problema lo voy a enmarcar dentro de otro que quiero tratar más adelante, sobre la cultura bibliotecaria, que me parece un problema tan complejo que aún lo sigo degustando. Hasta la próxima.
Bibliografía
Coelho, T. (2000). Diccionario crítico de política cultural: Cultura e imaginario. México: CONACULTA; ITESO; Secretaría de Cultura, Gobierno de Jalisco.
Lo único que resulta evidente es que existe en ciertas culturas, en ciertas personas, la necesidad de coleccionar soportes físicos portadores de información y conocimiento. Esa necesidad que mueve al coleccionismo no parece ser única, sino que se diversifica al verse unida a varios motivos, de entre los cuales tenemos que los principales son el saber, el poder y el hacer, que generalmente se manifiestan en sus combinaciones: Saber-Poder, Saber-Hacer, Poder-Saber, Poder-Hacer, Hacer-Saber y Hacer-Poder.
A manera de ejemplo, tenemos que Gabriel Naudé tuvo una intuición cuando en su Advis apuntó que la biblioteca es una máquina cultural que permite colocar el saber de manera accesible y ordenada con el objetivo de provocar una comprensión política (Coelho, 2000, pp. 82-83). De esta manera, la motivación de la biblioteca es un Saber-Poder; o sea, Naudé comprendió que los individuos debían buscar la adquisición de un cierto grado superior de conocimiento que les permitiera acceder a un nivel de posibilidades nuevo para sus vidas. Así, el conocimiento debería brindar la libertad.
Coelho nos indica que un opuesto a esta noción del francés es si el motivo para que exista la biblioteca es el Poder-Saber, que es cuando nos encontramos con las figuras del director de lecturas o del orientador cultural, pues ellos son quienes buscan imponer los bienes culturales que se desea consumir, y a veces sólo permiten que se consuman esos. De esta manera, ellos son las figuras de autoridad que dictaminan las posibilidades para acceder al conocimiento.
¿Cuáles son los motivos para que exista nuestra biblioteca? ¿Los motivos originales cambian conforme pasa el tiempo? No conozco ninguna biblioteca escolar o universitaria que no esté motivada por el Poder-Saber, a la manera de la explicación de Coelho, pues se autoasumen como instituciones autorizadas para hacer posible el acceso a cierto tipo de conocimiento, lo cual está en correspondencia con la naturaleza de sus organizaciones de adscripción.
En su origen, las bibliotecas públicas estaban motivadas por un Saber-Hacer y, de manera controlada, por un Hacer-Poder, pues fueron concebidas como instituciones para la educación de los trabajadores, que permitirían elevar su nivel educativo, brindándoles herramientas para mejorar sus propias vidas. De esta manera, algunos de los temas favoritos que se difundían desde las bibliotecas públicas eran la higiene y la economía doméstica. Hoy, las bibliotecas públicas muestran tal diversidad que sería pertinente averiguar cuáles son los motivos de su existencia.
Las bibliotecas nacionales se originaron por motivos del tipo Poder-Hacer, pues fueron pensadas para brindar a los individuos los conocimientos posibles para hacer naciones desarrolladas, progresistas y justas. Sin embargo, estos motivos primeros han cambiado en varios países, a veces para mal, como ocurrió en México, donde la biblioteca nacional que se tuvo fue absorbida por la institución de educación superior más importante del país, con lo que cambió su motivo original por el de Poder-Saber y sólo existe para mantener la hegemonía y el control de un grupo de académicos, en la medida en que son capaces de concentrar y controlar parte de la producción bibliográfica y documental del territorio.
Es importante indicar que a los motivos aquí señalados se les agregan fines, que también están vinculados a las necesidades que llevan a crear y mantener bibliotecas. De esta forma, a los anteriores debemos agregar el origen público o privado de la organización o el mecenas que financia esas bibliotecas. Asimismo, tenemos que considerar el enfoque de gestión pública o comercial que persiguen esa organización o ese mecenas.
Éstas y otras condicionantes delimitan y configuran la naturaleza de las bibliotecas, que nunca es igual y siempre está sujeta a cambios. Es así que a partir de estas delimitaciones y configuraciones de cada biblioteca, con sus necesidades, motivos, fines y formas de gestión y financiamiento, tenemos que el ser de cada institución es único. La manifestación del ser de la biblioteca, aquello que hacen y hacia lo que enfilan todos sus afanes, se llama su “misión”.
Podemos encontrar ejemplos de declaraciones de misión como los siguientes:
Caso A: La Misión de la Biblioteca es proveer recursos y servicios de información a profesores y alumnos del Campus… para contribuir a su desarrollo académico y de investigación.
Caso B: Satisfacer los requerimientos de información de la comunidad universitaria, desarrollar competencias para el acceso y uso de información en los miembros que así lo requieran, y mantener espacios físicos y virtuales que creen óptimas condiciones de aprendizaje.
La misión del Caso A expresa una necesidad de aprovisionamiento de cierto tipo de recursos y servicios a cierta población. Su motivo es del tipo Poder-Hacer, pues expresa que el aprovisionamiento va a contribuir al desarrollo de la población. El fin al que se dirige esta biblioteca es la academia y la investigación, aunque sólo a manera de contribución por medio del aprovisionamiento. De esta manera, no resulta claro un fin social, por lo que la biblioteca podría servir a un fin comercial o de otro tipo. Sobre la forma de gestión, se entiende que hay un proceso manifestado de aprovisionamiento-contribución, lo cual apuntaría a una gestión solamente enfocada en el desarrollo de colecciones y en los servicios para poner esas colecciones al alcance de académicos e investigadores (p. ej., préstamo, orientación, repositorio digital). Nada se indica sobre la forma de financiamiento.
La misión del Caso B es distinta, pues expresa tres necesidades:
1) De satisfacer requerimientos de información de la comunidad universitaria.
2) De falta de competencias para el acceso y uso de información en esa comunidad.
3) De mantener espacios físicos y virtuales en ciertas condiciones.
Esta biblioteca está motivada por el Poder-Saber, pues está enfilada hacia la creación de condiciones para el aprendizaje. El fin al que se dirige es la comunidad universitaria, atendiéndola y formando sus competencias. Por este motivo, vemos un fin social en esta misión. Sin embargo, la forma de gestión sólo indica tres áreas de desarrollo desarticuladas: Mantenimiento de espacios físicos y virtuales, atención de requerimientos de información, y desarrollo de competencias de información. Por lo mismo, estas tres áreas no indican un carácter sistémico en la gestión. Tampoco se aclara nada sobre la forma de financiamiento.
Parafraseando un adagio, podríamos decir sobre las bibliotecas que “por sus misiones las conoceréis”, pues como vemos en la declaración de la misión se condensa en buena medida una definición de lo que estas instituciones esperan/desean ser. Pero la cosa no queda sólo en la mera redacción, sino que la misión de la biblioteca debe estar alineada a la misión de la organización a la cual está adscrita, de forma que tenga sentido decir que es parte de ésta.
De especial interés puede resultar confrontar lo que las bibliotecas esperan o desean ser con lo que realmente son o pueden llegar a ser. Sin embargo, aún carecemos de ese conocimiento, que debería basarse en un método de comparación referencial.
Tenemos entonces que la responsabilidad de crear, administrar y desarrollar repositorios de información y conocimiento, llámense “bibliotecas”, va más allá de la selección, adquisición, catalogación, servicio y difusión, pues quizá la distancia que media entre lo que la biblioteca es y lo que espera o desea ser resulta grande o imposible de recorrer.
Los problemas que encontramos con esta reflexión son varios: ¿Qué son las bibliotecas? ¿Qué esperan o desean ser? ¿Cómo expresan su naturaleza en una misión? Este problema fue el mismo que encontramos en una reunión en San Luis Potosí, en el año 2007, cuando preguntamos a los asistentes qué es una biblioteca. Todos querían dar una definición de aceptación general, pero cada uno tenía una noción distinta, lo cual llevó a una situación de desorientación y angustia por sentirse incapaces de definir lo que creían más que conocido. La situación se pudo resolver con una solución fenomenológica: La biblioteca corresponde a una idea genérica, por lo que tiene muchas facetas, de manera que todas las nociones expresadas corresponden a la biblioteca. La idea de biblioteca se volvió una suma de las nociones que tenían los participantes.
Adelanto que este problema lo voy a enmarcar dentro de otro que quiero tratar más adelante, sobre la cultura bibliotecaria, que me parece un problema tan complejo que aún lo sigo degustando. Hasta la próxima.
Bibliografía
Coelho, T. (2000). Diccionario crítico de política cultural: Cultura e imaginario. México: CONACULTA; ITESO; Secretaría de Cultura, Gobierno de Jalisco.
No hay comentarios:
Publicar un comentario