sábado, 16 de mayo de 2009

3. EL PROBLEMA DE SER BIBLIOTECARIO

En estos momentos en que estoy estudiando sobre la naturaleza de los problemas en el campo de la información, siento la necesidad de abordar un tema que para mí es bastante importante, pues me ha acompañado en los más de cinco lustros que llevo trabajando en bibliotecas y nuevamente se está reconfigurando. En el derrotero que relataré sucintamente, trataré de no perder el rigor de las anteriores contribuciones, a pesar de lo entrañable que me resulta platicar de estos asuntos.
Pocos años después de que salí de la Escuela Nacional de Biblioteconomía y Archivonomía, el director me preguntó sobre cuán útil era para mi desempeño laboral la formación que me dio la escuela. Yo le respondí que todo me servía, pero que me hubiera gustado que alguien me explicara lo que era un sindicato, pues todos los días había tenido que lidiar con alguno. Mi respuesta no debió agradarle, quizá porque no hacía referencia a un conocimiento tenido como propiamente bibliotecario.
Tiempo después, hicimos un grupo de estudio Marcela Camarillo, Óscar Maya y yo para revisar algunas obras que considerábamos centrales para la bibliotecología. Una de ellas era de Shera, su Los Fundamentos de la educación bibliotecológica, en la que plantea dos conceptos históricos para definir al bibliotecario: El bibliotecario erudito y el bibliotecario mediador (Shera; 201-202). El segundo concepto es apoyado por este autor porque considera que “hace posible la sustitución del propio juicio u opinión subjetiva del bibliotecario por un estudio objetivo de lo que la sociedad espera obtener de los libros o registros en cualquier etapa de su desarrollo cultural” (Shera; 202). Más adelante indica que “de todas las profesiones, la de bibliotecario es probablemente la más derivativa y sintética, dependiente sobremanera de las disciplinas más formales para la derivación de su propia estructura teórica y cuerpo de práctica” (Shera; 207).
A partir de mis lecturas y mi propia experiencia, estoy cierto de que la formación técnica y profesional de los bibliotecarios se ha dirigido, desde sus inicios, a resolver problemas de organización, de arreglo y presentación del conjunto documental que compone la biblioteca, agregando después la implementación de los servicios, la mejora de esos servicios con el apoyo de las tecnologías de la información y la comunicación, y hoy la administración de la información, los documentos y los servicios en soportes digitales. En este sentido, la formación de los bibliotecarios está dirigida a preparar sujetos que puedan hacerse cargo de una biblioteca, resolviendo todos los problemas internos de esta institución, así como los problemas que les puedan plantear la organización de adscripción y los usuarios.
Por otra parte, durante años he realizado diversas lecturas que pretenden teorizar el campo de la información en disciplinas que se antojan la misma o muy cercanas, aunque tienen diferentes denominaciones. La investigación de estas materias comenzó desde el siglo XIX, pero fue, como dice Brooks, para orientar los valores o para interpretar los fenómenos que ocurrían en la práctica bibliotecaria (Brooks; 245). Sobre el primero de éstos, a decir de este autor, los bibliotecarios se han dedicado a opinar sobre los valores asociados a la biblioteca.
En relación a lo anterior, un segmento de la investigación se ha dirigido a atender el problema de la fundamentación teórica de la disciplina bibliotecaria, buscando responder a preguntas sobre su identidad, como las siguientes: ¿Cuál es el nombre de nuestra disciplina? ¿Cuál es su naturaleza y alcance? ¿Cuáles son sus objetos de estudio o investigación? ¿Cuáles problemas se plantea? De esta manera, Pérez Pulido y Herrera Morillas se han ocupado de fundamentar la biblioteconomía, mientras Rendón Rojas se interesó por hacerlo con la bibliotecología, y Brown César con la ciencia bibliotecaria. Otros autores se han ocupado de hacer lo propio con la ciencia de la información y con las ciencias de la documentación.
Ahora estoy leyendo un par de libros que de nueva cuenta me están llevando a preguntarme por el bibliotecario que soy. Se trata de De volcanes llena: Biblioteca y compromiso social, que es una compilación realizada por los profesores españoles Gimeno Perelló, López López y Morillo Calero, y del libro de Toni Samek llamado Biblioteconomía y derechos humanos: Una Guía para el siglo XXI. Estas dos obras abordan aspectos de responsabilidad y compromiso de los bibliotecarios. Sin embargo, se refieren a nociones que, por los casos relatados, parecen externas a la biblioteca, como los derechos humanos –en particular, abordan la libertad de expresión- y la persecución que se hace a los bibliotecarios por expresar sus opiniones. También tratan sobre el compromiso social, el activismo bibliotecario, la privatización del conocimiento, la situación de las bibliotecas durante momentos de excepción, como las guerras, el servicio bibliotecario para grupos con necesidades especiales y la construcción de una ética bibliotecaria más comprometida con los movimientos sociales y con responsabilidades sociales claras. Debo confesar que la lectura de estos textos me resulta muy interesante, aunque no deja de sorprenderme la necesidad de notoriedad de algunos autores, quienes sin dejar de ser muy conservadores, se han abierto a la solidaridad con diversas causas y proponen lo que hacen o piensan como ejemplo para otros bibliotecarios.
Todas estas lecturas, así como las experiencias que he acumulado, me plantean dudas y pruebas, aunque no han sido grandes barreras para mi desempeño profesional como bibliotecario. Sin embargo, no dejan de inquietarme por el temor de sentir que en algún momento todas las incertidumbres e inseguridades que traducen puedan constituirse en una verdadera barrera para mí, así como he visto que ocurre con otros colegas que han caído en estancamientos, perpetuidades, permanentes deslumbramientos, inmovilidades, o que se dedican a viajar por otros países para luego recetarnos las novedades que encuentran, aunque todavía no las desempaquen de las lenguas y culturas extranjeras.
Como dije antes, a través de las lecturas que ahora hago estoy en una nueva búsqueda para encontrar el bibliotecario que soy, enfilándome hacia una especialización profesional para solucionar problemas en el campo de la información. En este sentido, estoy convencido de que el problema de ser bibliotecario debe ser uno abierto por los cambios que permanentemente nos impactan.

Bibliografía
Brooks, T.A. (Fall 1989). The Model of science and scientific models in librarianship. Library trends, 38(2), 237-249.
Brown César, J. (2000). Elementos para una teoría bibliotecaria. México: ENBA.
Diccionario ideológico de la lengua española. (1998). Barcelona: Bibliograf.
Gimeno Perelló, J., López López, P. y Morillo Calero, M.J. (Coord.) (2007). De volcanes llena: Biblioteca y compromiso social. Gijón, Asturias: Trea.
Pérez Pulido, M. y Herrera Morillas, J.L. (2005). Teoría y nuevos escenarios de la biblioteconomía. Buenos Aires: Alfagrama.
Rendón Rojas, M.A. (1997). Bases teóricas y filosóficas de la bibliotecología. México: UNAM, CUIB.
Samek, T. (2008). Biblioteconomía y derechos humanos: Una Guía para el siglo XXI. Gijón, Asturias: Trea.
Shera, J.H. (1990). Los Fundamentos de la educación bibliotecológica. México: UNAM, CUIB.

1 comentario:

  1. Estimado Robert E. Gamboa
    En esta forma de bucear dentro de la profesión, me agradó sobremanera el claro discernimiento en torno al carácter de responsabilidad social que pesa sobre el bibliotecario, así como su ética profesional. Espero que su búsqueda lo lleve a indagar aspectos esenciales de nuestro quehacer, que como usted a dicho, a llevado a algunos colegas al estancamiento y la inmovilidad.
    Sé que depende de todos nosotros, pero bueno es, de tanto en tanto, sentir este viento en la mirada.
    Que siga bien y felicitaciones por el espacio.
    Daniel Canosa

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