domingo, 16 de junio de 2013

58. EL CAMBIO BIBLIOTECARIO

Entre todos los conceptos que estudié en las materias de administración bibliotecaria que llevé en la escuela, recuerdo que con cierta premura se nos presentó el problema del cambio, indicando que todo se transforma en el entorno de la biblioteca y que un profesional bibliotecario debería poder enfrentar (esa era la palabra que se utilizaba) cualquier situación externa que pudiera alterar el funcionamiento de esa institución.
Este asunto del cambio me pareció inquietante y por ello consulté a uno de mis profesores, quien parafraseó al filósofo griego Zenón diciéndome que “lo único permanente en la biblioteca es el cambio” y agregando que eso no debía preocuparme, pues la formación que recibía en la escuela me estaba preparando para lo que viniera. Debo acotar que esta recomendación me la hizo en medio de la crisis económica que padecimos en los años 80, antes de que el gobierno promoviera el primer pacto económico para evitar el colapso nacional. Luego de esa admonición, no han parado las crisis en este país.
He sido testigo de cómo las bibliotecas se han visto obligadas a adelgazar y restringir su crecimiento, a apostar a tecnologías de toda laya poniendo en riesgo su propia existencia, a ajustarse a enfoques administrativos que buscan hacerlas más eficientes y menos costosas, a aceptar formas de evaluación completamente ajenas a su naturaleza, a perder el rumbo y no saber cuál es la razón de su existencia, así como a vivir con miedo por las asonadas de que están cerrando bibliotecas en los Estados Unidos y tras suponer que por contagio pasará lo mismo en México.
También he conocido los llamados “casos de éxito” en cuestión de cambios, pero creo que algún día valdría la pena evaluarlos en términos de lo ganado y lo perdido luego de las modificaciones emprendidas para adaptarse, para mejorar, para modernizarse, para ser excelentes y para adjudicarse otros tantos adjetivos que vienen y van como las modas.
Traemos a colación que en la entrada 26 señalamos que toda la biblioteca es un organismo compuesto por elementos que se oponen y que se tienen que equilibrar. Además, los elementos no sólo se relacionan en parejas, pues uno mismo puede tener vínculos con varios otros, como por ejemplo el presupuesto, que impacta casi todos los otros elementos del sistema.
La reflexión que emprendí desde mis días de escuela, hace casi tres décadas, me ha convencido de que cualquier intento de abordar el cambio en y de la biblioteca debe hacerse a partir de una noción amplia y clara de lo que ella es, con lo que arribé a una certidumbre que podemos percibir como hilo conductor a lo largo de toda la historia de las bibliotecas: La biblioteca es una entidad ordenada.
Buscando comprender lo que es el orden encontré a Cesarman (1982), quien dice al respecto lo siguiente:
  • El proceso de ordenamiento se da a contracorriente.
  • Sólo lo que tiene orden es capaz de producir trabajo y éste siempre se manifiesta como movimiento.
  • El universo posee un patrimonio de orden acumulado en los sistemas de estructura heterogénea y compleja. Existe un gradiente que va del orden al caos; por lo que los sistemas tienden a caer, de manera espontánea, hacia la homogeneidad y el caos.
  • A través del  movimiento, el orden se desgasta y se transforma en caos.
  • En este proceso se produce trabajo.
  • El orden es complejidad, heterogeneidad, desequilibrio, vulnerabilidad e improbabilidad.
En algún momento de este trayecto, me he fijado en dos conceptos que interesaron mucho a Susana Sander y Ramiro Lafuente, quienes abordaron desde la filosofía y la historia diversos aspectos de la clasificación y la catalogación. Sobre el particular, es de notar que en la entrada 25 mencionamos que una biblioteca está ordenada cuando su catalogación y clasificación se llevan a cabo de forma normalizada, o sea, tratando de reducir a cero la variación en las decisiones que se toman en la descripción o en la aplicación de la norma para la colocación física del documento.
De esta manera, la catalogación y la clasificación son elementos ordenadores de la biblioteca, pero no constituyen el todo del sistema bibliotecario ordenado. Para tener una noción más clara de esto que decimos, nos referiremos al siguiente esquema gráfico en el que mostramos a la biblioteca como un sistema ordenado.
El sistema bibiotecario y el cambio.
Podemos ver que hay al menos cuatro subsistemas que conforman la biblioteca:
  • El orden institucional, que abarca los componentes administrativos, financieros, de política, normativos y tecnológicos que la organización de adscripción de la biblioteca dispone para que ésta opere, para supervisarla, controlarla y evaluarla.
  • El orden físico, que incluye las instalaciones (enmarcados, conforme la entrada 42), la disponibilidad de todos los recursos materiales y tecnológicos, la ergonomía y la usabilidad.
  • El orden lógico, en el que interactúan la clasificación, todos los asuntos de logística y las normativas técnicas.
  • El orden socio-cultural, que es operado por los recursos humanos y consiste en el ambiente, todos los aspectos de las relaciones humanas, así como los valores y las formas de pensar.
La intersección de los órdenes físico y lógico establecen las condiciones de accesibilidad. Además, entre el orden institucional y el orden socio-cultural se mantiene un estado de negociación permanente. Asimismo, el orden institucional y el orden lógico se interpretan recíprocamente todo el tiempo, y el primero mantiene un diálogo continuo con el orden físico al respecto de la estética y la utilidad de los recursos de la biblioteca
Notamos también que el orden socio-cultural condiciona los órdenes lógico y físico, tanto en su operación como en su desarrollo, por lo que igualmente incide, directa o indirectamente, en la accesibilidad.
Estos órdenes son susceptibles a ciertos cambios en su entorno, como puede verse en el esquema gráfico. Asimismo, los cambios pueden presentarse dentro de la biblioteca en algunos de sus componentes. Tomemos como ejemplo el relevo de la normativa catalográfica que está ocurriendo ahora, y que en nuestro esquema corresponde al orden lógico. Obviamente, esta nueva normativa conllevará a transformaciones en la logística, en la accesibilidad y en la forma de pensar, al igual que podría modificar componentes del orden físico y generar interpretaciones para el orden institucional.
Los cuatro órdenes están integrados en el sistema bibliotecario, que opera como un proceso que recibe insumos y requerimientos para generar resultados, conformidad y beneficios. Este proceso es cíclico, de modo que se mantiene en funcionamiento para tener la ventaja competitiva a la que sirve y que es la razón de su existencia.
Observamos que este gráfico esquemático nos sirve para describir y comprender los cambios que ocurren. Así, tenemos el caso comentado por Garrett (1999), quien se ha referido a los cambios en el orden que ocurrieron en las bibliotecas alemanas a fines del siglo XVIII y principios del siglo siguiente. Estas transformaciones fueron las siguientes:
  1. Se estableció una distinción entre el orden visible y el orden funcional. En este sentido, se pasó de considerar que la biblioteca representaba el universo a concebirla como el lugar para localizar con rapidez los libros que se necesitaban.
  2. Se diferenció la información bibliográfica del objeto físico libro.
  3. Se estableció una demarcación entre el bibliotecario y la memoria bibliográfica.
  4. Se propuso cambiar el catálogo sistemático por el catálogo de temas.
Notamos en este ejemplo que se indican cambios en la ventaja competitiva (1), entre los órdenes lógico y físico (2), entre los órdenes socio-cultural y lógico (3), y cambios normativos y de logística (4). Como efecto de estas transformaciones, Garrett indica que se estableció un antes y un después en el que las bibliotecas alemanas se modificaron en su naturaleza y organización.
Stephens y Russell (2004) indican que el cambio es una actividad organizacional significativa que es necesaria para que la biblioteca siga siendo relevante. No obstante, cada biblioteca es única y cumple con un rol social distinto, a la vez que opera con culturas que no poseen otras organizaciones, lo cual dificulta cualquier intento de réplica de las experiencias y las prácticas. Concluyen que no hay una estrategia única e infalible para el desarrollo de una organización bibliotecaria.
Cuando indagamos un poco más los conceptos de Stephens y Russell, para tratar de comprender qué significado le dan a ser relevante como ventaja competitiva de la biblioteca, encontramos que su concepto apunta a que esta institución debe servir a los usuarios en un entorno fluido, de expectativas cambiantes, influencias tecnológicas e imperativos de la organización de adscripción. Podemos ayudarnos para entender estos conceptos con nuestro esquema gráfico, en el que vemos la biblioteca en el plano inferior y la ventaja competitiva en el plano superior.
Rubin (2004, pp. 79) señala el siguiente caso de cambio en el entorno: “La necesidad crítica y creciente de información, así como el incremento de su naturaleza electrónica han producido competidores y alternativas a las prácticas bibliotecarias tradicionales. Estos competidores también reconocen que la información es un bien valioso, y que pueden obtener ganancia y poder si controlan su diseminación”. Ante este panorama, recomienda que las bibliotecas transiten por el entorno tecnológico adquiriendo sus productos y adaptándose, al tiempo que sus recursos humanos aprenden a dominar los nuevos dispositivos. Para poder hacerlo, se tienen que preguntar sobre su misión (ventaja competitiva), la selección y evaluación de sus colecciones (logística), sobre la accesibilidad, sobre el futuro de sus recursos humanos (orden socio-cultural) y sobre la productividad (orden lógico). También nos ayuda a comprender estos conceptos nuestro esquema gráfico.
Stephens y Russell (2004) añaden que el cambio puede anticiparse, planearse e implementarse de la mejor manera, a través de procesos de planeación que contemplen distintas evaluaciones, anticipando los riesgos del cambio y por otros medios. En este sentido, tenemos el ejemplo de Stimson (2007), quien sugiere que algunos cambios de las bibliotecas pueden servir para desarrollar su imagen y para posicionarlas a través de la conformación de una marca.
Llegados a este punto, vislumbramos el cambio bibliotecario como un tema de reflexión y asunto de práctica en las bibliotecas. Su consideración es necesaria ya que ciertamente el cambio es permanente en estas instituciones, y si no hay cambio, entonces las bibliotecas están enfermas e incluso pueden estar condenadas a muerte. El problema del cambio es muy complejo, pero es apasionante y atraviesa todos los tipos y modelos de bibliotecas a través de la historia de la humanidad. Por ser de nuestra predilección y de gran utilidad, seguiremos considerándolo en futuros abordajes.

Bibliografía

Cesarman, Eduardo. (1982). Orden y caos: El complejo orden de la naturaleza. México: Diana.
Garrett, J. (1999). Redefining order in the German library, 1775-1825. Eighteenth century studies, 33(1), pp. 103-123.
Rubin, R.E. (2004). Redefining the library: The impacts and implications of technological change. En su: Foundations of library and information science. 2nd ed. New York: Neal-Schuman. pp. 79-120.
Stephens, D.; Russell, K. (2004). Organizational development, leadership, change and the future of libraries. Library trends, 53(1), pp. 238-257.
Stimson, N.F. (2007). Library change as a branding opportunity: Connect, reflect, research, discover. C&RL news, 68(11), pp. 694-698.

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