sábado, 30 de marzo de 2013

55. VOLVER A LAS NECESIDADES DE INFORMACIÓN

En la entrada 52, reconocimos el problema de pensar de otra manera las necesidades de información; esto es, no verlas como meras carencias de recursos de información para así poder cambiar la supremacía de los objetos por encima de los sujetos.
Agreguemos que en la entrada 18 citamos a Morales Campos, cuando en una conferencia magistral aseguró que el Estado no debe regular en materia de información -excepto sobre las políticas de información-, evitar ser censor y dejar que funcionen las leyes del mercado. En este marco, dijo que ese Estado debe proveer mínimos de información a la población a través de las escuelas y las bibliotecas públicas, considerando que al crecer las necesidades educativas, crecen las necesidades de información.
Con anterioridad, en la entrada 8, señalamos la existencia del sistema de necesidades de información y conocimiento en que viven las comunidades, mismo que está entramado en el complejo de interacciones en que se encuentran las personas en esas comunidades.
Atraemos también las nociones de la entrada 48, donde reconocimos los problemas que plantea el modelo del sistema de la infopobreza, mismo que tiene dos factores que son determinantes en los individuos (incapacidad y conformidad) y tres factores de su entorno socio-cultural (la circulación de las comunicaciones, la alienación y la exclusión). Este sistema existe para reproducirse a si mismo, pero ¿cómo lo hace? Podemos pensar una respuesta si consideramos todas estas nociones en conjunto.
Tenemos que sin mucha complicación podemos notar que lo expresado por Morales Campos es una justificación -más que una explicación- del sistema de la infopobreza sustentado en la jerarquía Estado-población. Así, podemos inferir de sus afirmaciones que el Estado controla las necesidades de información de la población a través de la educación por medio de mecanismos de circulación de comunicaciones, por la alienación y por la exclusión. Esto viene a establecer un sistema de necesidades de información y conocimiento que se imbrica con las distintas formas de interacción que existen en las comunidades, lo cual conforma un complejo en el que para estar informado se debe tener la información, de la cual generalmente carecemos, aunque podemos encontrarla en el mercado de la información a un costo, que puede ser monetario, o por medio de trámites, o por alguna otra disposición impositiva.
No obstante, en este razonamiento falta entender bien qué es lo que está controlando el Estado, o sea, qué son las necesidades de información, pues no estamos seguros de que éstas sean los mínimos de información que aquél provee a la población. En otras palabras, si la necesidad de información es la carencia de información, entonces los mínimos de información de los que hablaba Morales Campos serían indicativos de las cantidades de recursos de información que deberían proveerse de modo dosificado para no eliminar esa carencia; esto es, esos mínimos de información deberían asegurar el funcionamiento de los sujetos, pero sin eliminar su carencia de información, para que de esta manera al crecer las necesidades educativas crezcan las necesidades de información, o sea, las carencias de información. En términos más simples, hay que darle al educando lo que debe saber, no lo que quiere saber (por curiosidad, por interés o por deseo).
Esto último apunta a que la necesidad de información, más que ser una carencia es una ignorancia. De esta forma, si desplazamos el interés en el objeto que se carece (la información) hacia el sujeto que ignora (esa misma información), podríamos explicar muchas más situaciones que las que hasta ahora hemos conocido, pues quien ignora puede que carezca, aunque también se puede ignorar teniendo.
Así, el siguiente gráfico que proponemos vendría a sustituir el de la entrada 52.
Necesidad de información como ignorancia.
La ignorancia es el estado del sujeto que no sabe, o que no quiere o no puede saber. Este estado se mantiene para excluir, proteger o identificar a las personas a través del espacio (mediante distanciamientos) o el tiempo (por retrasos).
Pensar en la necesidad de información como ignorancia asentaría ésta como un inicio de nuestras reflexiones sobre lo que ocurre cuando un individuo o un grupo social se da cuenta de algo que debe saber. Siguiendo las ideas de Popper (2001), nuestro sujeto podría lanzar una conjetura al respecto de lo que no sabe, para luego buscar informarse, aprender o probar. Sin embargo, en muchos casos esto no ocurre, sino que los individuos que se dan cuenta de algo que deben saber lo buscan sin mucha orientación y hasta con distracción, sobre todo cuando su búsqueda es por encargo.
Es imperioso notar que todos los individuos y los grupos viven en sistemas socio-culturales que los determinan, incluso en lo que ignoran ya que la ignorancia es una construcción social a veces construida con el sentido común y los imaginarios sociales (Ornelas, 2007).
A lo largo de su vida, el sujeto aprende que para conocer debe tratar con mediaciones impuestas socialmente, a través de su familia, su círculo de amistades, la escuela, el trabajo, el gobierno, etc. De esta manera, ciertas informaciones estarán disponibles y serán accesibles para su uso mediante la lectura, el estudio y la práctica, lo cual puede posibilitar la apropiación del conocimiento por el sujeto o bien puede tratarse de una imposición de ese conocimiento al mismo. De acuerdo a como funciona el sistema social ahora, al sujeto no se le deja más opción que la de manifestar su conformidad con este mecanismo de transmisión de conocimiento para que el mismo mecanismo interprete esa conformidad como satisfacción del sujeto, esto es, para afirmar que el sujeto sabe lo que debe saber.
Además, este mecanismo se reproduce a sí mismo, pues continuamente vuelve a comenzar el ciclo del sujeto que debe darse cuenta de lo que debe saber, para otra vez realizar el tránsito del conocer. Obviamente, este es el mecanismo del sistema de la infopobreza que, como indicamos, sirve para la reproducción del propio sistema. Asimismo, al volver a mirar las aseveraciones de Morales Campos con esta reconceptualización de la necesidad de información se alcanza una mejor comprensión de su mensaje, que quiere justificar el control social desde la educación y la circulación de informaciones.
La ignorancia es un tema apasionante que desde hace dos décadas ha cobrado mucho interés en la sociología del conocimiento, en la psicología y en la pedagogía. Smithson (Social theories of ignorance, 2008) indica cuatro caracterizaciones que ha tenido entre los intelectuales occidentales, que son las siguientes:
  • La ignorancia se construye socialmente, aunque esta afirmación no necesita del relativismo ni de la negación de las influencias del mundo real.
  • La ignorancia no es siempre un aspecto negativo de los asuntos humanos. De hecho, es un componente esencial en las relaciones sociales, en las organizaciones y en la cultura. Las personas son motivadas para crear y mantener la ignorancia, a menudo de forma sistemática.
  • La ignorancia no es invariablemente una desventaja para el ignorante.
  • La ignorancia no es marginal ni aberrante en su impacto. Es una influencia dominante y fundamental en la cognición humana, en la emoción, en la acción, en las relaciones sociales y en la cultura.
El mismo autor (Smithson, The many faces..., 2008) se refiere a la ignorancia en su faceta de incertidumbre para afirmar que puede ser motivadora, manipuladora, riesgosa, sorpresiva o para la defensa. Sugiere también que la ignorancia social e individual podría administrarse.
Para Abbott (2010), la ignorancia es funcional sólo cuando no es de una variedad, pues hay ignorantes de varias maneras. Además, lo que importa no es la cantidad de la ignorancia, sino la calidad. Al respecto, Ornelas (2007) afirma que un sujeto escolarizado puede ser un sujeto ignorante, lo cual sustenta en la distinción entre escolaridad y desarrollo cultural.
Cuando bibliotecamos (véase la entrega 54), la ventaja competitiva que generamos nos puede servir en dos sentidos: Para distinguir nuestros repositorios de otros similares que asumimos como competidores (enfoque del tener), o para posibilitar el actuar o el decidir (enfoque del ser). Desde este segundo enfoque, la consideración de la necesidad de información como ignorancia cobra una importancia máxima, pues nos podría llevar a concebir las bibliotecas y todos los repositorios en una novedosa dimensión socio-cultural, así como a mirar nuestro trabajo como bibliotecarios de un modo completamente nuevo.
Vemos que la ignorancia es un tema que cuenta con una amplia literatura, además de que es un campo abierto a la investigación -que por cierto no existe en la biblioteconomía-, pero que podría aportar muchísimo a nuestro quehacer y ser el puntal para que los bibliotecarios nos sintamos más integrados a nuestra sociedad al involucrarnos en la atención a un problema complejo: Ayudar a las personas, a los grupos, a las organizaciones y a las naciones a crecer siendo mejores y estando mejor preparados para  las situaciones y los obstáculos que enfrenta su propio desarrollo. Por la importancia que tiene este problema de reconceptualización, así como por todas sus implicaciones para los bibliotecarios, es un asunto que debemos seguir considerando.

Bibliografía

Abbott, A. (2010). Varieties of ignorance. The American sociologist, 41(2), pp. 174-189.
Asimov, I. (1980). A cult of ignorance. Newsweek, 3, p. 19.
Fromm,  E. (1988). To have or to be? New York: Bantam.
Kurz, R. (2002). La ignorancia de la sociedad del conocimiento. Localizado: 21 feb. 2013. En: http://docs8.megahamster.es/742213,ES,0,0,Kurz,-Robert---La-Ignorancia-de-la-Sociedad-del-Conocimiento,-R.-Kurz.doc.
Ornelas, A. (2007). La ignorancia construida o la manifestación de la esquizofrenia social producida por el doble vínculo. En su: Comunicación, doble vínculo y educación en la sociedad contemporánea. México: UPN; Plaza y Valdés. pp. 187-212.
Popper, K. (2001). El conocimiento de la ignorancia. Polis: Revista latinoamericana, 1. Localizado: 4 mar. 2013. En: http://polis.revues.org/8267.
Smithson, M. (2008). The many faces and masks of uncertainty. En: Bammer, G. and Smithson, M. (Ed.). (2008) Uncertainty and risk: Multidisciplinary perspectives. London: Earthscan. pp. 13-25.
Smithson, M. J. (2008). Social theories of ignorance. En: Proctor, R. N. and Schiebinger, L. (Ed.). (2008).  Agnotology: The making and unmaking of ignorance. Stanford, CA: Stanford University. pp. 209-229.

lunes, 18 de marzo de 2013

54. BIBLIOTECAR

Desde que decidí ser bibliotecario, me he preguntado todos los días sobre lo que hacemos los que como yo nos dedicamos a esta profesión. Con el tiempo, he notado que una parte de nuestros problemas tiene que ver con no disponer de recursos verbales o gráficos simples para decir a los otros sobre nuestros quehaceres, o para nuestra propia reflexión. O sea, los médicos medican, los archivistas archivan, los abogados abogan... ¿y los bibliotecarios? Estoy convencido de que nosotros bibliotecamos.
Pudiera parecer ocioso creer que una palabra nueva tiene el poder de cambiar el estado de cosas actual, pero es así de cierto, como que si designáramos "bibliotecar" para definir la acción de coleccionar recursos de información en distintos soportes y formatos para tener una ventaja competitiva ya estaríamos fijando algo nuevo en la realidad e insertándonos en ella como parte de lo que así se designa.
De esta manera, cuando alguien me pregunte a qué me dedico, le diré que lo que yo hago es bibliotecar, y que para hacerlo me he formado como bibliotecario profesional. Parece simple, ¿no?
Sin embargo, tras esta aparente claridad se esconde un mundo de asuntos, o sea, toda nuestra profesión que debe acomodarse.
También debemos notar que bibliotecar no es exclusivo de los bibliotecarios profesionales, pues cualquiera puede hacerlo, así como puede haber personas que se automedican, espontáneos que abogan por otros, etc. Esto no disminuye en lo más mínimo el que existan profesionales de la medicina y la abogacía, así como que éstos impulsen unos mínimos de calidad en sus productos y servicios. En consecuencia, puede haber particulares que bibliotequen en sus domicilios, profesores que bibliotequen en sus universidades para tener recursos de información que utilicen en nuevos seminarios, o burócratas que bibliotequen en el gobierno para poder decidir sobre nuevos impuestos. No obstante, bibliotecar igual existe para los profesionales bibliotecarios, así como medicar con la medicina, abogar con la abogacía y así con otras muchas profesiones.
Es importante observar que coleccionar es un proceso complejo, que puede abarcar la reunión y organización de varios objetos, al igual que su difusión y compartición. Como resultado del coleccionar se conforman colecciones, a las que se pueden agregar o asociar productos diversos como disposiciones espaciales para colocarlas y/o exhibirlas, espacios para resguardarlas y organizarlas, instrumentos diversos para facilitar su manejo y utilización, etc. Asimismo, en torno a las colecciones se pueden establecer servicios diversos que permitan facilitar su utilización.
Cuando enfatizamos que  bibliotecar genera una ventaja competitiva nos referimos a ésta como la característica única de la colección que hacemos y que se percibe en sus productos y servicios como un valor, o algo digno de atención, o como calidad o superioridad. De esta manera, la colección se convierte en un importante eslabón para la realización de alguna decisión o acción. Dicho en otras palabras, bibliotecar es intencional y bibliotecamos para algo: Para dominar una técnica, para obtener un grado académico, para conocer sobre el pasado, para investigar, para comerciar, para que los alumnos tengan los libros que requieren para sus estudios, para que la población se informe y eduque, etc.
Bibliotecar puede realizarse en ambientes físicos o digitales, reales o virtuales, imprimiendo cada vez el carácter, las formas de trabajo y las imposturas propias a sus artífices. Puede realizarse en ambientes particulares e institucionales, siguiendo normativas establecidas o formando esquemas nuevos de normalización, e incluso puede poner el acento en determinados rasgos de los potenciales beneficiaros de sus productos y servicios como una búsqueda de adecuación de éstos a aquéllos.
Entre las preguntas que debemos hacernos están las siguientes: ¿Qué coleccionar? ¿Cómo coleccionar? ¿Cuándo coleccionar? ¿Por qué coleccionar? ¿Para qué coleccionar? ¿Cómo decidir cuáles productos realizar? ¿Cuáles servicios son mejores para el tipo de productos? ¿Qué los hace mejores? No obstante, no se agotan las interrogaciones, pues ¿bibliotecar abarca también el archivar? ¿Cuál es la relación entre bibliotecar y documentar? ¿Y con almacenar? Estas últimas cuestiones parecen apuntar a una taxonomía de las colecciones.
Usar el lenguaje para abrir nuevos horizontes a nuestro quehacer puede ser resultado de buscar novedades, pero también sirve para tratar de captar soluciones. Bibliotecar es una palabra nueva que puede servir para imprimir un sentido a nuestro quehacer, pero su utilización requiere la revisión de todo lo que somos y hacemos, lo cual imprime a su existencia el carácter de un problema complejo, en tanto que instaura una nueva realidad, una nueva forma de vernos y observar el mundo en el que estamos, y por ello la continuaremos abordando en otra ocasión.

sábado, 9 de marzo de 2013

53. MODELADO DE BIBLIOTECAS

En la escuela, conocí que los distintos tipos de bibliotecas se diferencian por las organizaciones a las que pertenecen, por sus colecciones, por los usuarios que atienden y por las modalidades de los servicios que proporcionan. De esta manera, una biblioteca pública venía a ser muy distinta de una biblioteca universitaria, y ambas eran bien diferentes de una biblioteca nacional.
Casi de inmediato me di cuenta de que estas diferencias son aún mayores, como fue el caso cuando comparé dos bibliotecas públicas y vi que se parecen en poca cosa. Lo mismo me ocurrió con las bibliotecas escolares, las especializadas y con las llamadas "salas de lectura" y con los "centros de documentación".
Con el tiempo, me convencí de que las prescripciones en materia de definición, organización, servicios y demás menesteres de las bibliotecas debían ser abstracciones ideadas para servir de guía ante la diversidad de situaciones que un profesional bibliotecario podría afrontar. Así, armado con sus teorías, procedimientos y normativas cualquiera debería poder imprimir el principio de orden al que rinden tributo todas las bibliotecas.
No obstante, muy pronto empecé a preguntarme si podría haber modelos de bibliotecas establecidos, quizá de otra naturaleza que la enunciada para los tipos de bibliotecas que había conocido en la escuela. En consecuencia, comencé una búsqueda de varios años hasta lograr reunir algunas evidencias de modelos definidos de bibliotecas, como el caso de las bibliotecas independientes, regionales y cooperativas en New South Wales, Australia; o los cuatro modelos organizacionales para bibliotecas escolares que difundió el Gobierno de Quebec, que son los siguientes:
1. Una biblioteca escolar que refleje el plan de éxito de la escuela y el proyecto educativo.
2. Una biblioteca escolar basada en un plan de informatización.
3. Una biblioteca escolar que cuenta con un centro de recursos pedagógicos.
4. Una biblioteca escolar que es una extensión de un servicio centralizado en el Consejo Escolar.
Asimismo, hallé el Modelo de biblioteca pública para Centro América, que publicó el Consejo Nacional para la Cultura y el Arte (CONCULTURA) de El Salvador. Este modelo fue realizado por los coordinadores de bibliotecas públicas de Panamá, Costa Rica, Nicaragua, Honduras, El Salvador y Guatemala para servir de guía en la creación, planificación y prestación de los servicios de las bibliotecas públicas. Indica las funciones y objetivos, el marco legal y financiero, los usuarios y servicios, la formación, el desarrollo y el mantenimiento de las colecciones, los recursos humanos, económicos y físicos que se deben tener, así como asuntos sobre la gestión y el mercadeo.
Entre los documentos que reuní hay un estudio exploratorio de Kwanya, Stilwell y Underwood (2012) que expone las características de los siguientes nueve modelos: Biblioteca tradicional, biblioteca de avanzada, biblioteca móvil, biblioteca como librería, biblioteca comunitaria, biblioteca incrustada, biblioteca digital, espacio común de información y biblioteca 2.0. Un resumen de las características diferenciadoras de estos modelos se muestra en la siguiente tabla:
Modelos de bibliotecas (Kwanya, Stilwell y Underwood, 2012)
Cuando revisé este reporte, noté que hay ciertos supuestos que llevaron a los autores a afirmar que ha existido una evolución de los modelos. Además, utilizan una terminología que puede prestarse a discusión, como cuando nombran "mediación" al quehacer de los bibliotecarios. No obstante, este trabajo viene a ser un gran avance en la comprensión de los modelos que se llevan en las bibliotecas, lo cual me hace preguntarme cómo se modelan las bibliotecas, o sea, cómo se crearían estos modelos.
En el mismo texto encontré pistas para responder a esta nueva interrogante, pues existen determinados ejes de valor que indican los autores y que son generadores de las características diferenciadoras de los modelos. Estos ejes de valor aparecen en la siguiente tabla:
Tabla de valores del modelado de bibliotecas (REG, 2013)
Tenemos entonces que la combinatoria de los valores configura modelos distintos de bibliotecas. Como ejemplo, si aplicamos estos valores al caso de una biblioteca tal como la Pride Library notamos que la misma se ajusta a un modelo de biblioteca tradicional con un espacio físico estático (ocupando un área dentro de la Biblioteca D.B. Weldon), en donde se encuentra una colección física, especial y de su propiedad (adquirida por donaciones), que tiene una organización automatizada (mixta en tanto que se comparte entre las dos bibliotecas, que la utilizan de modo diferente), y proporciona servicios gratuitos hacia dentro con personal voluntario. Se lleva un control flexible y mutable, con algunas modalidades de participación incluyente que posibilita que los usuarios se involucren en algunos asuntos como el ambiente y la estética del lugar, además de que tiene visibilidad atractiva y suficiente a su tamaño.
Llegados a este punto, podríamos pensar que esta tabla de valores resuelve el problema del diseño de las bibliotecas a partir de modelos, pero no es correcta esta conclusión, pues el modelado de las bibliotecas aún tiene varias interrogantes y aspectos poco claros que lo hacen fascinante, además de ser un problema dinámico y complejo, y que por ello mismo seguiremos considerando en otra ocasión.

Bibliografía

Cooper, D. (2011). Big gay library: An ethnography of the Pride Library at the University of Western Ontario. Tesis para obtener el grado de Master of Information. Toronto: Faculty of Information, University of Toronto. Localizado: 10 feb. 2013. En: http://www.uwo.ca/pridelib/documents/DCooperThesis.pdf.
Dirección Nacional de Promoción y Difusión Cultural. (2004). Modelo de biblioteca pública para Centro América. San Salvador, El Salvador: ABINIA, A.C.; CONCULTURA.
Kwanya,  T.; Stilwell, C.; Underwood,  P.G. (2012). Library 2.0 versus other library service models: A critical analysis. Journal of librarianship and information science, 44(3), pp. 145-162.
Liddle, J.A. (2007). Library models in New South Wales at a glance. Watsonia, Victoria: Public Libraries NSW-County.
Promising library models (s.d.). Action plan on reading in school. Localizado: 11 dic. 2007. En: http://www.mels.gouv.qc.ca/lecture/index_en.asp?page=schoolLibrary.