Me encuentro en Mérida y hoy empecé a impartir uno de los módulos del Diplomado de Formación de Traductores Tecnológicos, que está dirigido a mayas. Me ha tocado tratar sobre la producción social de las tecnologías. Nuestros traductores deben ejercer su acción desde la biblioteca pública, por lo que un par de condiciones que estoy tomando en cuenta para que las tecnologías puedan ser socialmente significativas es la legitimidad de la biblioteca pública y la de las propias tecnologías.
Las bibliotecas son lugares que casi siempre están asociados a valores positivos (Santos Corral, 2009, p. 44). Sirven a las personas para proporcionar información y documentos para la educación, la toma de decisiones y para realizar ciertas acciones. Sin embargo, la misma autora reconoce que para que su cometido sea efectivo se tienen que considerar las estructuras de significación que se deben tejer alrededor del uso de las herramientas de comunicación, así como la capacidad de apropiación de los individuos. En este sentido, se requiere tener en cuenta factores como los escasos hábitos de lectura, la capacidad y habilidad tecnológica, la relación de los documentos y los equipos con la vida cotidiana de los habitantes de las comunidades, o la valoración que se establece entre aquéllos y éstas (Ibid., p. 46).
La Red Nacional de Bibliotecas Públicas cumplió hace unos días 27 años de haber sido concebida. Actualmente tiene más de siete mil repositorios de documentos de acceso público y gratuito en más del 90% de todos los municipios del país. Sin embargo, la situación no es halagüeña, pues cuando nos acercamos a ver el estado de cada biblioteca, encontramos que muchas se encuentran en edificios viejos, con colecciones pobres o desactualizadas, con medios de búsqueda manuales, instalaciones carentes de mantenimiento, sin alguno o todos los servicios (luz, agua, teléfono, Internet), a menudo con un bibliotecario que sirve de muy poca ayuda, si es que encontramos al bibliotecario, y con una asistencia diaria promedio de entre tres y cinco usuarios.
Con las proporciones guardadas, algo parecido ocurre con las bibliotecas escolares y universitarias del sector público, mismas que viven dependiendo del acceso a los recursos del gobierno federal ya que sin estos ingresos poca cosa podrían hacer, dado que generalmente sus instituciones de adscripción o los gobiernos de sus estados o municipios no muestran aprecio por ellas. Otra situación se vive con este tipo de bibliotecas en el sector privado, pues ahí se les maneja como un servicio más que se contabiliza en las cuotas periódicas que deben pagar sus clientes, por lo que muchas veces las olvidan cuando termina el período del contrato.
Muchas bibliotecas especializadas y todas las nacionales de México dependen también de recursos gubernamentales federales, lo cual no viene más que a contribuir a esta situación rara que vivimos en el campo bibliotecario nacional, que redunda en formas de organización jerárquicas y dependientes de actitudes paternalistas que descienden de la cúspide, además de casi paralizar toda acción particular en materia bibliotecaria. Es importante aclarar que los bibliotecarios profesionales de este país están muy acomodados a la situación imperante, lo cual lleva a que generalmente carezcan de los conocimientos, las habilidades y las actitudes para conducirse de otro modo, además de que no tienen ningún motivo para cambiar este estado de las cosas.
Las bibliotecas mexicanas parecen instituciones completamente ajenas a las comunidades donde se encuentran, salvo algunos pocos casos que he conocido en donde la población en ocasiones realmente manifiesta un aprecio por la biblioteca. Lo anterior me ha llevado a dudar mucho sobre la necesidad de que haya una biblioteca en aquellas comunidades que la tienen como ajena, aún más luego de saber sobre la forma como se dan las cosas en algunos países, donde se han creado o se mantienen bibliotecas por la voluntad de las personas. Como indiqué antes, la razón de esta inquietud es porque en México las bibliotecas sólo pueden existir por la voluntad de los gobiernos, ya que 99.99% de las que tenemos dependen económicamente del sector educativo o del subsector cultura, y sin estos recursos difícilmente podríamos pensar en su existencia.
Antes creía que el relativo interés de las personas por la biblioteca en México debía ser porque la sentían como una institución impuesta, en la medida en que su creación y establecimiento resultaban de una acción gubernamental que se ejercía sin consultarles. Sin embargo, ahora me parece que la cuestión tiene que ver más con un problema de buenas intenciones que llevan a crear bibliotecas, pero que no llegan a concretarse en acciones para legitimarlas en la sociedad.
Lo legítimo es aquello conforme a las leyes, justo o lícito, cierto, genuino y verdadero en cualquier línea (RAE, 2001). En este sentido, algo es legítimo cuando:
1. Sus cualidades y condiciones generan su ser y parecer.
2. Su ser/parecer y permanecer es constante e invariable en la mente de las personas.
3. Su existencia, y aquello para lo que existe están permitidos y tienen una razón.
Resulta así que para referirnos a la legitimidad de la biblioteca debemos considerar lo que las personas piensan de ella (su ser y parecer; su permisividad y su razón de ser), preferentemente aquéllas que no la utilizan o las que estén definidas como no-usuarias.
Podríamos asumir entonces que aquello que piensan las personas de las bibliotecas tiene que ver con la difusión que se haga sobre su existencia, sus recursos y sus servicios. Asimismo, si dejamos de lado las cualidades y condiciones de la institución para centrarnos en su razón de existir, tendremos que las bibliotecas están para ser usadas cuando se busca información y documentos. De esta manera, cuando tratamos sobre la legitimidad de la biblioteca nos podemos referir a factores que garantizan su presencia ante las personas y a los usos que las mismas realizan con ella.
Tener presente la biblioteca es al menos saber dónde se localiza, en qué horario presta sus servicios y tener una opinión o recomendación sobre ella. En caso de que no haya este conocimiento mínimo en la población, estamos ante un problema de la biblioteca (falta de permanencia en la mente de las personas), que en parte podría resolverse con promoción o difusión entre los miembros de la comunidad. También existe la presencia diferenciada de la biblioteca para las distintas clases sociales, que en un mundo tan diverso como el nuestro cobra un especial sentido y es de gran importancia tomarlo en cuenta.
Los usos de la biblioteca también conforman la legitimidad, pues si nadie usa la biblioteca resulta claro que no está legitimada en la comunidad potencial para la que fue definida. En algunas bibliotecas, una afluencia raquítica de asistentes tampoco se considerará legítima. En este sentido, el uso de la biblioteca parece convertirse en una cuestión de números, por lo que bien podríamos hablar de un punto de legitimidad, a partir del cual la biblioteca ya pueda ser considerada legítima porque brinde servicios y recursos a una cantidad de usuarios.
A este respecto, son varios los componentes de la biblioteca a considerar para que los usuarios se hagan frecuentes: La calidad y la diversidad/especificidad del acervo, la diversidad y calidad de los servicios, el horario adecuado y, a veces, flexible, el ambiente que traduce el espacio físico/virtual y, sobre todo, el trato de los bibliotecarios.
Si nos trasladamos a las bibliotecas universitarias, notaremos que hoy para muchos les resulta impensable el acceso al catálogo por vía manual, más si estamos en una organización privada. Sin embargo, no es mal visto que las bibliotecas públicas sigan con catálogos manuales. En el primer caso, la biblioteca universitaria privada perdería legitimidad ante las personas si regresara al uso de un catálogo manual, mientas que en el caso de la biblioteca pública su presencia se trataría como un mal menor o una necesidad. De esta manera, tenemos que las comunidades son las que legitiman la institución bibliotecaria, sus recursos y sus servicios, al tenerla presente o al usarla.
Continuando con las bibliotecas universitarias, notemos que en el año 2006 se realizó una encuesta a usuarios y usuarios potenciales de la Biblioteca Central de la UNAM para conocer sobre el uso de los recursos electrónicos de información por parte de los estudiantes y los profesores (González Marín et al., 2009). Los resultados arrojaron lo siguiente:
a) 69% de los alumnos conocen los recursos electrónicos generados por la propia institución, aunque sólo 54% los usan. De ese 15% que conocen pero no usan los recursos, se encontró que 28% dijeron que no les interesan, 23% que no saben usarlos y 18% que no les sirven.
b) En el caso de los recursos electrónicos suscritos por la UNAM, 12% de los alumnos manifestaron conocerlos pero no usarlos. De entre ellos, 32% dijeron que no les interesan, 25% que no sabe usarlos, 10% que no les sirven y 9% que su uso es complicado.
c) Cinco por ciento de los profesores conocen pero no utilizan los recursos electrónicos generados por la UNAM; de entre ellos, 48% dice que no les sirven, 23% no sabe usarlos y a 17% no les interesan.
d) Ocho por ciento de los profesores conoce pero no usa los recursos electrónicos suscritos por la misma institución, y de entre ellos 48% dicen que no les sirve, 29% que no les interesan y 13% no sabe usarlos.
Es así que entre el 69% y el 76% de los alumnos conocedores de los recursos manifestaron algún problema de legitimidad de los mismos; en tanto, cerca de 90% de los profesores que conocían pero no usaban los recursos se expresaron igual. Las formas de deslegitimación de estos recursos fueron por falta de una razón de ser ("no me interesa" o "no me sirve") o por falta de habilidad para el uso ("no sé usarlo" o "es de uso complicado").
En un estudio que se hizo en México para evaluar el impacto en la sociedad del Programa de Acceso a Servicios Digitales en Bibliotecas Públicas (PASDBP), se encontró (Santos Corral et al., 2006, p. 59) lo siguiente:
1. Que los bibliotecarios hacen promoción en las escuelas, aunque las personas más bien se enteran de lo que pasa en la bibliotecas cuando la visitan (entre 57.3%-70%) o por amigos, vecinos o familia (entre 23.75%-13.9%, en este orden por decrecimiento).
2. Que a pesar de las recomendaciones internacionales, las principales barreras para el acceso a los equipos de cómputo y a la Internet en la biblioteca son el cobro de los servicios y la exigencia de una identificación (Santos Corral et al., 2006, p. 60). Además, se siguen encontrando bibliotecas con letreros que condicionan el uso de los equipos a que los usuarios lean primero el material impreso.
3. Que influyen mucho en la legitimidad otros problemas, como el ausentismo de los bibliotecarios que ocasiona horarios de atención irregulares, así como los problemas interpersonales y los conflictos políticos locales (Santos Corral et al., 2006, p. 61).
A esto agregan los autores que “en lugares donde la operación de las bibliotecas no está plenamente institucionalizada ni legitimada, estos factores han provocado que los usuarios no asistan a estos lugares, ni aún con la llegada de las computadoras”.
Santos Corral (2009, pp. 48-50) propone los siguientes indicadores de legitimación de la biblioteca pública:
A. Función social: Tiene espacios e instrumentos, y se construye fundamentalmente a partir de lo que los usuarios pueden hacer en la biblioteca y con los recursos. Por ejemplo, algunas funciones de la biblioteca pública son proporcionar información, servir para hacer tareas, ser guardería, servir para brindar información, o ser refugio.
B. Recursos requeridos para la apropiación de la biblioteca: Son las herramientas tecnológicas, las capacidades y las habilidades de lectura, así como la capacidad de hacer búsqueda.
C. Expectativas que genera la biblioteca y sus recursos: Estas expectativas se ubican en los usuarios y en los no-usuarios, tales como los actores de apoyo local, las autoridades y los grupos que se oponen al uso de algunos recursos, como las computadoras.
D. Principales usos de la población local: Se debe considerar si la biblioteca impone un uso, si se detectan heterogeneidades en el uso prescrito, o si la biblioteca no supera una posición marginal o de estancamiento con la llegada de nuevos recursos, particularmente los tecnológicos.
E. Oferta cultural-recreativa del entorno donde se ubica la biblioteca: Se consideran, por ejemplo, las escuelas, los cines, los espacios de entretenimiento y recreación, así como las actividades culturales.
F. Formas de consumo y socialización de la biblioteca: Por ejemplo, vista como centro de información, como espacio de encuentro y socialización, como lugar para realizar búsquedas más actualizadas y pertinentes, como sitio para usos escolares, o como lugar donde se encuentran la cultura libresca y la cultura informática.
De esta manera, la legitimidad es algo que debería interesarnos a todos los bibliotecarios, así como a todos los que trabajamos en el campo de la información. No obstante, el problema de la legitimidad de las bibliotecas es complejo, por la diversidad de actores, situaciones e intereses involucrados. Podemos notar con facilidad que varios de los planteamientos que hacen los bibliotecarios progresistas de México y otros países tienen que ver con este asunto. Sin duda, este es un problema muy atractivo, como para invitarnos a seguirlo tratando en otra ocasión.
Bibliografía
González Marín, S. et al. (2009). Recursos electrónicos de información en la UNAM: Diagnóstico de uso entre estudiantes y profesores. México: UNAM, DGB.
Real Academia Española. (2001). Diccionario de la lengua española. 22a ed. Madrid: RAE. Recuperado: 20 sept. 2010. En: http://www.rae.es.
Santos Corral, M.J. (2009). Legitimando las TIC y las bibliotecas públicas. En: Santos Corral, M.J. y Gortari Rabiela, R. de. (Coord.). (2009). Computadoras e Internet en la biblioteca pública mexicana: Redefinición del espacio cultural. México: UNAM, IIS; Prentice Hall.
Santos Corral, M.J. et al. (2006). Acceso tecnológico: Una Reinterpretación de la biblioteca pública mexicana. México: Conaculta, DGB.
Las bibliotecas son lugares que casi siempre están asociados a valores positivos (Santos Corral, 2009, p. 44). Sirven a las personas para proporcionar información y documentos para la educación, la toma de decisiones y para realizar ciertas acciones. Sin embargo, la misma autora reconoce que para que su cometido sea efectivo se tienen que considerar las estructuras de significación que se deben tejer alrededor del uso de las herramientas de comunicación, así como la capacidad de apropiación de los individuos. En este sentido, se requiere tener en cuenta factores como los escasos hábitos de lectura, la capacidad y habilidad tecnológica, la relación de los documentos y los equipos con la vida cotidiana de los habitantes de las comunidades, o la valoración que se establece entre aquéllos y éstas (Ibid., p. 46).
La Red Nacional de Bibliotecas Públicas cumplió hace unos días 27 años de haber sido concebida. Actualmente tiene más de siete mil repositorios de documentos de acceso público y gratuito en más del 90% de todos los municipios del país. Sin embargo, la situación no es halagüeña, pues cuando nos acercamos a ver el estado de cada biblioteca, encontramos que muchas se encuentran en edificios viejos, con colecciones pobres o desactualizadas, con medios de búsqueda manuales, instalaciones carentes de mantenimiento, sin alguno o todos los servicios (luz, agua, teléfono, Internet), a menudo con un bibliotecario que sirve de muy poca ayuda, si es que encontramos al bibliotecario, y con una asistencia diaria promedio de entre tres y cinco usuarios.
Con las proporciones guardadas, algo parecido ocurre con las bibliotecas escolares y universitarias del sector público, mismas que viven dependiendo del acceso a los recursos del gobierno federal ya que sin estos ingresos poca cosa podrían hacer, dado que generalmente sus instituciones de adscripción o los gobiernos de sus estados o municipios no muestran aprecio por ellas. Otra situación se vive con este tipo de bibliotecas en el sector privado, pues ahí se les maneja como un servicio más que se contabiliza en las cuotas periódicas que deben pagar sus clientes, por lo que muchas veces las olvidan cuando termina el período del contrato.
Muchas bibliotecas especializadas y todas las nacionales de México dependen también de recursos gubernamentales federales, lo cual no viene más que a contribuir a esta situación rara que vivimos en el campo bibliotecario nacional, que redunda en formas de organización jerárquicas y dependientes de actitudes paternalistas que descienden de la cúspide, además de casi paralizar toda acción particular en materia bibliotecaria. Es importante aclarar que los bibliotecarios profesionales de este país están muy acomodados a la situación imperante, lo cual lleva a que generalmente carezcan de los conocimientos, las habilidades y las actitudes para conducirse de otro modo, además de que no tienen ningún motivo para cambiar este estado de las cosas.
Las bibliotecas mexicanas parecen instituciones completamente ajenas a las comunidades donde se encuentran, salvo algunos pocos casos que he conocido en donde la población en ocasiones realmente manifiesta un aprecio por la biblioteca. Lo anterior me ha llevado a dudar mucho sobre la necesidad de que haya una biblioteca en aquellas comunidades que la tienen como ajena, aún más luego de saber sobre la forma como se dan las cosas en algunos países, donde se han creado o se mantienen bibliotecas por la voluntad de las personas. Como indiqué antes, la razón de esta inquietud es porque en México las bibliotecas sólo pueden existir por la voluntad de los gobiernos, ya que 99.99% de las que tenemos dependen económicamente del sector educativo o del subsector cultura, y sin estos recursos difícilmente podríamos pensar en su existencia.
Antes creía que el relativo interés de las personas por la biblioteca en México debía ser porque la sentían como una institución impuesta, en la medida en que su creación y establecimiento resultaban de una acción gubernamental que se ejercía sin consultarles. Sin embargo, ahora me parece que la cuestión tiene que ver más con un problema de buenas intenciones que llevan a crear bibliotecas, pero que no llegan a concretarse en acciones para legitimarlas en la sociedad.
Lo legítimo es aquello conforme a las leyes, justo o lícito, cierto, genuino y verdadero en cualquier línea (RAE, 2001). En este sentido, algo es legítimo cuando:
1. Sus cualidades y condiciones generan su ser y parecer.
2. Su ser/parecer y permanecer es constante e invariable en la mente de las personas.
3. Su existencia, y aquello para lo que existe están permitidos y tienen una razón.
Resulta así que para referirnos a la legitimidad de la biblioteca debemos considerar lo que las personas piensan de ella (su ser y parecer; su permisividad y su razón de ser), preferentemente aquéllas que no la utilizan o las que estén definidas como no-usuarias.
Podríamos asumir entonces que aquello que piensan las personas de las bibliotecas tiene que ver con la difusión que se haga sobre su existencia, sus recursos y sus servicios. Asimismo, si dejamos de lado las cualidades y condiciones de la institución para centrarnos en su razón de existir, tendremos que las bibliotecas están para ser usadas cuando se busca información y documentos. De esta manera, cuando tratamos sobre la legitimidad de la biblioteca nos podemos referir a factores que garantizan su presencia ante las personas y a los usos que las mismas realizan con ella.
Tener presente la biblioteca es al menos saber dónde se localiza, en qué horario presta sus servicios y tener una opinión o recomendación sobre ella. En caso de que no haya este conocimiento mínimo en la población, estamos ante un problema de la biblioteca (falta de permanencia en la mente de las personas), que en parte podría resolverse con promoción o difusión entre los miembros de la comunidad. También existe la presencia diferenciada de la biblioteca para las distintas clases sociales, que en un mundo tan diverso como el nuestro cobra un especial sentido y es de gran importancia tomarlo en cuenta.
Los usos de la biblioteca también conforman la legitimidad, pues si nadie usa la biblioteca resulta claro que no está legitimada en la comunidad potencial para la que fue definida. En algunas bibliotecas, una afluencia raquítica de asistentes tampoco se considerará legítima. En este sentido, el uso de la biblioteca parece convertirse en una cuestión de números, por lo que bien podríamos hablar de un punto de legitimidad, a partir del cual la biblioteca ya pueda ser considerada legítima porque brinde servicios y recursos a una cantidad de usuarios.
A este respecto, son varios los componentes de la biblioteca a considerar para que los usuarios se hagan frecuentes: La calidad y la diversidad/especificidad del acervo, la diversidad y calidad de los servicios, el horario adecuado y, a veces, flexible, el ambiente que traduce el espacio físico/virtual y, sobre todo, el trato de los bibliotecarios.
Si nos trasladamos a las bibliotecas universitarias, notaremos que hoy para muchos les resulta impensable el acceso al catálogo por vía manual, más si estamos en una organización privada. Sin embargo, no es mal visto que las bibliotecas públicas sigan con catálogos manuales. En el primer caso, la biblioteca universitaria privada perdería legitimidad ante las personas si regresara al uso de un catálogo manual, mientas que en el caso de la biblioteca pública su presencia se trataría como un mal menor o una necesidad. De esta manera, tenemos que las comunidades son las que legitiman la institución bibliotecaria, sus recursos y sus servicios, al tenerla presente o al usarla.
Continuando con las bibliotecas universitarias, notemos que en el año 2006 se realizó una encuesta a usuarios y usuarios potenciales de la Biblioteca Central de la UNAM para conocer sobre el uso de los recursos electrónicos de información por parte de los estudiantes y los profesores (González Marín et al., 2009). Los resultados arrojaron lo siguiente:
a) 69% de los alumnos conocen los recursos electrónicos generados por la propia institución, aunque sólo 54% los usan. De ese 15% que conocen pero no usan los recursos, se encontró que 28% dijeron que no les interesan, 23% que no saben usarlos y 18% que no les sirven.
b) En el caso de los recursos electrónicos suscritos por la UNAM, 12% de los alumnos manifestaron conocerlos pero no usarlos. De entre ellos, 32% dijeron que no les interesan, 25% que no sabe usarlos, 10% que no les sirven y 9% que su uso es complicado.
c) Cinco por ciento de los profesores conocen pero no utilizan los recursos electrónicos generados por la UNAM; de entre ellos, 48% dice que no les sirven, 23% no sabe usarlos y a 17% no les interesan.
d) Ocho por ciento de los profesores conoce pero no usa los recursos electrónicos suscritos por la misma institución, y de entre ellos 48% dicen que no les sirve, 29% que no les interesan y 13% no sabe usarlos.
Es así que entre el 69% y el 76% de los alumnos conocedores de los recursos manifestaron algún problema de legitimidad de los mismos; en tanto, cerca de 90% de los profesores que conocían pero no usaban los recursos se expresaron igual. Las formas de deslegitimación de estos recursos fueron por falta de una razón de ser ("no me interesa" o "no me sirve") o por falta de habilidad para el uso ("no sé usarlo" o "es de uso complicado").
En un estudio que se hizo en México para evaluar el impacto en la sociedad del Programa de Acceso a Servicios Digitales en Bibliotecas Públicas (PASDBP), se encontró (Santos Corral et al., 2006, p. 59) lo siguiente:
1. Que los bibliotecarios hacen promoción en las escuelas, aunque las personas más bien se enteran de lo que pasa en la bibliotecas cuando la visitan (entre 57.3%-70%) o por amigos, vecinos o familia (entre 23.75%-13.9%, en este orden por decrecimiento).
2. Que a pesar de las recomendaciones internacionales, las principales barreras para el acceso a los equipos de cómputo y a la Internet en la biblioteca son el cobro de los servicios y la exigencia de una identificación (Santos Corral et al., 2006, p. 60). Además, se siguen encontrando bibliotecas con letreros que condicionan el uso de los equipos a que los usuarios lean primero el material impreso.
3. Que influyen mucho en la legitimidad otros problemas, como el ausentismo de los bibliotecarios que ocasiona horarios de atención irregulares, así como los problemas interpersonales y los conflictos políticos locales (Santos Corral et al., 2006, p. 61).
A esto agregan los autores que “en lugares donde la operación de las bibliotecas no está plenamente institucionalizada ni legitimada, estos factores han provocado que los usuarios no asistan a estos lugares, ni aún con la llegada de las computadoras”.
Santos Corral (2009, pp. 48-50) propone los siguientes indicadores de legitimación de la biblioteca pública:
A. Función social: Tiene espacios e instrumentos, y se construye fundamentalmente a partir de lo que los usuarios pueden hacer en la biblioteca y con los recursos. Por ejemplo, algunas funciones de la biblioteca pública son proporcionar información, servir para hacer tareas, ser guardería, servir para brindar información, o ser refugio.
B. Recursos requeridos para la apropiación de la biblioteca: Son las herramientas tecnológicas, las capacidades y las habilidades de lectura, así como la capacidad de hacer búsqueda.
C. Expectativas que genera la biblioteca y sus recursos: Estas expectativas se ubican en los usuarios y en los no-usuarios, tales como los actores de apoyo local, las autoridades y los grupos que se oponen al uso de algunos recursos, como las computadoras.
D. Principales usos de la población local: Se debe considerar si la biblioteca impone un uso, si se detectan heterogeneidades en el uso prescrito, o si la biblioteca no supera una posición marginal o de estancamiento con la llegada de nuevos recursos, particularmente los tecnológicos.
E. Oferta cultural-recreativa del entorno donde se ubica la biblioteca: Se consideran, por ejemplo, las escuelas, los cines, los espacios de entretenimiento y recreación, así como las actividades culturales.
F. Formas de consumo y socialización de la biblioteca: Por ejemplo, vista como centro de información, como espacio de encuentro y socialización, como lugar para realizar búsquedas más actualizadas y pertinentes, como sitio para usos escolares, o como lugar donde se encuentran la cultura libresca y la cultura informática.
De esta manera, la legitimidad es algo que debería interesarnos a todos los bibliotecarios, así como a todos los que trabajamos en el campo de la información. No obstante, el problema de la legitimidad de las bibliotecas es complejo, por la diversidad de actores, situaciones e intereses involucrados. Podemos notar con facilidad que varios de los planteamientos que hacen los bibliotecarios progresistas de México y otros países tienen que ver con este asunto. Sin duda, este es un problema muy atractivo, como para invitarnos a seguirlo tratando en otra ocasión.
Bibliografía
González Marín, S. et al. (2009). Recursos electrónicos de información en la UNAM: Diagnóstico de uso entre estudiantes y profesores. México: UNAM, DGB.
Real Academia Española. (2001). Diccionario de la lengua española. 22a ed. Madrid: RAE. Recuperado: 20 sept. 2010. En: http://www.rae.es.
Santos Corral, M.J. (2009). Legitimando las TIC y las bibliotecas públicas. En: Santos Corral, M.J. y Gortari Rabiela, R. de. (Coord.). (2009). Computadoras e Internet en la biblioteca pública mexicana: Redefinición del espacio cultural. México: UNAM, IIS; Prentice Hall.
Santos Corral, M.J. et al. (2006). Acceso tecnológico: Una Reinterpretación de la biblioteca pública mexicana. México: Conaculta, DGB.
Una reflexión corta y a vuela pluma: si la biblioteca es una institución que se legitima, a pesar de los obstáculos que planteas, esta consecuencia social que impacta en una institución (la biblioteca) ¿tendrá consecuencias en la adormilada práctica profesional de l@s bibliotecari@s?
ResponderEliminarÓscar: Sobre tu plateamiento y pregunta, te responderé con un caso que recuerdo: Hace algunos años, los trabajadores administrativos cerraron la Biblioteca Central un sábado. En la entrada, los usuarios manifestaron su molestia, y algunos incluso insultos, con papelitos que pegaron como un enorme tapiz. Esta manifestación apuntaría al malestar causado por no cumplirse la razón de existir de la biblioteca: Poner sus recursos a la disposición de los usuarios. Lo anterior apuntaría a afirmar la legitimidad de esta biblioteca. ¿Se dio por aludida la práctica profesional de los bibliotecarios? Para nada, pues para ellos sólo fue otra desmesura del personal sindicalizado, y ni de reojo les importó lo que hicieron los usuarios.
ResponderEliminar