lunes, 23 de diciembre de 2019

71. LA PRÁCTICA BASADA EN LA EVIDENCIA.

La Biblioteconomía es el conjunto de conocimientos prácticos, y también teóricos, que son precisos para que las bibliotecas puedan cumplir sus funciones y sus fines, de acuerdo con las necesidades de los usuarios (EcuRed, s.d.). Conforme esta definición, la forma de proceder de la Biblioteconomía es mediante el diseño de instalaciones, ambientes, procesos, servicios y soluciones adecuadas a los distintos tipos de fines y necesidades que se puedan presentar.
De esta manera, al ser el diseño parte sustancial de la Biblioteconomía, se tiene que todos los conocimientos generados sirven para la creación o modificación de proyectos de diseño. Estos conocimientos se fundamentan en evidencias, que se asumen como sostén de la certidumbre en los momentos de decidir y actuar.
La Real Academia Española tiene una definición errónea de evidencia en su diccionario, pues la subordina a la certeza, aunque ésta no es indicativa de que haya evidencia, ni ambas son iguales. En cambio, la definición del diccionario de Oxford es más interesante, pues manifiesta que la evidencia es la información disponible que apoya la validez de una proposición. A partir de esta noción, Fogelin establece los enunciados de orden, que son aquellos que indican algo sobre el soporte evidencial para alguna declaración, acción o elección.
Según el Abdul Latif Jameel Poverty Action Lab (2014), las evidencias enfocadas en el contexto de operación pueden ser de tres tipos:
  • Evidencia basada en la experiencia profesional, el entendimiento del problema, vivencias, habilidades, etc. tanto de uno mismo como de los demás, y que estén documentadas.
  • Evidencia sobre el contexto basada en la información que podemos recolectar sobre nuestros potenciales beneficiarios (sus preferencias, necesidades, limitaciones), su comunidad, el marco regulatorio institucional, del país y técnico, nuestra competencia, el entorno socio-político, etc.
  • Evidencia científica rigurosa, relevante y disponible que sirva para el problema o la situación en cuestión.
Es interesante notar que encontramos coincidencia de estos tres tipos de evidencia con los expresados por Brice, Booth y Bexon (2005), quienes ubican en la primera categoría las observaciones del bibliotecario; en la segunda, las necesidades y preferencias manifestadas por el usuario; y en la última, los resultados de la investigación científica. Conforme estos autores, las evidencias se deben buscar en la segunda etapa del proceso de la Biblioteconomía basada en la evidencia (BBE), que se ilustra en la figura 1.

Figura 1. Biblioteconomía basada en la evidencia (BBE).
Estos tres tipos de evidencias sólo pueden servir para generar conocimiento y encontrar soluciones si se pueden generalizar o comparar, y en esto radica el problema de su operacionalización. Brice, Booth y Bexon indican además dos aspectos problemáticos del agente operacionalizador: las preferencias de los bibliotecarios por la anécdota y la experiencia, así como la falta de competencias de los mismos para evaluar críticamente las fuentes.
Tenemos entonces que las evidencias en el diseño pueden ser anecdóticas, empíricas (por observación o experimentación) y teóricas; estas últimas a través de conexiones de ideas, condensación de conceptos o por deducción o inducción.
Dada la naturaleza eminentemente práctica de la Biblioteconomía, sus proposiciones se originan de esta manera en lo intuido por el quehacer, tanto en lo que se decide como por las acciones. En este sentido, algunos ejemplos de evidencias directas pueden verse en la figura 2.

Figura 2. Evidencia directa.
Estas evidencias directas tienen y adquieren significados en la Biblioteconomía mediante la forma de enunciados deónticos de naturaleza teleológica; esto es, tomados como objetos de interés para alcanzar un fin, por lo que se tiene que deben ser de cierta forma para que el logro del fin se dé. Este es el primer principio de la lógica biblioteconómica.
El segundo principio se refiere a cuando se encuentra un problema en relación con las evidencias directas. Los problemas se originan en cambios generadores de desajustes en la comprensión y la comunicación, que se resuelven mediante aclaraciones o transformaciones realizadas en todo o parte de los conjuntos de enunciados de orden, tales como las políticas y las normativas, o por comunicaciones resolvedoras de esos desajustes.
Tomemos un ejemplo actual para revisar lo hasta ahora avanzado:
Un Makerspace es un espacio dotado con tecnología y herramientas para la creación de ideas o proyectos individuales o en equipo.
Tenemos aquí una forma de acceso que atiende la necesidad de crear ideas y proyectos individuales o en equipo, para lo cual se hace disponible un espacio dotado con tecnologías y herramientas. O sea, la evidencia del llamado "makerspace" es cómo debe ser para atender a esa necesidad. Asimismo, se puede problematizar la creación de ideas y proyectos individuales o en equipo, estableciendo los requerimientos en materia de lo que debe estar disponible como lo que debe ocurrir cuando ya se tenga, y los resultados esperados.
Una vez diseñado un makerspace en una biblioteca o un archivo, se pueden recabar las experiencias de los usuarios, las anécdotas y experiencias de los bibliotecarios, así como las investigaciones realizadas al respecto, y todo esto nos proporcionará evidencia para nuevos significados de este objeto de la Biblioteconomía.
Podría pensarse que el éxito del diseño en opinión de sus usuarios sería evidencia de su funcionalidad, pero eso se referiría sólo a una cualidad manifestada en un caso, consignable como buena práctica y conocimiento práctico, pero que difícilmente alcanzaría para ser un conocimiento teórico.
Si entendemos así el funcionamiento de la Biblioteconomía, tenemos en las evidencias poderosas herramientas de conocimiento práctico para el desarrollo de la disciplina, a pesar de los problemas encontrados por Brice, Booth y Bexon (2015) y reiterados por Martínez Arellano (2014).
Sin embargo, ¿son estas las únicas evidencias de la Biblioteconomía o podemos agregar otras, quizá de otra naturaleza? ¿Podemos expandir los principios de la lógica biblioteconómica para tener más elementos de manipulación de las evidencias y obtener nuevos conocimientos prácticos o teóricos? Éstas y otras muchas preguntas se nos ocurren de lo hasta aquí expuesto, por lo que seguiremos tratando sobre este tema más adelante.

Bibliografía
Abdul Latif Jameel Poverty Action Lab. (2014). Guía: uso de evidencia en el diseño de proyectos. Herramientas de evaluación en proyectos de innovación social, Santiago, del 23 de abril al 14 de mayo de 2014. Localizado: 22 dic. 2019. En: https://www.povertyactionlab.org/sites/default/files/Gu%C3%ADa%20-%20Como%20revisar%20la%20evidencia.pdf
Brice, A.; Booth, A.; Bexon, N. (2005). Biblioteconomía basada en la evidencia: un estudio de caso en las ciencias sociales. Trabajo presentado en el Congreso Mundial de Bibliotecas e Información; 71o Congreso General y Consejo de la IFLA, "Las bibliotecas: un viaje de descubrimiento", 14-18 ago. 2005, Oslo, Noruega. Localizado: 10 dic. 2019. En: https://archive.ifla.org/IV/ifla71/papers/111s_trans-Brice_Booth_Bexon.pdf
EcuRed. (s.d.). Biblioteconomía. Localizado: 7 dic. 2019. En: https://www.ecured.cu/Biblioteconom%C3%ADa#Reconocimiento_epistemol.C3.B3gico
Fogelin, R.J. (2009). Evidence and meaning: studies in analytic philosophy. London: Routledge.
Martínez Arellano, F.F. (2014). Bibliotecología basada en evidencia (BBE). En: Ríos Ortega J, Ramírez Velázquez C.A. Naturaleza y método de la investigación bibliotecológica y de la información. México: Universidad Nacional Autónoma de México. Instituto de Investigaciones Bibliotecológicas y de la Información. Localizado: 10 dic. 2019. En: http://ru.iibi.unam.mx/jspui/bitstream/IIBI_UNAM/CL374/1/naturaleza_metodo_investigacion_bibliotecologica_bibliotecologia_basa_en_evidencias_filiberto_f.pdf