jueves, 24 de abril de 2014

63. ASIMETRÍA DE LA INFORMACIÓN

Entre las muchas paradojas que podemos encontrar en el mundillo bibliotecario –ese que algunos llaman “gremio” para el mantenimiento de la férrea jerarquía que fue característica de los grupos de artesanos medievales–, una que llama la atención tiene que ver con el conocimiento propio del bibliotecario, o sea, tanto el que éste aprende en las escuelas o en la práctica, como el que comparte con los usuarios.
¿Google o bibliotecario?
Veamos el segundo caso, de compartir el conocimiento con los usuarios, con algunos ejemplos para notar esta situación paradójica.
Cuando a fines del siglo XIX se decidió que las bibliotecas debían abrir sus estanterías para que el usuario pudiera beneficiarse del encuentro directo con todo lo reunido en el acervo sobre el tema de su interés, de inmediato surgió el problema de que éste no comprendía la signatura topográfica. Esto es, muchos usuarios no alcanzaron a entender los intríngulis de la ordenación, mientras que otros pocos aprendieron tan bien la naturaleza de la ordenación que jugaron con la clasificación cambiando las ubicaciones: Si el bibliotecario ordenaba la parte decimal de manera decimal, el usuario tomaba el decimal como un número consecutivo, y viceversa. Asimismo, son proverbiales las historias sobre las travesuras de los usuarios, como el juego del ocultamiento o los cambios de arreglo en la estantería.
Muy pronto, apareció la necesidad de enseñar al usuario el orden impuesto por la signatura topográfica, lo cual fue tema de debates que pasaron de la negación a la demarcación de los límites hasta donde habría que enseñarle. De hecho, las travesuras del usuario dieron motivo para intentar cancelar la instrucción bibliográfica, luego llamada educación o formación del usuario, que se impartía en las bibliotecas.
Por otra parte, la enseñanza dada al usuario sobre cómo tendría que utilizar la biblioteca y cada uno de sus recursos fue asunto de otras discusiones, pues muchos bibliotecarios que se asumían como intermediarios entre el usuario y el acervo o la información se sintieron desplazados. Además, en los hechos ocurrió que la educación o formación del usuario trajo como consecuencia la reducción de la cantidad de bibliotecarios contratados para brindar los servicios.
Lo anterior llevó a la manifestación del celo con el que muchos bibliotecarios quisieron guardar su conocimiento, el cual se vio asediado cada vez con mayor intensidad por aquéllos que igualaron la difusión de este conocimiento con el derecho de acceso a la información de cualquier usuario. Una de las mayores paradojas la vivimos en la actualidad con las propuestas que plantea el movimiento mundial de Alfabetización Informacional (ALFIN), el cual apunta hacia una total independencia del usuario desde el momento de tener una necesidad de información hasta su satisfacción. Esto es, el usuario ya no se ve obligado a acudir a un bibliotecario, sino que puede identificar una cantidad vasta de medios y mediadores –que son quienes controlan los flujos de la información–, de modo que la biblioteca es meramente uno de los circuitos que puede transitar.
¿Bibliotecas o bancos?
Hay otro caso de un tipo especial de usuarios que han utilizado el conocimiento de los bibliotecarios para establecer empresas lucrativas: La industria de la información y el mercado de la información, sobre todo la modalidad de los outsourcing, esto es, los servicios externos. Así, muchos procesos que antes hacían los bibliotecarios ya los realizan empresas, que de esta manera generan productos como servicios de adquisición de todo tipo de documentos, o generación, conversión y venta de bases de datos, o catalogación, o asesorías y consultorías en temas generales o especiales de información, y un gran etcétera.
Una parte de la industria de la información está conformada por los tecnólogos (informáticos, computólogos, expertos en redes, y otros) que desarrollan aplicaciones técnicas que contienen “bibliotecas” o que dicen que son similares a, o que funcionan como “bibliotecas”, sean programas de cómputo diseñados para usos diversos hasta dispositivos móviles, de modo que pareciera que la palabra “biblioteca” vive una primavera de tanto que se le nombra en todas partes.
Todo este curioso entorno ha venido a ocasionar problemas conceptuales, sobre todo en la actualización de las nociones sobre lo que sea el bibliotecario, y esto tiene su reflejo más significativo en las crisis permanentes en que se encuentra el currículo de las escuelas de formación de bibliotecarios.
Pero entonces, ¿en qué sentido se trata de un gremio el colectivo de los bibliotecarios? Esto es, los gremios medievales guardaban celosamente su conocimiento y sabían bastante bien que "buscar la información que no se tiene y proteger la información que se tiene, es el nombre del juego" (Geertz). Pero eso no ocurre en el mundillo de los bibliotecarios.
Hace algunos años, conocí una propuesta que impulsaban filósofos del derecho en los países nórdicos referente a que el conocimiento jurídico debía estar al alcance de la población desde la escuela temprana, o sea, se debía educar a las personas desde la infancia para que llegaran a ser menos dependientes de los abogados. Ignoro si esta propuesta prosperó y por eso los países nórdicos son el modelo a seguir en muchas cosas, o si se canceló y sus abogados se volvieron más eficientes, tomando estas reflexiones como un llamado de atención para no actuar únicamente como operarios mantenedores del sistema social establecido y de sus propios privilegios.
Desde hace un tiempo, se habla de la desaparición del bibliotecario, de su evolución, de su involución y de su transformación necesaria dejando de verse como la oruga que envidia a las mariposas. Intuimos que para lograr un cambio este bibliotecario debe dejar atrás su mentalidad gremial y asumirse más como un verdadero profesional, o sea, no sólo nombrarse profesional porque haya pasado por alguna institución de educación superior sino mirarse como alguien comprometido consigo mismo y con su rol social. Pero esto es parte del problema.
Los economistas utilizan el concepto de la “asimetría de la información” para referirse a las situaciones que se presentan en un mercado cuando la posesión de cierta información por uno de los competidores le brinda ventaja por encima de los otros contendientes. No obstante, muchos bibliotecarios prefieren negar que viven en una economía de mercado, aunque en lo privado puedan ser compradores compulsivos o envidiar muchas cosas que los demás tienen.
¿Conectarse al mercado?
Otro aspecto del problema es si los bibliotecarios deben entrar al juego de la asimetría de la información en el mercado de la información y demarcar lo característico del espíritu bibliotecario, además de los espacios para el ejercicio del quehacer bibliotecario. A este respecto, debe quedarnos claro qué deseamos hacer con el rol de intermediario que alguna vez sabíamos y creímos que nos correspondía. ¿Seguir siendo intermediarios o volvernos actores en un mundo que cada vez demanda más información y conocimiento a una velocidad más rápida? Algunos pocos ya tomaron la decisión, muchos siguen indecisos.
No debe pensarse que esto nos obligue a volvernos mercaderes de la información, sino que debemos observar, para entender este problema, que el conocimiento bibliotecario y el derecho del usuario a tener acceso a la información no son contrarios, sino que se han roto los equilibrios en que antes estaban y se les ha vuelto contrarios para provocar una situación de mercado. Es en este momento, y con la situación que es vista más como crisis por no comprender lo que ocurre, cuando debemos intentar aclarar este problema, despojarlo de las ideologías que lo vuelven más crítico, y reflexionar en su mejor comprensión. Creemos que el problema es complejo pero apasionante, y por eso lo volveremos a considerar en otro momento.

domingo, 9 de febrero de 2014

62. LA REALIDAD

Charlando con un colega, me decía que en nuestro país no habían funcionado nunca las bibliotecas públicas, a pesar de las buenas intenciones, los grandes esfuerzos y los descomunales discursos que llenan los arcones de nuestra historia bibliotecaria nacional. A partir de este planteamiento, revisamos juntos cómo se han manifestado en ellas los binomios propiedad-uso (sustantivos) y patrimonial-institucional (adjetivos).
Como resultado de esta colaboración, entendimos que la tradición bibliotecaria de nuestro país está mejor dibujada como propiedad patrimonial que como uso institucional, sin importar que se trate de un derecho o un privilegio. Abundando en nuestro hallazgo, hemos comprendido que esta distinción afecta las percepciones que se tienen de las bibliotecas y en particular el que se les conciba como algo propio (= propiedad patrimonial) o ajeno (= uso institucional).
Estos vértigos reflexivos nos llevaron a preguntarnos cuál es la realidad bibliotecaria en México. Entonces, y luego de jugar con varias ideas, nos pusimos de acuerdo en los siguientes dos planteamientos:
1. Los bibliotecarios en México conciben la biblioteca sólo como su fuente natural de trabajo. Como consecuencia, ellos miran desde su posición diversa (vid. entrada 31) la realidad bibliotecaria, sea como dueños de proyectos, como administradores o, mayormente, como operarios. De esta manera, aunque todos conciban la biblioteca como su fuente natural de trabajo, la posición diversa en que se encuentran reportará realidades distintas. Además, también podemos notar que hay percepciones distintas de la realidad por las diferencias espacio-temporales, por lo cual tenemos que no se reportaría la misma realidad bibliotecaria en las regiones de México antes del año 1921, o entre 1921 y 1955, o desde 1956 y hasta 1982, o a partir de 1983.
2. Los bibliotecarios en México desconocen su realidad. Esto nos parece muy obvio al considerar las descripciones del mercado laboral que asumen las escuelas de formación de bibliotecarios, las cuales parecen nunca corresponder a la realidad cuando se hacen evaluaciones de sus programas. Asimismo, constatamos lo que dice este apartado porque los bibliotecarios de nuestro país ignoran la forma como participan en el mantenimiento del sistema de infopobreza (vid. entrada 48), e igualmente cuando participan en la definición alienada de las necesidades de información, que sólo considera la parte del todo que mejor corresponde a la ideología capitalista (vid. entrada 52).
Una duda nos asalta ante estos planeamientos: Si la realidad es algo tan variable en su determinismo, o es desconocida para los bibliotecarios mexicanos, ¿cómo es posible que haya bibliotecas funcionando bien o mal en México? La respuesta lógica es que las hay porque su existencia no depende de los bibliotecarios, o sea, que los bibliotecarios sólo se dedican a conducir proyectos, administrar o hacer labores operarias en las bibliotecas, pero no tienen que ver con las decisiones sustantivas de esas bibliotecas.
A partir de esta charla, inferimos que cualquier intento de sustentar la verdad del conocimiento bibliotecario -en cualquiera de las disciplinas que se ostentan como propietarias de este conocimiento- debe hayarse comprometido con nuestro conocimiento de la realidad bibliotecaria. Al respecto, antes de entrar al problema de la verdad de ese conocimiento -lo cual trataremos en otra entrega-, nos interesa problematizar la realidad tal como la concebimos los bibliotecarios.
Ante esta situación, decidimos hacer una rápida revisión al azar de casos en la literatura bibliotecaria. Por esta vía, encontramos las siguientes dos declaraciones de Broadfield:
A. Las bibliotecas existen en interés de la libertad de pensamiento. Agrega el autor que este principio tiene que ver con el compromiso de esas bibliotecas con los métodos que alteran la calidad del pensamiento. Sin embargo, su labor se realiza entre dificultades teóricas y prácticas complejas, que aparecen en su camino en un mundo con tendencias autoritarias.
B. El bibliotecario debe idear formas de ayudar a la gente a vivir vidas individuales plenas, mostrándoles el camino sin fastidiarlos y luego privarlos de la oportunidad de la espontaneidad.
Estas afirmaciones nos reportan una realidad de la posguerra europea, por lo que las nociones de la libertad de pensamiento versus el autoritarismo, sobre las posibilidades de alterar el pensamiento, al respecto del individualismo y en materia de la espontaneidad conformaban el discurso del momento para tratar de las responsabilidades y el compromiso de las bibliotecas. Algunas de estas nociones corresponden a situaciones entonces observadas, otras a los imaginarios de la época y unas más a símbolos que se enarbolarían como estandartes para repudiar el belicismo. Llama la atención la aclaración de Broadfield sobre que el bibliotecario no debe fastidiar a la gente ni privarla de la oportunidad de la espontaneidad.
Por otra parte, recientemente Parag Khanna dio una conferencia para IFLA sobre la realidad híbrida y las bibliotecas. El concepto de "realidad híbrida" busca explicar la situación en la que viven las sociedades que están expuestas a las tecnologías de la información, los medios de comunicación, las aplicaciones de computadora, las redes sociales y un mundo en donde lo real y lo virtual se imbrican.
Dijo en su conferencia que las bibliotecas siguen desempeñando un papel importante en la realidad híbrida debido a su posición única: Son una mezcla de tecnología, cultura material, así como un lugar virtual y físico - todo ello convergiendo en una esfera pública. De esta manera, se espera que los bibliotecarios puedan reportar la realidad híbrida de sus bibliotecas, pero entendidas ahora como espacios públicos convergentes de tecnología y recursos materiales, que se manifiesten a las personas en modalidades virtual y física. Por supuesto, las bibliotecas seguirían siendo consumidoras de bienes y ofertadoras de recursos y servicios de información, aunque no resulta claro el alcance de lo público.
Tenemos que estas dos inmersiones con textos de Broadfield y Khanna reportan dos realidades muy distintas, aunque en ambos casos tratamos sobre bibliotecas. La primera diferencia que notamos tiene que ver con el binomio compromiso-posicionamiento, esto es, Broadfield señala a la biblioteca por el compromiso que debe cumplir en la posguerra, en tanto que Khanna se refiere al posicionamiento de la biblioteca en la era híbrida. Una segunda distinción tendría que ver con el desarrollo del capitalismo en cada momento histórico, con la consecuente diferencia ideológica.
Al aplicar las categorías lacanianas de lo real, lo imaginario y lo simbólico, junto con las categorías ontológicas del conocimiento (dado o construido) a la situación actual de las bibliotecas en México, nos ha resultado la siguiente tabla ejemplificadora:

Atisbo a la realidad bibliotecaria en México

Se reportan así las realidades real, imaginaria y simbólica, con enunciados que corresponden a distintas percepciones que tienen los bibliotecarios: Algunos aceptan todos los enunciados de manera irreflexiva y otros sólo determinados enunciados.
El conocimiento de la realidad bibliotecaria es un asunto de suma importancia, pero que atrae complejos problemas por su amplitud y diversidad, así como por las otras dificultades que involucra. La determinación de los problemas bibliotecarios, las afirmaciones que hacemos sobre las bibliotecas y los bibliotecarios, así como la forma como administramos las bibliotecas dependen de los reportes que hagamos de nuestra realidad, que desgraciadamente muchos quieren sustentar, e incluso forzar esa sustentación en citaciones, como si la realidad fuera algo ya dado en la bibliografía bibliotecaria. Todo esto conforma una situación bizarra que complica la comprensión de lo que sea la realidad de las bibliotecas y los bibliotecarios. Por estos motivos, seguiremos explorando este filón en sucesivas entregas.

Bibliografía

Broadfield, A. (1949). The task of the library in the modern world. En su: A philosophy of librarianship. London: Grafton. pp. 10-34.
Pin Pin, Y. (22 ago. 2013). Una nueva realidad híbrida para las bibliotecas. IFLA express. Localizado: 8 feb. 2014. En: http://express.ifla.org/ES/node/6421