viernes, 21 de mayo de 2010

18. NOSSO CONCEITO DE DIÁRIO

El miércoles pasado fue para mí un día de reuniones, pues desde la mañana acudí al arranque del congreso sobre La Biblioteca digital mundial y los códices mesoamericanos: Una puerta a la cooperación internacional, que organizaron varias instituciones encabezadas por el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, así como la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos. Más tarde fui a la conferencia magistral La Sociedad de la información, la pluralidad, la diversidad y la uniformidad que leyó la doctora Estela Morales Campos para los alumnos del Posgrado en Bibliotecología y Estudios de la Información de la UNAM. En ambos actos se presentaron conceptos que son el motivo de esta reflexión.
Como resultado de los ensayos anteriores, notamos que los conceptos son muy importantes antes, durante y después de cualquier acción que emprendamos. En cada momento de nuestro actuar, los conceptos que tengamos de los objetos de nuestro pensamiento o nuestra práctica, las valoraciones que les demos, su interrelación, su interacción y las emociones que les asociemos, serán todos componentes significativos y permitirán a otros comprender nuestras decisiones, conducción y acción.
El congreso antes indicado se convocó para invitar a varias organizaciones nacionales y extranjeras a que se sumen a la tarea de reunir las copias digitales de los códices mesoamericanos en la Biblioteca Digital Mundial (BDM), que es un proyecto impulsado desde el año 2007 por la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos y la UNESCO. El sitio web de la BDM es http://www.wdl.org.
Un segundo objetivo de esta reunión fue iniciar la conformación de la Biblioteca Digital Mexicana (BDMx), con copias digitales que se remitan a la BDM y otras que se vayan seleccionando.
El día referido fue de inauguración, conferencias y mesas redondas para presentar los códices que tienen las organizaciones mexicanas, estadounidenses y europeas. Los asistentes pudimos apreciar imágenes de gran belleza en las reproducciones digitales que nos mostraron.
Hubo una conferencia magistral del doctor Miguel León Portilla, en la que entre bromas y veras trató algunos asuntos inquietantes en torno a la noción de códice. Mencionó los sistemas de registro utilizados por los pueblos indígenas antiguos, que pueden ser fonográficos, logográficos o pictográficos, y resaltó el carácter único de los glifos de la escritura maya antigua. Expuso un ejemplo de unos indígenas ñahñúes actuales que pintan escenas y escriben textos sobre papel amate, para afirmar que estas producciones también son códices. Al final de su plática, uno podía quedar confundido, pero muy contento por la forma amena y casi cómplice de su exposición.
El doctor Xavier Noguez aseveró que hay códices prehispánicos y coloniales, que se pueden encontrar en papel amate, en lienzos y en papel usual de la época. Explicó que en el pasado hubo talleres de escribanos, como los que debieron producir todos los códices del tipo Techialoyan. Luego comenzó a hablar de códices incluidos como parte de expedientes de la Santa Inquisición, códices dentro de figuras de bulto, de las usadas en procesiones religiosas, y definió como códices los catecismos testerianos, los lienzos geográficos e incluso escudos de poblados. En un momento de su exposición dijo que los códices son producciones en papel amate con imágenes de figuras indígenas y texto. Casi al final aclaró más este concepto al afirmar que un códice es un relato de los que cuentan o platican los indígenas sobre el pasado mesoamericano, y que tiene valor histórico. Además, manifestó que se adhería al ejemplo de los ñahñúes que dijo el doctor León Portilla.
Cuando empezaron las presentaciones se evidenció un problema conceptual sobre lo que sea un códice. A esto se agregan varias otras interrogantes: Las reproducciones de códices, ¿también son códices? Los gráficos con figuras indígenas incluidos en expedientes, sean por pleitos de tierras o asuntos inquisitoriales, ¿son códices? ¿Son códices los escudos?
En un primer intento de aclarar esta situación, acudí al diccionario de la lengua española y encontré que el códice es un libro que tiene dos características:
a) Es anterior a la invención de la imprenta.
b) Es un manuscrito de cierta antigüedad.
Abundando un poco más encontré tres rasgos distintivos del códice:
1. Aunque la denominación “códice” ha servido para designar varias tecnologías, se le identifica ahora con una configuración tecnológica específica en la que se lleva a cabo un registro a mano sobre un soporte en forma de hoja (de papiro, pergamino o papel), que se pliega y luego puede unirse a otras hojas plegadas por uno de los lados. A veces se utilizan como sinónimos “códice”, “libro”, “manuscrito” y “libro manuscrito” (Iguíniz, 1987; Martínez de Sousa, 1993; Ostos, Pardo y Rodríguez, 1997).
2. Esta tecnología se identifica como originaria de un tiempo anterior a la invención de la imprenta, y particularmente se le ubica en las culturas del continente europeo (Martínez de Sousa, 1993; Arévalo Jordán, 2003).
3. El códice tiene gran valor intrínseco o extrínseco (Iguíniz, 1987).
En un caso, encontré una entrada para “códices mexicanos” (Iguíniz, 1987) con la indicación de que “se da este nombre a los manuscritos o libros usados por los indígenas de los pueblos civilizados de nuestro territorio antes y poco después de la Conquista. Están formados por largas tiras de papel, piel o lienzo compuestas de varios fragmentos unidos por medio de costuras, escritas por uno o ambos lados, y divididas en rectángulos en la generalidad de los casos. Conservábanse dichas tiras enrolladas o plegadas alternativamente, a manera de biombos, y resguardadas en sus extremos por unas cubiertas de madera o de piel, lo que les da la apariencia de libros”. Este autor concluye el párrafo diciendo que los códices mexicanos pueden clasificarse por su época, por su filiación o procedencia, o por su contenido.
Debemos entender entonces que un códice mexicano no es un códice, por las mismas conclusiones que se desprenden del párrafo anterior:
A. El códice mexicano no tiene nada que ver con la invención de la imprenta y se materializó en una ubicación geográfica diferente del códice.
B. Los códices mexicanos se utilizaban antes o poco después de la Conquista, por lo que su elaboración debió llevarse a cabo con anterioridad. Aunque Iguíniz no indicó cuánto después de este acontecimiento debe servir para determinar que un manuscrito o libro usado por los indígenas es un códice mexicano, podemos pensar, en términos del relevo generacional, que aplican entre 15 o 20 años después de la Conquista de los distintos territorios.
C. La tecnología para formar y conservar códices mexicanos era distinta de la usada para hacer códices. Un códice mexicano tiene apariencia de libro.
Pero entonces ¿por qué está la palabra “códice” inserta en el término “códice mexicano”? ¿Por qué es parte de otras palabras como “códice mesoamericano” o “códice indígena”? ¿Nos referimos a lo mismo con estos distintos términos?
Parece que cuando los conquistadores conocieron los tipos de registros de los pueblos indígenas que sojuzgaron, en vez de usar el nombre que los conquistados daban a esos registros o a sus soportes optaron por identificarlos y nombrarlos con aquellas palabras más parecidas de su propia cultura: “Códices”, “libros de pinturas con caracteres”, “libros paganos”, “libros” y otras denominaciones. De esta manera, los españoles de la Conquista asemejaron los registros y sus usos a su propia cultura. Es de notar que la antropología y la historia mexicanas obviamente han incurrido en un error al aceptar a pie juntillas la denominación dada por los conquistadores a estas manifestaciones de registro, en tanto que otros profesionales, como los bibliotecarios, no nos hemos interesado ni involucrado en la identificación y definición de este problema.
Si la cosa quedará ahí ya sería de preocupar, pero resulta que varios conceptos que se utilizan en las tipologías de documentos también requieren de investigación, pues “libro” se usa para denominar una tecnología y un diseño, mientras que “revista” no es lo mismo cuando nos referimos a un impreso o a un formato de contenido audiovisual.
“Periódico”, “boletín”, “gaceta”, “gacetilla” y “magazine” tienen nociones poco claras. Entre los nuevos nombres, el de “recurso integrante” puede intrigarnos al grado de no saber qué hacer con él. Al respecto, estamos ciertos de que las tecnologías y los diseños de los documentos cambian, pero ¿quién los está estudiando y puede brindarnos orientación?
Si este embrollo conceptual nos parece abrumador, es porque no he comentado la conferencia magistral de la doctora Morales. Algunos de los descriptores incluidos en la conferencia fueron “tecnología”, “diversidad”, “tolerancia”, “desarrollo”, “democracia”, ”globalización”, “regionalización”, ”información”, “sociedad de la información”, “acceso a la información”, “servicio social”, “Estado”, “leyes de mercado”, “escuelas”, “bibliotecas públicas”, “políticas de información”, “necesidades educativas”, ”necesidades de información”, “actitud global”, “actitud local”, ”contexto de la información”, “elección”, “lo razonable”, “acceso a distintas fuentes”, “visión plural”, ”principio ético”, “principio de verdad”, “usuario” y “derechos de información”. Un término que nunca se mencionó en la conferencia, aunque está en el título, es “uniformidad”, lo cual fue traído a cuenta por una pregunta que hizo una asistente del público.
Todos los conceptos que expresan los términos anteriores fueron manejados en oraciones como las siguientes, aunque debe entenderse que no se trata de citas textuales, sino apuntes sobre lo dicho por la doctora Morales:
+ La democracia es buena, aunque no es perfecta.
+ La globalización es la interconexión del mundo. La regionalización es la respuesta a la globalización.
+ El Estado no debería regular nada en materia de información, sino que deberían funcionar las leyes del mercado.
+ En nuestro país, el Estado debe proveer mínimos de información a la población, a través de las escuelas y las bibliotecas públicas.
+ El Estado debe regular las políticas de información, pero no ser censor.
+ Conforme crecen las necesidades educativas, crecen las necesidades de información.
+ Según la actividad de las personas, hay necesidades globales y locales.
+ En el contexto de la información, los bibliotecarios se conducen con actitudes globales y locales.
+ En México, podemos elegir entre mensajes con contenidos opuestos, e inclinarnos por el más razonable.
+ El acceso a diversas fuentes nos da una visión plural.
+ En la sociedad de la información lo que más importa a las personas es la rapidez, la inmediatez y la oportunidad en materia de información.
+ El principio ético es el principio de verdad.
+ El bibliotecario debe ser defensor de los derechos de información del usuario.
La complejidad del pensamiento expresado en esta conferencia se pone de relieve con cualquier pregunta sencilla que nos plantemos sobre el particular; por ejemplo, ¿qué es una biblioteca pública en este contexto? ¿Es el lugar donde el Estado provee un mínimo de información a la población? O bien, ¿qué son las políticas de información? Parece que es algo que debe regular el Estado, aunque sin ser censor. Nos preguntamos ¿qué es un bibliotecario en esta opinión?, o si ¿la visión plural tiene que ver con la elección razonable? ¿Quién es ese usuario que necesita que defiendan sus derechos de información? ¿Defenderlos de qué o quién? También podemos plantearnos otras interrogantes: ¿Cómo se establecen los límites a la diversidad de fuentes para evitar enfrentar la explosión de la información o la infoxicación, o para introducir algún control de calidad de la información?
Son muchos, variados y complejos los problemas que plantean los conceptos de códice, códice mexicano y todos los que apunté durante la conferencia. Algunos son problemas con historia y abolengo, otros resultan de una reflexión a la que lleva esta sociedad líquida en la que algunos quieren aferrarse a las nociones que les parecen más seguras, aunque la realidad se haya quedado varada a la vuelta de la esquina.
Si abrimos bien los oídos y enmarcamos bien los ojos, podemos ver que cada día brincan y saltan conceptos en los ámbitos de los bibliotecarios, que nos remiten a ideas geniales, palabras poco usadas o que se antojan viejas, y escarbando un poco más, encontraremos tiros de mina que nos llevarán a ricos filones de problemas. Por estos motivos, debemos seguir indagando sobre los conceptos que circulan en nuestra profesión.

Bibliografía
Arévalo Jordán, V.H. (2003). Diccionario de términos archivísticos. 2a reprod. Buenos Aires: Ediciones del Sur.
Iguíniz, J.B. (1987). Diccionario bibliográfico. 2a ed. México: UNAM.
Martínez de Sousa, J. (1993). Diccionario de bibliología y ciencias afines. 2a ed. Madrid: Fundación Germán Sánchez Ruipérez.
Ostos, P., Pardo, M.L. y Rodríguez, E.E. (1997). Vocabulario de codicología. Madrid: Arco/Libros.
Real Academia Española. (2001). Diccionario de la lengua española. 22a ed. Madrid: RAE. Recuperado: 20 mayo 2010. En: http://www.rae.es.

lunes, 10 de mayo de 2010

17. EL PROBLEMA DE LA INTERFAZ

Cuando nos arriesgamos a mudar de conceptos para mirar los mismos objetos, podemos observarlos desde ángulos distintos que aportan facetas que antes no habíamos tomado en consideración. Es así que si pensamos las barreras al acceso a la información (vid. ensayo 14) a través de la noción de “interfaz”, que no es privativa de los estudios y las prácticas de la interacción hombre-máquina, podemos asomarnos a un novedoso y amplio campo de problemas.
La interfaz es el conjunto de las intermediaciones, mediaciones o interacciones concebidas y posibles entre una tecnología y un usuario. Estas interacciones dependen de los componentes de significación que aporta la tecnología al usuario, así como del conocimiento y experiencias previos del usuario con tecnologías iguales o parecidas.
De esta manera, una tecnología puede tener elementos organizativos, gráficos y lógicos que se presentan como necesarios a un potencial usuario, y que requieren su manipulación para hacer posible el uso de esa tecnología.
Es de notar que las interfaces pueden ser parte de problemas, por ejemplo en las siguientes situaciones:
A. Cuando no están bien diseñadas, como en los casos que relata el estudio de Tramullas, Garrido y Navarro (2005), en el que se refieren a proyectos de digitalización que no se basan en las necesidades de los usuarios y que por ello les son de utilidad limitada.
B. Cuando dejan de ser operativas, como ocurre cuando una biblioteca se vuelve disfuncional (Nyundu, 2005).
C. Cuando es difícil su introducción en un medio, como se aprecia en un ejemplo curioso y divertido con el libro como tecnlogía con una interfaz nueva y complicada, en el video que se presentó en el programa de televisión noruego Øystein og jeg (NRK, 2001).
En este punto, es importante aclarar lo que entendemos por tecnología, pues es el “producto de una unidad compleja, en donde forman parte: los materiales, los artefactos y la energía, así como los agentes que la transforman” (Osorio M., 2002, cita a Quintanilla). Lo característico del desarrollo tecnológico es la innovación, que puede ser rastreada en la historia de la humanidad particularmente por su impacto en la organización, los valores y la cultura.
Las tecnologías se crean y recrean pensando en usuarios ideales, por lo que cuando se ponen en contacto con usuarios reales es importante conocer lo que ocurre durante las interacciones. Las interfaces pueden ser reconocibles (en cada ocasión, el usuario debe poder reconocer las acciones que debe realizar con la tecnología), generalizables (cuando el usuario encuentra los componentes disponibles en otras varias tecnologías), accesibles (cuando se manifiestan rápidamente al usuario), predecibles (cuando el usuario puede anticipar la funcionalidad de los componentes tecnológicos), amigables (cuando resulta fácil el uso; ahora también se les llama “usables”), intuitivas, o bien incorporar otros valores, como la movilidad, la adaptabilidad, etc.
Por ejemplo, una interfaz amigable puede involucrar las siguientes técnicas (García Marco, 1995):
(1) Combinar códigos comunicativos distintos para generar redundancia.
(2) Organizar y estructurar en niveles jerárquicos para propiciar la mnemotécnica.
(3) Propiciar la inferencia metafórica, por ejemplo, a través de elementos de representación gráfica.
(4) Procurar ayudas textuales y gráficas, tanto generales como locales.
(5) Procurar ayudas procedimentales, que simulen la asesoría de un experto de manera encubierta o transparente.
Un corolario de esta noción es que una biblioteca es una tecnología, en la que un conjunto de documentos, una instalación –que puede ser física o digital-, recursos humanos, recursos lógicos (procedimientos de procesos y servicios) y otros varios componentes se reúnen en una configuración sistémica destinada a un fin. Cuando un individuo entra a la biblioteca, encuentra una disposición de los componentes que le puede resultar más o menos reconocible, accesible, predecible, amigable, etc. Es así que varios de los muebles del interior de la biblioteca física serán reconocibles o de uso predecible, como las mesas, las sillas y los estantes, mientras que el kárdex puede ser inmanejable para algunos usuarios, y ni que decir de la lectora de microformatos.
Un libro es una tecnología con varios siglos de existencia, que ha evolucionado con cambios de materiales, diseños gráficos y formas de uso. Quienes conocen las edades del libro saben que no es lo mismo uno del siglo XVI que uno del siglo XIX, ni ambos son iguales a uno del siglo XXI. Además, el libro es una tecnología que porta otras tecnologías, pues los caracteres gráficos y figurativos que constituyen su contenido requieren de formas de manipulación distintas, aunque no ajenas, que su soporte portador. La interfaz del contenido se llama “lectura” (vid. ensayo 12) y aún constituye uno de los más grandes retos de la comunicación humana, que involucra aspectos mecánicos, funcionales y sociales. Sólo después de varios contactos con distintos libros, el sujeto cae en la cuenta de que la interacción es generalizable y reconocible, aunque pueda no parecerle amigable.
Vemos con este nuevo lente conceptual que la organización de las bibliotecas y el ofrecimiento de sus servicios no es algo que naturalmente puedan utilizar las personas. Sin embargo, esto lo sabemos los bibliotecarios desde hace más de 100 años, cuando se creó la instrucción bibliotecaria, luego llamada “formación de usuarios”, también nombrada “educación de usuarios” y que ahora se conoce como “desarrollo de habilidades informativas”. Así, parece que nuestras soluciones a los problemas de la bibliografía y la documentación enfrentan una población renuente a aprender y a comprender los grandes esfuerzos y las innovaciones que hacemos.
Quizá el problema sea tan complejo que requiera otros conceptos para aclarar las cosas, o tal vez si usáramos los sombreros para pensar de De Bono o las zapatillas rojas de Dorothy en el mago de Oz tendríamos nuevas y más orientadoras visiones. De cierto, este es un problema tan interesante y amplio que debemos continuar con él en otra ocasión.

Bibliografía
García Marco, F.J. (Ene. 1995). Interfaces amigables para la recuperación de información bibliográfica. Scire, 1(1), 127-148.
NRK (Productora). (2001). Medieval helpdesk with English subtitles [Video]. Recuperado: 10 may 2010. En: http://www.youtube.com/watch?v=pQHX-SjgQvQ.
Nyundu, L.P. (2005). The Importance of media centres in primary schools in the North-West Province. Mini-dissertation presented in partial fulfilment of the requirements for the degree, University of Johannesburg. Recuperado: 10 mayo 2010. En: http://ujdigispace.uj.ac.za:8080/dspace/bitstream/10210/568/1/NyunduLP.pdf.
Osorio M.C. (Ene. 2002). Enfoques sobre la tecnología. Recuperado: 10 mayo 2010. En: http://www.oei.es/revistactsi/numero2/osorio.htm.
Tramullas, J., Garrido, P. y Navarro, D. (2005). Evaluación de las bibliotecas digitales de impreso antiguo: Análisis de tareas de usuario y requerimientos de interfaz. Recuperado: 10 mayo 2010. En: http://cedi2005.ugr.es/2005/pdf/25/983.pdf.

lunes, 3 de mayo de 2010

16. EL REGISTRO DOCUMENTAL

El registro de un documento es un asunto de suma seriedad para todos los bibliotecarios, pues algunos consideran que es aquello que nos hace profesionales, mientras otros enfatizan su importancia para poder asegurar que estén disponibles los recursos bibliotecarios y para la realización de los servicios para el usuario.
La enseñanza de esta materia para los bibliotecarios con mucha facilidad se puede convertir en algo sumamente tortuoso, principalmente debido a la falta de claridad entre los docentes sobre los principios y procesos que sustentan el trabajo de elaboración de los registros, por lo que prefieren apelar a que los alumnos memoricen las reglas de descripción, y a que sean meticulosos y obsesivos en el trabajo de registro.
Pese a lo desagradable de su aprendizaje, los bibliotecarios somos generalmente identificados en el mercado laboral como catalogadores, por lo que nos guste o no hay un viento que nos empuja a trabajar haciendo registros. Esta situación incómoda lleva a resultados peculiares, como uno que encontré en la Biblioteca Nacional de México, donde alguien asignó el epígrafe “LITERATURA ERÓTICA” a un libro del Nuevo Testamento. También cuando en el catálogo central de un gran sistema bibliotecario universitario notamos las diferencias de normalización en los asientos de los nombres de los congresos. O el caso de una biblioteca académica, en cuyo catálogo nos enteramos que doña Eugenia Grandet fue traductora de los libros de Honorato de Balzac. O un caso todavía más interesante de una biblioteca nacional sudamericana, donde decidieron cambiar en todo su catálogo nacional el epígrafe “MIGRANTES” por “DESPLAZADOS”, sin darse cuenta de la transformación de sentido que ocasionaron. Así abundan casos que podrían muy bien ser materia de varios textos que aliviarían un poco las tensiones de la enseñanza para la confección de registros. Una inferencia de estos casos es que no cualquier bibliotecario debería tener permitido catalogar, aunque supuestamente esté facultado para ello.
Por otra parte, en el ensayo 11 hemos visto que en la definición de documento es muy importante notar que la información está fijada en un soporte físico, por lo que en la descripción de este documento, y el registro de esa descripción, se deben considerar esos dos elementos. Es así que uno de los objetivos del registro es la representación de ese documento en lo que se refiere a la información fijada en el soporte, y sobre el soporte mismo; esto es, se genera un sustituto del documento (el registro) que permite su identificación dentro de un compendio de registros (catálogo, bibliografía o índice) y que brinda elementos para decidir si se quiere buscar, encontrar y consultar ese documento. Otro objetivo del registro debe ser introducir al usuario al universo relacional del contenido de la información que porta el documento. Para comprender mejor el alcance de estos objetivos, y a modo de ejemplo, si tan sólo nos limitáramos a un catálogo de alguna biblioteca, notaríamos que se espera que sea un instrumento eficiente para averiguar:
A. Si la biblioteca tiene un libro particular especificado por:
A1. Su autor y título.
A2. Si no hay autor, sólo por su título.
A3. Si el autor y el título no son apropiados o son insuficientes para la identificación, un subtítulo conveniente para el título.
B. Sobre la obra:
B1. Cuáles obras son de un autor particular.
B2. Cuáles ediciones de una obra particular tiene la biblioteca.
B3. Cuáles otras obras del mismo tema tiene la biblioteca.
Notamos en este caso que los conceptos de autor, título, subtítulo, edición y tema sirven como identificadores de la información fijada en los distintos documentos, en tanto que la noción de “obra” se refiere al contenido completo o a la idea que transmite la información fijada en el soporte. Además, siempre que sea posible o identificable, tendremos un autor y/o un título para cada obra, pues estos elementos permiten su identificación al trasladar la obra a otros soportes.
Al hacer registros de documentos se consideran los siguientes factores:
(a) El repositorio de los documentos.
(b) El tipo de documentos (identificados por sus dos componentes).
(c) Los fines que se piense dar al registro,
Dependiendo de las diferencias de estos factores se puede nombrar a los registros y a sus compendios de formas distintas. De esta manera, cuando se registra el acervo de una biblioteca, en una parte o en todas sus colecciones, con la finalidad de permitir el uso de ese acervo, tenemos un registro catalográfico que se incluye en un catálogo.
Si no es importante el repositorio, pudiendo registrarse cualquier tipo de documentos, con fines de conocimiento, difusión o servicio, hacemos registros bibliográficos y se les pone en una bibliografía.
Cuando no es importante el repositorio, se registren partes de documentos, y se hace con fines de difusión o servicio, tenemos registros de indización, que se compendian en un índice.
Además de los problemas antes indicados para el registro documental, hay otros varios que tampoco se han resuelto, de entre los cuales encontramos las dos grandes categorías siguientes:
(1) Si el registro debe enfocarse en el documento o en los requerimientos del usuario.
(2) Si es posible una forma normalizada de descripción de todos los tipos de documentos.
En el primer grupo tenemos un dilema, pues por una parte están los catalogadores, incluso agrupados en organizaciones nacionales e internacionales, que dicen que el registro se hace sobre el documento, y que debe enfocarse en él. En la contraparte, el personal que proporciona los servicios, además de muchos académicos de la bibliotecología, encuentran reiteradamente evidencias de que los usuarios enfrentan dificultades para utilizar o comprender los registros y los compendios de registros. Es por ello que el registro puede convertirse en una barrera al acceso más que ser una ayuda.
El segundo agregado de problemas tiene una larga historia en el quehacer bibliotecario, que desde hace 20 años comenzó a remontar una nueva etapa que se espera culmine pronto con las Reglas de descripción y acceso a los recursos (RDA) y con el modelo FRBR para la presentación de los registros en línea. Sin embargo, persisten muchas dudas sobre el cambio de enfoque que se promueve con estos esfuerzos, pues en el fondo no se resuelve un problema de origen al respecto del registro documental: La naturaleza cristalizada y presuntamente objetiva de la descripción frente a la naturaleza histórica y subjetiva de los seres humanos, que pueden realizar la descripción o interpretarla de muchas maneras.
Observamos que los problemas del campo de estudio y desarrollo en torno al registro documental son muy variados y complejos. Por tal motivo, este tema lo seguiremos viendo en otra ocasión.