Según Swanson (1979), para mejorar las bibliotecas debemos empezar por tratar de identificar y comprender cuál problema intentan resolver. Esto nos lleva a una pregunta que hicimos antes en este blog: ¿Para qué sirve la biblioteca? Él utiliza como ejemplo la biblioteca de investigación, para la cual el problema central es proporcionar el tipo de acceso a la información registrada que facilite, de la mejor manera, el crecimiento del conocimiento. Sin embargo, aquí asoma un gran supuesto: Que la mera disponibilidad y el acceso a ese recurso llevan al uso, o sea, a una conducta predeterminada, determinista. Sin embargo, el error en la definición del problema de este caso no resta interés al planteamiento inicial de Swanson. Así, podemos preguntarnos cuál es el problema que intenta resolver la biblioteca pública en este país.
Mucho se ha escrito sobre los dos grandes problemas que presuntamente se quieren atender en México con la biblioteca pública: Mejorar la calidad de la educación de la población a través de la disponibilidad de recursos documentales para la información, la formación y la recreación; así como contribuir a la formación de lectores de libros. Es de notar que a más de 25 años que se estableció la Red Nacional de Bibliotecas Públicas en México, el sistema educativo público del país ha reprobado varias veces la prueba PISA que aplica la OCDE, además de que la misma organización ubica a esta nación en el lugar 107 de entre 108 en su estudio sobre hábitos de lectura (Sheridan, 2007).
De esta manera, tendríamos que cuestionar los problemas que supuestamente intentan resolver las bibliotecas públicas, quizá indicando que más bien corresponde a la escuela resolver el primer problema indicado, y que para ambos problemas la biblioteca pública sólo participa como contribución. Pero entonces, ¿no tenemos un problema que intente resolver la biblioteca pública?
De suyo, la biblioteca pública ha sido una idea y una institución trasplantadas en nuestro país, pues hasta ahora no hemos sabido de proyectos generados por los pueblos originarios de estas tierras para contar con esta institución. Al respecto, escribió en su momento Ignacio Osorio Romero (1988) que no sabemos a ciencia cierta si los pueblos prehispánicos tenían bibliotecas, pues los conceptos de biblioteca y libro son de origen europeo, además de que los mismos cambian al pasar los años.
Lo hasta aquí escrito se parece a una anécdota de la Revolución Mexicana, que alude a un hacendado porfiriano que obligaba a sus peones a llegar a trabajar con pantalones y zapatos, en lugar del tradicional calzón de manta y los pies descalzos o con huaraches. Este progresista señor tenía una tienda de raya en su propiedad donde amablemente daba crédito a sus trabajadores para que pudieran adquirir esas piezas de vestuario y así cumplieran con las condiciones para poder trabajar. Los peones ganaban tan poco que jamás podían terminar de pagar las deudas que contraían de esta manera, mismas que heredaban sus familias si fallecían.
No queremos asegurar que la biblioteca pública sea en México una imposición para comprometer a la población ante un gobierno bonachón que así cuida su bienestar y la prepara para ser una clase trabajadora calificada y obediente. Tampoco podemos aseverar que la ausencia de las personas pudientes como usuarios de las bibliotecas públicas indique una división de clases. Tan sólo nos interesa saber si este tipo de biblioteca intenta resolver un problema en México.
Quizá la biblioteca pública mexicana sirva para acercar a la población a la alta cultura, pues como la mayoría es pobre o extremadamente pobre, no podría acceder por sus propios medios a los recursos que le ofrece esta institución. Pero, ¿para qué sirve poner recursos de información y conocimiento de la alta cultura al alcance de población pobre? Algunas respuestas pueden ser las siguientes: (a) Para que aprenda a dejar de pensar como pobre y tenga otras miras que le ayuden a progresar; (b) Para que conozca los contenidos que le pueden servir para integrarse a la forma de pensar occidental y universal; (c) Para que disfrute los libros que escribe o publica la élite cultural nacional; y un gran etcétera. Cada una de estas respuestas apunta en un sentido distinto, que se abre a un problema por resolver. Sin embargo, cuál de entre todos sea el, o los que en realidad son atendidas por la biblioteca pública, es un tema de investigación abierto, que apenas apunta a una complejidad que demanda atención si queremos que esta institución sirva para algo en este país. Seguiremos con este asunto.
Bibliografía
Osorio Romero, I. (1988). Historia de las bibliotecas en Puebla. México: SEP, DGB.
Sheridan, G. (Abr. 2007). La Lectura en México/1. Letras libres. Recuperado: 29 ene. 2010. En: http://www.letraslibres.com/index.php?art=12023.
Swanson, D.R. (Jan. 1979). Libraries and the growth of knowledge. The Library quarterly, 49(1), 3-25.
Mucho se ha escrito sobre los dos grandes problemas que presuntamente se quieren atender en México con la biblioteca pública: Mejorar la calidad de la educación de la población a través de la disponibilidad de recursos documentales para la información, la formación y la recreación; así como contribuir a la formación de lectores de libros. Es de notar que a más de 25 años que se estableció la Red Nacional de Bibliotecas Públicas en México, el sistema educativo público del país ha reprobado varias veces la prueba PISA que aplica la OCDE, además de que la misma organización ubica a esta nación en el lugar 107 de entre 108 en su estudio sobre hábitos de lectura (Sheridan, 2007).
De esta manera, tendríamos que cuestionar los problemas que supuestamente intentan resolver las bibliotecas públicas, quizá indicando que más bien corresponde a la escuela resolver el primer problema indicado, y que para ambos problemas la biblioteca pública sólo participa como contribución. Pero entonces, ¿no tenemos un problema que intente resolver la biblioteca pública?
De suyo, la biblioteca pública ha sido una idea y una institución trasplantadas en nuestro país, pues hasta ahora no hemos sabido de proyectos generados por los pueblos originarios de estas tierras para contar con esta institución. Al respecto, escribió en su momento Ignacio Osorio Romero (1988) que no sabemos a ciencia cierta si los pueblos prehispánicos tenían bibliotecas, pues los conceptos de biblioteca y libro son de origen europeo, además de que los mismos cambian al pasar los años.
Lo hasta aquí escrito se parece a una anécdota de la Revolución Mexicana, que alude a un hacendado porfiriano que obligaba a sus peones a llegar a trabajar con pantalones y zapatos, en lugar del tradicional calzón de manta y los pies descalzos o con huaraches. Este progresista señor tenía una tienda de raya en su propiedad donde amablemente daba crédito a sus trabajadores para que pudieran adquirir esas piezas de vestuario y así cumplieran con las condiciones para poder trabajar. Los peones ganaban tan poco que jamás podían terminar de pagar las deudas que contraían de esta manera, mismas que heredaban sus familias si fallecían.
No queremos asegurar que la biblioteca pública sea en México una imposición para comprometer a la población ante un gobierno bonachón que así cuida su bienestar y la prepara para ser una clase trabajadora calificada y obediente. Tampoco podemos aseverar que la ausencia de las personas pudientes como usuarios de las bibliotecas públicas indique una división de clases. Tan sólo nos interesa saber si este tipo de biblioteca intenta resolver un problema en México.
Quizá la biblioteca pública mexicana sirva para acercar a la población a la alta cultura, pues como la mayoría es pobre o extremadamente pobre, no podría acceder por sus propios medios a los recursos que le ofrece esta institución. Pero, ¿para qué sirve poner recursos de información y conocimiento de la alta cultura al alcance de población pobre? Algunas respuestas pueden ser las siguientes: (a) Para que aprenda a dejar de pensar como pobre y tenga otras miras que le ayuden a progresar; (b) Para que conozca los contenidos que le pueden servir para integrarse a la forma de pensar occidental y universal; (c) Para que disfrute los libros que escribe o publica la élite cultural nacional; y un gran etcétera. Cada una de estas respuestas apunta en un sentido distinto, que se abre a un problema por resolver. Sin embargo, cuál de entre todos sea el, o los que en realidad son atendidas por la biblioteca pública, es un tema de investigación abierto, que apenas apunta a una complejidad que demanda atención si queremos que esta institución sirva para algo en este país. Seguiremos con este asunto.
Bibliografía
Osorio Romero, I. (1988). Historia de las bibliotecas en Puebla. México: SEP, DGB.
Sheridan, G. (Abr. 2007). La Lectura en México/1. Letras libres. Recuperado: 29 ene. 2010. En: http://www.letraslibres.com/index.php?art=12023.
Swanson, D.R. (Jan. 1979). Libraries and the growth of knowledge. The Library quarterly, 49(1), 3-25.