domingo, 28 de junio de 2009

6. ¿QUÉ ES UNA BIBLIOTECA?

Para los bibliotecarios no hay institución, concepto y palabra más cara que la que refiere a la biblioteca, pues durante todo el transcurso escolar que hacemos, en nuestras expectativas al egresar y en nuestra idea de futuro han estado siempre presentes las bibliotecas.
Sin embargo, cuando en el año 2007 hicimos en la Academia Mexicana de Bibliografía la primera fase de la consulta para actualizar la normativa bibliotecaria mexicana, con una sesión que se realizó en el CICyT de la Benemérita y Centenaria Escuela Normal del Estado de San Luis Potosí (BECENE), al preguntar a los asistentes sobre lo que es una biblioteca, encontramos un enorme problema de proporciones aún no conocidas. Y es que para unos la biblioteca era algo muy amplio, pues en su concepto debían caber todos los tipos de bibliotecas conocidos. Para otros era algo que debía parecerse más a una biblioteca universitaria, y para los menos debía ser como una biblioteca pública.
El problema no es meramente conceptual, pues impacta aspectos tan diversos como la identidad y la educación bibliotecarias, las asociaciones bibliotecarias y a las propias bibliotecas. Al respecto, vale aclarar que los intentos por definir una biblioteca con expresiones como “templo del saber”, “lugar de encuentro con la cultura”, “espacio para el ejercicio de la democracia” y otras de igual calibre sólo sirven para la demagogia, y no para lo que nos proponemos. En aquella reunión de la BECENE, una definición de “biblioteca” era el punto de inicio para tratar asuntos y problemas de normativa bibliotecaria.
Al consultar el Glosario de la ALA, encontramos que define la biblioteca como la “colección de material de información organizada para que pueda acceder a ella un grupo de usuarios. Tiene personal encargado de los servicios y programas relacionados con las necesidades de información de los lectores” (Young; 197). También incluye una segunda acepción en el ámbito de la informática. Sólo para indicar uno de los problemas con esta definición, comencemos con la distinción entre usuarios y lectores: Dice esta definición que los primeros pueden acceder a la colección de material, en tanto los segundos tienen necesidades de información. ¿Podemos identificar usuarios con lectores? Quizá Miguel Ángel Rendón diría que si, pues ¿qué más hacen los usuarios en la biblioteca, sino leer? Una respuesta a destiempo a esta pregunta ingenua de un filosofo a un bibliotecario, sería que el usuario puede hacer muchas cosas en la biblioteca: Búsqueda, anotación, registro, copia, fotocopia, escucha, mira, hace trámites…, en fin, no sólo lee. El lector, en cambio, parece que únicamente se dedica a leer, aunque ahora la definición que estamos revisando también dice que tiene necesidades de información (¿no de lectura?). Este tipo de confusiones pueden estar en el origen de lo que ocurrió en la BECENE hace un par de años.
Indagando fuera del mundo bibliotecario, encontré que Coelho aclara que “la idea actual de biblioteca es la de un centro cultural o de un espacio que ya no concibe al libro como objeto de una colección y hace de él sólo un instrumento de cultura más, junto con el disco, el CD-ROM, el vídeo, la obra de arte, etcétera. Si la biblioteca moderna y la premoderna eran el espacio de la colección, la biblioteca posmoderna es (o quiere ser) el lugar de la información, de la discusión y de la creación, rompiendo drásticamente con sus modelos pasados” (Coelho; 85). Resulta obvia esta mirada desde el exterior sobre lo que es la biblioteca, principalmente centrada en la colección como entidad cultural y proponiendo un nuevo modelo de biblioteca; en contraparte, podemos notar la definición interiorista de Young.
Al respecto de esta definición de Coelho, resulta interesante leer también su comentario sobre los enfrentamientos entre distintos modelos de bibliotecas y como, para el caso de Brasil, el modelo de biblioteca de Naudé como “máquina cultural” perdió ante los modelos que impulsaban la necesidad del “director de lectura” y del “orientador cultural”. Algo parecido a lo que ocurre en México desde hace muchos años a partir del criterio de autoridad que se aplica a/en las bibliotecas.
Por su parte, Debray dice que por biblioteca “entendemos una provisión de signos escritos depositada para su conservación o consulta bajo forma de volúmenes y de impresos en un edificio especializado. Esta concentración física constituye una reserva de memoria, medio exterior de una transmisión interior”. Por ello, la biblioteca es instituida por un acto de soberanía, propiamente político. A esto agrega que “aunque la sociabilidad erudita esté inducida o producida por una biblioteca, no puede llamarnos a engaño respecto a la genealogía institucional del instrumento, como prolongación o complemento de una comunidad organizada (susceptible de sobrevivir a su fundador)” (Debray; 20-21). Tenemos aquí otra mirada exterior, pero que muestra un aspecto que es constante en la historia de las bibliotecas.
¿Por qué puede presentar dificultades definir lo que sea una biblioteca? Una respuesta puede ser por la diversidad de organizaciones que llamamos con este nombre. Otra podría ser porque tenemos distintos modelos de lo que llamamos biblioteca, sin que exista uno que aplique de manera normalizada. Pensemos por un momento algo que estamos viviendo ahora: ¿Sería posible meter en una misma definición las nociones de biblioteca, como instalación física, y de biblioteca virtual? Y sin embargo, en ambas aparece la palabra “biblioteca”. Como ésta pueden surgir otras preguntas: ¿Requerimos reconceptuar la biblioteca a partir de su tipología? ¿Cómo entendemos la convivencia que existe ahora entre “biblioteca”, “centro de documentación” y “mediateca”? ¿Qué ocurre con las otras –tecas: Filmoteca, audioteca, videoteca, etc.?
Quizá debemos repensar lo que sea una biblioteca, pero ¿por donde iniciar? Una posible respuesta sería empezar por el origen, preguntándonos cómo nacen las bibliotecas y quiénes permiten su primer desarrollo y su mantenimiento posterior, tal como apunta Debray. Sólo entendiendo estas fuerzas que permiten que la biblioteca exista y que determinan para quién existe, nos será dado encontrar un concepto, y consecuentemente una definición, de lo que hoy sea la biblioteca.
La tarea no es sencilla, pues requiere que los bibliotecarios nos sentemos a conversar sobre el particular. ¿Quién se avienta el trompo a la uña?

Bibliografía
Coelho, T. (2000). Diccionario crítico de política cultural: Cultura e imaginario. Guadalajara: Jal.: ITESO.
Debray, R. (2001). Introducción a la mediología. Barcelona: Paidós.
Young, H. (Ed.) (1988). Glosario ALA de bibliotecología y ciencias de la información. Madrid: Díaz de Santos.